jueves, 11 de diciembre de 2014

Para reflexionar

"¡Albión! Nuestras guerras son guerras de vida y heridas de amor, con lanzas intelectuales y largas y aladas saetas de pensamiento".
William Blake.
La liturgia católica se encuentra exactamente en el tiempo de la esperanza, el adviento. No hay que ser católico para engendrar desde el espíritu esperanza, lo digo para agradecer los comentarios de quienes me conminan a mantenerme en la esperanza en atención a mi anterior artículo. Ah, éste blog volverá aparecer en 2015.



1 ¿Quieres que una sociedad se desmorone? Deja que la histeria y la paranoia colectiva fluyan. Más de cien mil muertos de manera violenta y con saña en el sexenio pasado no fueron suficientes para pedir la renuncia del entonces presidente, ni sugerir la cancelación del proceso electoral de 2012. Ahora resulta, según el encuestador Guillermo Valdés –empleado de Felipe Calderón- la novedad es que ya hay visos de ingobernabilidad ¿Por qué mejor no rinde cuentas de su actuación como responsable del CISEN? Que se oiga su Mea culpa.

2. Se revuelve el proceso judicial de investigación de muertes y desapariciones, perpetradas por la represión ordenada por José Luis Abarca (quien fuera presidente municipal de Iguala por imposición del PRD) y su cónyuge (miembro activo de la delincuencia organizada) con la coyuntura política. Confundidos, no hacemos la distinción entre tramo judicial y político. En esa circunstancia, la solución judicial quedó atrapada a la disputa política. Es un hecho que no tiene porqué ser fatalidad.

3. No olvidemos al político que sembró la especie, ahora consigna vulgar, de solicitar la renuncia de Enrique Peña Nieto: Andrés Manuel López Obrador. Su olfato político, en el degradado sentido político de la palabra, ahora lo lleva a negar sus vínculos con José Luis Abarca, pero es conocido que su valido Lázaro Mazón impulsó al mentado Abarca. No hay que soslayar este dato, no es la primera vez que el victimario se pone del lado de la víctima.

4. No hay fe, no hay crédito, pero requerimos de acordar el método para deslindar responsabilidades. Aquí no cabe comisión de la verdad, comisión legislativa, ni la fantasmal función pública. Por su preparación y capacidades de ley, es la Corte quien tiene que pronunciarse sobre el tema judicial. Poner en blanco y negro las excepciones y las omisiones en las que incurrió el presidente municipal de Iguala, el gobernador de Guerrero y el gobierno federal, de acuerdo al marco legal de responsabilidades vigente a secas, sin invocar la mediatización a lo “correcto”, ni a lo “adecuado”.

5. El tramo político está más complicado, los desaparecidos de la normal de Ayotzinapa se han convertido en la arena para dirimir las inconformidades de las “históricas” reformas estructurales. Empecemos por los profesores de la CNTE, para quienes la represión del gobierno municipal perredista de Iguala les cayó como anillo al dedo. Con la misma vileza actúa la cúpula empresarial, evadiendo sus compromisos de tantos favores reformadores recibidos, se molesta a causa de la reforma hacendaria que no les gustó. Pero lo explosivo viene de la reforma de telecomunicaciones, bajo el manto de Todos somos Ayotzinapa, Emilio Azcárraga Jean y Carlos Slim –cabezas de los consorcios Televisa y Grupo Carso- han contribuido a meterle candela al conflicto. No olvidemos, son empresarios abusivos que por conexiones políticas, no por la competencia, han hecho sus fortunas (es el caso común del empresariado ligado a las telecomunicaciones)

6. Un nivel de análisis que no podemos ignorar: la corrupción. El actual gobierno de Peña Nieto no ha hecho nada efectivo para contener y combatir la corrupción. Como en el pasado, se vale de un marco legal funcional al encubrimiento de la corrupción, por eso es difícil documentarla.


7. ¿Quieres que te lo cuente otra vez? 


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Ilustraciones de William Blake.

martes, 9 de diciembre de 2014

Estado deseable

Antes, para no dejar escapar.

Uno, la semana pasada se firmaron los acuerdos entre las autoridades –federal y académica- y los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional. Falta la fecha de reanudación de actividades y, lo más importante, el compromiso de esa comunidad, sin demagogia, sobre lo que harán para impulsar a los primeros planos al IPN y convertirlo en ejemplo de la educación pública superior, empezando porque los docentes de tiempo completo efectivamente lo sean al servicio de la formación de jóvenes. Para eso habría que empezar por cuestionar al SNTE y las prácticas que degradan la formación profesional en el Politécnico (como ocurre en otras unidades de la educación pública superior)

Dos, es tiempo que las autoridades de la Normal Rural de Ayotzinapa y los mentores de los alumnos del primer semestre, hablen sobre los sucesos fatales de Iguala, Guerrero. Bajo qué condiciones se contrataron cinco autobuses de la línea Costa Line para trasladar a los normalistas a dicha ciudad el 26 de septiembre, cuando se quejan de la insuficiencia de los recursos oficiales ¿Sabían de los pormenores del “proselitismo” de los normalistas y no advirtieron el riesgo de dicha actividad en un estado como Guerrero? Hoy Ayotzinapa está en la mente de toda la sociedad mexicana, que no sólo sea por la desgracia, es tiempo que la Normal referida difunda el valor y la aportación académicas de esa institución ¿En qué sentido constituyen un modelo educativo para el desarrollo de las comunidades rurales marginadas?

Tres, qué confianza genera un gobierno que se tarda más de dos meses para dar con el cuerpo de uno de los 43 desaparecidos. De qué sirven tantos recursos aprobados en el Congreso en materia de seguridad si se encuentran miles de personas desparecidas, por varias entidades de la república, desde hace dos décadas como mínimo.



Estos tres puntos, digamos inquietudes, tienen que ver con la calidad del régimen o el Estado, me da igual, capaz de proveer a la sociedad de los servicios suficientes y satisfactorios a través del aparato público, es el caso de la educación, también lo es de la seguridad, la salud.

De 1910 a 1982, el México de la Revolución recreó el Estado social autoritario; de 1983 a nuestros días, el México reformado fundó el actual Estado ultraliberal oligárquico. Más allá de sus diferencias, llaman la atención las continuidades: debilidad del Estado de derecho (corrupción, discrecionalidad, impunidad, justicia deficitaria) y desigualdades sociales ejemplificadas en la alta concentración de la riqueza en pocas manos y la pobreza extrema.


Considerando el pasado y el presente de México contemporáneo, hace falta forjar el compromiso hacia la formación del Estado social democrático con miras a un nuevo tramo de la historia nacional. Importa el material de la tela con la cual confeccionar el un nuevo Estado o régimen: Se cuenta con los empresarios, los partidos, las organizaciones gremiales y civiles, la ciudadanía calificada, para en realidad formar un nuevo México más allá de los cambios legislativos. Mi duda es inmensa, no creo en nada, ni en nadie.
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Como ya es costumbre, la elaboración de mis artículos cuenta con el estímulo de la lectura, en esta ocasión tocó el turno a Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, Editorial Gustavo Gili, 2014.

martes, 2 de diciembre de 2014

Que hable la Corte


Vaya manera de conmemorarse dos años de vida de la actual administración federal. La agenda pública es otra, la del 26 de septiembre de 2014, enmarcada en la consigna “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Sin concluirse el esclarecimiento de hechos nefastos, se combinan con diversos motivos de inconformidad y la errática actuación de las fuerzas del orden, se abre cauce a la histeria sobre la que se desplaza el oportunismo.

La Escuela Normal Rural Isidro Burgos en Ayotzinapa tiene una larga narrativa “épica” de movilización estudiantil. Ni los gobiernos de izquierda han contribuido a mitigar la beligerancia de los normalistas. Para no ir tan lejos -material proporcionado por el buscador de Google da para una interesante exploración- el 27 de noviembre de 2007, Luis Hernández Navarro apuntaba en La Jornada el desencuentro entre el gobierno de “izquierda” y los normalistas: “Ayotzinapa es, entre otras muchas cosas más, la muestra del fracaso de la descentralización educativa, pero también de cómo un partido que quiere a toda costa hacerse del poder se divorcia de su historia y su programa”. El próximo 12 de diciembre se cumplirán tres años del enfrentamiento por la toma de la autopista del Sol llevada a cabo por estudiantes normalistas, la cual fue reprimida por la policía ministerial del estado de Guerrero y la Federal. Dos estudiantes muertos y un empleado de una gasolinería, que incendiaron los normalistas, fallecería posteriormente al primero de enero siguiente (Cronología de El Universal, 24-01-2012)

Ahora, tenemos una movilización estudiantil en al menos 60 ciudades del país según reportes de la marcha del día de ayer lunes 01-12-2014. Iguala se mantiene como un caso de averiguación judicial en espera de las definiciones penales, sobre la que se despliega un caso político de complicada resolución. Es importante, diría que inevitable, la continuidad de la protesta. No menos importante y de contenido ético, que los normalistas presenten por escrito a la autoridad el relato profusamente descrito de su verdad sobre la tarde noche del 26 de septiembre y los preparativos de su expedición a Iguala, aunque sea indigestible para su mediatización. Lo importante es contribuir a cerrar el ciclo judicial, sin el cual no se podrá avanzar en el tramo político, a menos de que se quieran enredar las cosas, muy al gusto de Andrés Manuel López Obrador. Hasta donde estoy enterado, los normalistas de Ayotzinapa son apartidistas.

A dos años de asumir la más alta responsabilidad del país, recién el presidente Enrique Peña Nieto reconoció la carencia de justicia que impera en México. Justicia que no estuvo en el centro del proyecto reformador. La prioridad sigue siendo atraer inversiones y éstas todavía no han sido suficientes para impulsar el crecimiento económico.

Desde que estalló el descontrol gubernamental, cuando tardíamente por primera vez Peña Nieto decidió poner ojos sobre los desgraciados acontecimientos de Iguala, cada vez que quiere emparejar el terreno sobre el cual reconstruir su relación con la sociedad, el terreno se agrieta. Peor aún, se forman socavones cuando el aparato de coerción actúa sin profesionalismo y al margen de la legalidad (Le ha fallado su consejería jurídica, su dirección de comunicación social, no lo sé)

Peña Nieto es un animal político, en el entendido de que su instinto lo guía para enfrentar la realidad y hasta hace dos meses seguir a su instinto lo mantenía “invicto”, hasta que encontró su situación límite y no le alcanzó. Su herencia política –grupo Atlacomulco- le impele a ritualizar en cada evento un llamado para hacer las paces con los inconformes, pero ningún llamado será suficiente hasta que físicamente no se dé con los 43 desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa.

En los primeros dos años de su gobierno, el Presidente ha tenido en los legisladores un aliado efectivo. El 27 de noviembre los volvió a convocar para realizar nuevas modificaciones de ley que, mirando hacia el principio, faltaron al inicio de la administración federal en curso. Inciertos serán los foros encargados al CIDE para encontrar salidas a la condición de corrupción e impunidad en las que chapalean franjas del servicio público. Difícil tarea sortear la coyuntura y desmontar estructuras al mismo tiempo.


Si Peña Nieto al fin ha encontrado en la falta de justicia, el lastre de la falta de desarrollo y la principal fuente de la indignación de la sociedad, por qué no convocar a la Corte, quien en su carácter de poder público independiente, se pronuncie sobre el estado actual de la justicia en México,  nos diga hacia dónde se tiene que avanzar para superar el déficit de justicia que lastima y ofende a los mexicanos. Ignoro si un pronunciamiento de esa naturaleza esté dentro de su competencia. Supongo que los jueces, en tanto profesionales de la justicia, bien podrían hacer un esfuerzo por franquear la muralla de sus magníficos emolumentos y asomarse al México real.

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Las ilustraciones provienen de los Relatos Proféticos II de Wiliam Blake, Atalanta, 2014.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Otra fuga al futuro

¿eran Profetas, o eran Necios y Locos?
William Blake.



Esperanza fundada en promesa es vanidad. He escuchado al presidente Peña Nieto, su reiteración de fuga al futuro, pues cualquier descripción certera de la realidad corre el riesgo de ser incriminatoria de la clase política. La gran solución, hacer cambios a la ley. El eslabón más débil, el municipio. Amnistía implícita a gobernadores y funcionarios federales. Jueces y legisladores. Pero la ley, su modificación, nada nuevo traerá sin modificar las conductas que llevan a la impunidad y a la corrupción.

Si el problema del Presidente es la falta de crédito (fe) concedido por la ciudadanía en el ejercicio de su gobierno, es porque no ha hecho lo debido: pagar sus deudas. Por el contrario, adquiere nuevos réditos para que crean en él. Ha tomado el rumbo de la insolvencia. Poderosos compromisos inconfesos lo inmovilizan. La maniobra de adoptar el lenguaje de la protesta es eso: una maniobra. El recurso retórico de la metonimia: todos somos Ayotzinapa.

No hay necesidad de modificar la ley, de nada sirve si antes no se aplica ejemplarmente la existente. El problema no es la ley, las instituciones, sino las personas que están en la primera línea de su cumplimiento. Esa parte se omite con rotundidad. La novedad, encargada al CIDE en la persona de Sergio López Ayllón, reconstruir la maltrecha fachada de la credibilidad gubernamental. Si eso lo puede hacer el CIDE, el resto de las instituciones gubernamentales está demás. No es cierto.

El Presidente nos debió el coraje para denunciar, con nombre y apellido, el frente interno que lo lastra. Los colaboradores que le han fallado apoltronados desde la excusa “sectorial” del no me corresponde. La seguridad, la corrupción, la impunidad son tema de todo el gabinete, del Poder Judicial, del Poder Legislativo y órganos autónomos. No se hagan tontos.

El colmo, volver a la palabrería de las reformas “estructurales”, del programa de infraestructura, bla, bla, bla. Vi un Presidente sin coraje, que no es lo mismo que iracundo, incapaz de denunciar lo que no se hizo bien. Se anuncian cambios de la ley sin ser puntuales en los resquicios de la actual legislación que garantizan el quebrantamiento de la ley dentro de la ley. La excepción en toda la extensión permitida por la ley.

Le faltó coraje al Presidente.

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 Ilustraciones tomadas de Blake, William, Libros Proféticos II, Atalanta, 2014.

martes, 25 de noviembre de 2014

Coctel de vileza


"¡ay, si pudiéramos de la misma manera purificar el discurso marxista del dogmatismo de los individuos marxistas, la Revolución de la histeria de los individuos revolucionarios, y de manera general, la Idea de la neurosis de sus partidarios!" R. B.



Preparar un coctel tiene el principio de que la proporción de las partes hacen el todo. Si la adición de las proporciones no es correcta el coctel es malo o, simplemente, no lo es.

Informarse a través de la prensa le exige a uno medir las proporciones de lo que informa. No pocas veces hay desproporción. Quiero suponer que por economía del formato o defecto de la fuente, en el pliego periodístico la parte termina por sustituir al todo. En ese encauzamiento, el periodismo es discurso político, porque “es fundamentalmente metonímico” (Roland Barthes).

También hay metáfora –metamorfosis- identificando realidades diferentes para sustituirlas, trasformando un asunto local en nacional. Sin seguir indicios se imposta: fue el Estado.

Tenemos dos figuras de la retórica –metonímia y metáfora- a partir de las cuales organizamos nuestros razonamientos, resentimientos y predilecciones. Para ese entonces la verdad factual pierde interés.

El sábado 6 de noviembre, la marcha realizada desde la PGR al Zócalo, concluyó con el ataque al edificio del Palacio Nacional, a una de sus fachadas. Al otro día se reclamó la falta de intervención de la fuerza pública.

El jueves 20 de noviembre, en el marco de una festiva marcha, convocada por los hechos desgraciados de Iguala, un grupo totalmente desentendido del templete y sus oradores, comenzó a insultar a los policías, intentaron desarmar las vallas, prendieron cohetones y lanzaron bombas molotov. Lo prudente era retirarse y así no vi lo que siguió. La policía contra atacó y ahora se condenan sus excesos.

En conclusión, por omisión o lo contrario, no se tiene una policía capacitada en intervención quirúrgica, por decirlo de alguna manera, ni jefes que ofrezcan un parte casi inmediato sobre lo sucedido. Se tienen 11 detenciones e ignoramos todo acerca de los provocadores. Se crea un vacío desde donde se generan todos los cuentos posibles, en los cuales la parte siempre sacrifica al todo.

Analizando la obra dramática de Bertolt Brecht como discurso, Roland Barthes encuentra dos propuestas discursivas de evidente raíz judeo-cristiana: en la apocalíptica “se trata de expresar y producir la destrucción sin buscar qué es lo que viene”; por su parte, en la declinación escatológica “se edifica una crítica en vistas a hacer que cese la fatalidad de la alienación social”. Lo que está mal en el mundo tiene remedio.



Esto parece una digresión pero no lo es, pues la podemos utilizar tangencialmente como recurso para analizar el discurso de la protesta, tanto como el discurso reformador. La destrucción y el remedio.

Desde la indignación, la consigna ¡Fuera Peña! es apocalíptica, se despreocupa de las consecuencias; en tanto señala los males la indignación busca ciegamente los remedios. Sin acertar a decir dónde y cómo.

Desde el lado reformador, actuaron destructivamente –acción transformadora dirá la parte oficial- sin atisbar consecuencias, atados a un sentido de la “necesidad” nunca bien aclarado. Reformas, las de todo el proceso desde Salinas de Gortari, que han resultado un acicate para la codicia, estímulo de la corrupción, incentivo para el delito; del lado reformador se confundieron las reformas con los remedios. Los males quedaron intactos. Leyes, programas, presupuestos y acciones en calidad de paliativos. No han sido capaces para identificar con precisión lo dañado, para poder remediar en el ámbito federal, estatal, municipal, del Poder Judicial, también del Legislativo. 

El presidente Peña Nieto, igual que todos su antecesores, no ha ofrecido el mapa veraz que localice dónde están las áreas dañadas del Estado y quiénes son los responsables. Sin ése mapa, cualquier acción es limitada, sólo para salir al paso.


Se tienen cuatro años para iniciar una real trasformación, hacer visible la buena administración. Lo que no hicieron sus antecesores. Vale la pena intentarlo. 

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La primera imagen es del cartel anuncio de Coriolano II representada la semana pasada por la Compañía Nacional de Teatro.
La segunda imagen es la portada del libro del cual he tomado las citas. Barthes, Roland. El susurro del lenguaje. Paidós, 2012. 

viernes, 21 de noviembre de 2014

Ira y excepción

Primero escribiré sobre la gran marcha de ayer y después atenderé el título a esta entrada del blog.

La marcha de la alegría, una fiesta popular con un mensaje: demanda de justicia. 20 de noviembre de 2014.

16:30 El Ángel de la Independencia se empieza a poblar.
17:10 Sale el primer contingente. A la espera, rituales de arcana significación se representaban al pie de conmemorativo monumento.
17:20 Increíblemente, mejor, inoportunamente aparece un contingente de Morena, como si ignorarán quién es Lázaro Mazón, padrino de José Luis Abarca, autor intelectual de la desgracia que convoca multitudinaria reunión.
17:25 Un contingente encapuchado al que se le exige descubrir el rostro. Se justifican: nuestra vida en Guerrero corre peligro ¿Y aquí no?
18:00 Los contingentes seguían incorporándose a la marcha y mejor iniciamos el recorrido. Desde este camino por la avenida Reforma, sorprende una marcha de la clase media (le dirá algo al gobierno) Pueblo, lo que se dice pueblo, el de los amolados, el contingente que vino de Guerrero. Sin vestirse de negro, rural y colorido; consignas recicladas: “el que no brinque es charro” se coreó como “el que no brinque es Peña”. Consignas sentidas, llevando a la gracejada y después a la carcajada. Para mí, el grito de fuera Peña no me salía y se quedaba en la garganta pues las consecuencias de tal solicitud no me convencen, pero cómo lo repitieron, al igual que el conteo del 1 al 43.
19:35 En el embudo de la calle 5 de Mayo, los que querían entrar al Zócalo y los que ya estaban saliendo.
19:50 El último orador de Ayotzinapa.
20:00 Comienza el jaleo y mejor nos vamos para alcanzar la estación del metro Eje Central. El zafarrancho final quedó atrás, el mensaje sin vuelta de hoja quedó afirmado: Justicia.

Pareciera que el reclamo de justicia floreció con los desaparecidos de Ayotzinapa. Se trata de una demanda ancestral, al menos desde el tiempo del México colonizado por España.

No hace mucho, considerando la valoración del tiempo en la historia, hace veinte años un candidato a la Presidencia dijo que México tenía sed de justicia. Lo mataron ¿Les dirá algo a los priístas? Por mí parte ya lo he dicho, la cuestión de la justicia está pesada: si los expedientes de la injusticia volaran en éste país nunca más volveríamos a ver el sol.

La realización de la justicia nos debería congregar, fortalecer. A las élites les resulta banal, siempre y cuando no se afecten sus intereses. Hágase la justicia en los bueyes de mi compadre. Perturba al presidente Peña Nieto el ambiente actual de México, al cual llama desestabilizador, sugiere que está provocado por quienes resultaron afectados por sus reformas: ¿Los gobernadores? ¿Elba Esther Gordillo? ¿Carlos Slim? Y tiene cuidado de no aludir a los beneficiarios: ¿Televisa? ¿Grupo México? ¿Juan Armando Hinojosa Cantú?

Hay un pleito en la cima que hace colisión con la injusticia estructurada que padece la población. La imagen del gobierno es de desprestigio. En las últimas intervenciones públicas del Presidente, a su regreso del Lejano Oriente, en el oscuro de sus ojos chispea el fuego de la ira. Pues cómo no, el gran transformador trastabilla ante el clamor de justicia e instruye a la PGR para que resuelva. El daño es más profundo y no está al alcance exclusivo de diligencias judiciales. El daño al Estado se llama excepción, la ley suspendida y sin aplicar al momento de la actuación del aparato del Estado.

Tlatlaya, 30 de junio de 2014, una patrulla militar ajusticia a veinte presuntos delincuentes. Es el día que se desconoce públicamente bajo qué norma e instrucción escrita se actuó de esa manera ¡Excepción!

Iguala, 26 y 27 de septiembre de 2014, la policía reprime un “brigadeo” estudiantil y desaparece a 43 normalistas. Es el día que se desconoce públicamente bajo qué norma e instrucción escrita se actuó de esa manera ¡Excepción!

Todavía no estoy convencido de que estos sucesos letales configuren un crimen de Estado, lo que no me queda duda es que se trata de traición al Estado y me causa horror el que no se actúe de manera expedita para reparar dicha traición. Será, tal vez, que la excepción se ha implantado para sustituir a la norma. Recuerdo que uno de los primeros actos de Ernesto Zedillo, que ahora habla de falta de Estado de Derecho, fue el de descabezar a la Corte ¡Excepción!; Vicente Fox siempre actuó como empresario, contrario a lo que obliga el servicio público ¡Excepción!; Felipe Calderón inventó la guerra con el crimen organizado y desde entonces comienza la cuenta dura de muertos y desaparecidos ¡Excepción!




(No está por demás volver a la recomendar a Giorgio Agamben: el volumen de inicio Homo Sacer y una de sus continuaciones, Estado de excepción.)


martes, 18 de noviembre de 2014

Del consenso a la polarización

Octubre y noviembre de este año han sido meses de movilización social, fruto del hartazgo más que de un cuerpo de ideas profusamente difundidas en la perspectiva de una revolución. Resentimiento germinado en la exaltación del individuo a través del mercado. No hay ideas, es una lucha abierta por el poder en la cual falta interpretar el silencio de gobernadores y alcaldes.

En el campo de la opinión publicada, el gobierno federal ha sido vapuleado. Todos sus recursos, los del gobierno, le han servido de muy poco, revelador de un aparato público en plena desarticulación, incapaz de enfocar su interés de sobrevivencia ante la emergencia, lejos de atender a cabalidad los compromisos institucionales del servicio público. El gobierno en su conjunto –niveles y poderes- es una maquinaria que, según hace tiempo confeso el ex presidente Miguel de la Madrid, se encuentra aceitada por la corrupción.

Una vez le pregunté a un funcionario de la desaparecida secretaría de la función pública qué ocurriría si el incumplimiento de las normas por parte de los servidores al servicio del estado fuera efectiva y eficazmente sancionado. Su respuesta fue: se paralizaría el gobierno. De ese tamaño es el mal.

¿Qué clase de régimen tenemos? Constitucionalmente, una república. Pero de acuerdo con mi querida Mary Shelley, las instituciones republicanas reducen las diferencias de clase entre los habitantes del país que las adopta. Los datos sensibles me dicen que no es el caso de México. Aquí el régimen es oligárquico, sólo por un breve periodo (1934-1940) se hicieron esfuerzos reales por fortalecer la república.

Y no hablemos de los grandes escándalos surgidos al calor del uso indebido del servicio público, de eso nos enteramos hasta el cansancio y sin pausa. Y qué decir de las pillerías no publicitadas que se cometen a diario. Recursos públicos que se sustraen del erario para engordar carteras, que cuando se llegan a descubrir se les oculta de inmediato y aquí no ha pasado nada. Recursos también utilizados para obtener favores sexuales o estúpidamente aplicados para proporcionar chofer y vehículo para trasladar a los hijos menores de funcionarios. En la burocracia se ve tan normal, es un derecho “adquirido” al puesto. De nada han servido auditorías, contralorías, ni el servicio profesional de carrera. La norma reducida a construir el teatro de la simulación.

En el extremo, ni al disimulo se recurre. No se puede entender de otra forma que haya sido la policía la que desapareció a los 43 normalistas de Ayotzinapa, como tampoco el proceder de los militares en Tlatlaya. Al menos no se han hecho públicas las instrucciones escritas sobre las cuales “amparar” tan desgraciados sucesos. Son la biopsia que detecta el cáncer que abate las instituciones, de la discrecionalidad a la corrupción, de ahí en adelante la vida no vale nada.

La condición del gobierno, en su conjunto, es delicada, el amago de hacer el uso de la fuerza en las actuales circunstancias es signo del deterioro en que se encuentra. Al gobierno nadie lo va a rescatar, para salir de esta situación tiene que disponer de acciones con resultados inmediatos en un escenario que ha cambiado diametralmente: del consenso a la polarización.




“Velad día y noche por el bienestar de todos. Sed señores de nombre y a la vez servidores de la libertad del pueblo. Elegid el primer puesto en la fila de los combatientes y no en los banquetes. No cojáis nada para vosotros; pero derramad dones sobre todos.” Así conminaban al emperador Juliano. (Ibsen, Henrik. Emperador y Galileo, ediciones Encuentro, 2006)

martes, 11 de noviembre de 2014

Perder el Estado

Tener una aproximación de lo que está sucediendo en México no alcanza con el registro de noticias sobre un país que, periodísticamente, se ha vuelto nota roja. Aproximarnos a lo que sucede, en medio de la impudicia política y los sentimientos de venganza que han emergido y multiplicado, al desamparo de 43 estudiantes normalistas de cuyas anunciadas osamentas ya se prepara un festín más de la lucha por el poder.

Cómo abordar el nuevo pico informativo generado por la conferencia de prensa, dada por el procurador Jesús Murillo Karam, el viernes 7 de noviembre. Desde la PGR se presentó una crónica basada en la confesión de tres participantes, ejecutores de los normalistas de Ayotzinapa. Exterminio expedito, sin adorno de ideología, etnia o religión alguna, el gélido cumplimiento de órdenes ahorradoras de cualquier justificación, como eco porfiriano de ¡Mátenlos en caliente! Lo ordenó el jefe, en este caso José Luis Abarca, en calidad de presidente municipal de Iguala, Guerrero. Conferencia estremecedora que no se puede resumir en la frase “Ya me canse”. Sin considerar su significación no articulada en frase alguna por el Procurador, bien pudo haber dicho y con razón: el Estado está perdido.

Es increíble que pasado un mes llegue a esta conclusión. Perder el Estado no es cuestión de días o semanas. Es el resultado de la demolición pertinaz del Estado operada por quienes se encargaron desde la investidura de altas responsabilidades de desprestigiar lo público: Pedro Aspe, Ernesto Zedillo, Guillermo Martínez Ortiz, José Ángel Gurría, Francisco Gil Díaz, Luis Téllez, Jesús Reyes Heroles Jr., Ernesto Cordero, José Antonio Meade, Luis Videgaray, en calidad de autores o continuadores del proyecto de apertura comercial instrumentado sin reformar al Estado, sobre grandes desigualdades y graves carencias de justicia. Ciegos ante las consecuencias*  de teorías económicas inviables para un país cuyo aparato público ya se encontraba pervertido por la discrecionalidad, la impunidad, el patrimonialismo, resumidos en una palabra, la corrupción.



Los tecnócratas hicieron del Estado un ujier del Mercado, degradaron el servicio público a la condición de servicios personales a disposición de los funcionarios (Servicios personales que les eran mejor retribuidos a través de licitaciones del tamaño que fueran, formando una pirámide con una cúspide de altos funcionarios cuya base la constituye administrativamente toda “unidad responsable” del sector público que ejerce presupuesto con dineros del erario) En una presunción de mercados perfectos, en verdad un cuento, pues el crecimiento de la economía ha sido mediocre. Eso sí todas las semanas, por no decir que casi diario, hacen público su enamoramiento con los inversionistas, para no ser correspondidos de acuerdo a las expectativas que levantan como la del Nuevo México. En el colmo de tratar al mercado como persona y a las personas como cosas.

El largo proceso reformador privatizó la función pública. Logrado esto, el arribo del crimen organizado a Estados y municipios era cuestión de tiempo, la alternancia del año 2000 fue el marco perfecto para ello. Desde entonces a la fecha la violencia criminal sentó sus reales. Violencia que tiene miles de familias agraviadas, pero no hubo advertencia alguna de parte de los genios de las reformas que México “necesita”.

Así estamos ahora con la justitificada movilización popular encabezada por estudiantes, que protestan contra los representantes del Estado. Se lo ganaron.
*Como todas las ideologías, entre más simplificadoras resultan más contagiosas y más peligrosas, así ha sido con el llamado “neoliberalismo”, que como política económica aplicada nunca se ha hecho responsable de sus consecuencias.




martes, 4 de noviembre de 2014

Las dos fracturas

La conclusión, con dejo de amargura, que hace tiempo me hizo un amigo acerca de la conducta de los políticos, a quienes senteciaba por su proceder demasiado lírico. Esto es no leen, no se instruyen. En la actualidad, a lo más que llegan es a utilizar las herramientas del positivismo lógico, como las estadísticas y las encuestas, permaneciendo totalmente indiferentes de esa filosofía. Pero la cosa está peor, en adición al comentario de mi amigo, se dejan llevar por intuiciones en las que prevalezca su interés inmediato y su futuro personal. Nada que ver con el oficio consagrado al servicio público.

Vivimos días de excepción o cómo la norma se suspende en tanto medio para afirmarse. Alumbrado por la obra de Carl Schmitt, Giorgio Agamben lo dejaría así: “La excepción es una especie de la exclusión. Es un caso individual que es excluido de la norma general. Pero lo que caracteriza propiamente la excepción es que lo excluido no queda por ello absolutamente privado de conexión con la norma; por el contrario, se mantiene en relación con ella en la forma de suspensión. La norma se aplica a la excepción desaplicándose, retirándose de ella. El estado de excepción no es, pues, el caos que precede al orden, sino la situación que resulta de la suspensión de éste” (p.30) Y más adelante “No es la excepción la que se sustrae a la regla, sino que es la regla la que, suspendiéndose, da lugar a la excepción y, sólo de este modo se constituye como regla, manteniéndose en relación con aquélla” (p. 31) El caso es, remata Agamben, es que se crea un espacio-temporal de indistinción entre la norma y la excepción, que se oculta a los ojos de la justicia, “donde tenemos que fijar la mirada.” (p. 54) Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. PRE-TEXTOS, 2013.



Esta perspectiva de observación la adopto para considerar lo sucedido en México desde el 2 de septiembre del año en curso, asomarse a las dos fracturas del Estado mexicano desde la coyuntura actual. Fracturas expuestas cuya formación tiene décadas, nada más que ahora la reiteración de evidencia en la cadena de sucesos no las puede ocultar. Como si la realidad hubiera dado un vuelco mostrando el lado oscuro que siempre ha estado ahí, imperturbable.

El dos de septiembre, ante la élite convocada en Palacio Nacional, se presume un Nuevo México y se llama a poner en acción las reformas. Todo parecía bajo control, pues los mitos estaban desechados y los paradigmas rotos.
El 26 de septiembre, la carroza volvió a su condición de calabaza. La represión a estudiantes en Iguala, donde la policía local hiere, mata y desaparece a normalistas de Ayotzinapa. La narrativa reformadora se rompe.

Todavía no era de creerse, la clase política se sentía segura de sus certidumbres. El 30 de septiembre, el Senado inaugura el “Encuentro por la Federación y la Unidad Nacional”. Ejemplo de la desubicación de los líderes parlamentarios en el contexto de un país descompuesto que no les inhibe su cínica autocelebración.

Sólo hasta el 6 de octubre tomaron conciencia de manera pública de lo sucedido. La tristemente famosa conferencia de prensa del presidente Enrique Peña Nieto, en la que se expone de manera oficial la indignación por los 43 desaparecidos en Iguala. Como si de tratará de un trámite administrativo, se giran instrucciones a dependencias del Ejecutivo.

Desde esa fecha hasta el mes de noviembre, la excepción se ha convertido en norma.

Es posible que la realidad dé un vuelco o se trata un capítulo de la lucha por el poder para afirmarlo, como en Los Balcanes o la Primavera Árabe, para que todo siga igual.

Más allá de la conjetura, el hecho es que el Estado mexicano presenta dos fracturas por componer. Una se significa en el desplazamiento constitucional de la unidad política del mismo Estado, donde el interés público queda ensombrecido por intereses privados. Intereses privados, que según la ideología económica anarquizante, hacen del mercado el factor único de abundancia económica y armonía social, ignorando el doble filo del interés particular que se expresa mórbidamente en la corrupción y el crimen.

La otra fractura del Estado es la fragmentación del poder desde una democratización de papel, que no alcanza la realización de un cambio de vida para mejorar, que ha servido para consolidar a la clase política sin preocuparse de la formación de ciudadanía. Fragmentación del poder donde la alternancia y el pluralismo, sin advertirlo, han servido de plataforma en la expansión de la delincuencia y la violencia no importando el nivel de gobierno.

Lo importante es componer al Estado mediante la reconstitución de su unidad política, pues para ese propósito el mercado y la fragmentación del poder no nos sirven, pues la dignidad de la vida está primero.

Pero no lo ven así nuestros políticos. Uno, López Obrador, se engalla promoviendo la renuncia del Presidente, desde la pura excepción pues la ley no lo admite. Vende la idea y no falta quien se la trague para después defecarla en las redes sociales y en la prensa. Peña Nieto no se queda atrás, compra la idea de un pacto nacional contra la inseguridad y la corrupción, cuando él mismo le ha dado la puntilla al pacto social establecido en la Constitución y ha fortalecido las condiciones prexistente de operación real de la corrupción y la inseguridad con las llamadas reformas que México necesita.


Teniendo los recursos,  el Ejecutivo no se atreve a hacer uso de los medios a su disposición. No me refiero a la violencia, sino a la estricta aplicación de la ley. Pero la excepción es un mal heredado del siglo XX, la ficción constitucional.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Se soltó el México bronco

El huracán sigue girando en el mismo sitio, estacionado, sin desplazamiento ni dispersión, exponiendo la fragilidad de las instituciones. Así se encuentra la resolución jurídico-política sobre los 43 jóvenes desaparecidos por policías municipales, jóvenes estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.

En estas condiciones de indefinición permanente, Ayotzinapa es cauce para un torrente en el que confluyen rabia, resentimiento y rencor acumulados por la sociedad civil, debido a causas  específicas y diversas, que hacen una mezcla incendiaria de inconformidad entre la población. En medio del torrente la ruindad se aparece para lucrar con la desgracia, Morena y el PT. Sólo estas agrupaciones sabrán por qué lo hacen.

A la intemperie, expuesta en su indefensión, la ciudadanía se pregunta en qué punto se perdió la promesa de un México reformado por el ensalmo del mercado y las elecciones “libres”, dónde no se terminó por distinguir entre el cambio y el quebrantamiento constitucional (Este giro a consideración de la lectura de Carl Schmitt, Teoría de la Constitución, Alianza Editorial, 2011. Un clásico polémico del año 1927)



Cambios muy efectivos para recrear un mundo feliz a los magnates como Emilio Azcárraga, Albertos Bailleres, Claudio X. González, Roberto Hernández, Germán Larrea, Ricardo Salinas, Carlos Slim, entre otros. Cambios efectivos para consolidar una clase política aburguesada en el papel de palafrenero, sometida al patronazgo de los que amasan grandes fortunas en México. Nada más ver a los políticos en la cumbre de negocios que se está celebrando en Querétaro, donde uno de los “Chuchos”, Graco Ramírez, se rasga las vestiduras. Además, el organizador es un modelo familiar de hacer fortuna aprovechando los cargos públicos, Miguel Alemán Velasco.

Quebrantamiento constitucional del pacto social y su correlato de violencia, quebrantamiento por sobre el cual ha medrado y se ha impuesto  el violento en su personificación de la delincuencia organizada. Se exhibe un gobierno vulnerable en todos sus niveles, pero sobre todo el municipal. Un Nuevo México sin cimientos en el gobierno local. Un Nuevo México que no construyó la distinción pertinente, la separación justa entre los negocios privados y los asuntos públicos. Así, de la mano de la tecnocracia ha vuelto el México bronco (Expresión de Jesús Reyes Heroles para conjurar el mal al momento de la reforma política de 1977)

Síntoma de la descomposición por no distinguir lo público de lo privado, es la formación de organizaciones aberrantes como la Conferencia Nacional de Gobernadores y las diversas asociaciones de presidentes municipales surgidas al calor de la primera alternancia ¿Para qué sirven? De plataforma para la promoción política en el foro nacional. Fundadas en el derecho civil pero sin sustento en el derecho público ¿Qué han hecho para contener la influencia del crimen organizado? Cínicamente se justificarán diciendo que es un asunto federal, del gobierno federal. En los hechos se han limitado, por omisión o acción, a pactar con el crimen una coexistencia ruinosa para la ciudadanía.

En todo este desorden circular, en repetición, desde el 26 de septiembre –hace ya más de un mes- lo sucedido en Iguala, Guerrero, ha traído una serie de inculpaciones y exculpaciones entre actores políticos. De manera directa e ineludible una fuerza política, el PRD, queda estremecida al tiempo que descobija el esquema mafioso que se estila en la asignación de las candidaturas políticas, sobre las cuales la autoridad electoral queda totalmente al margen y en calidad de cómplice involuntario, pues al final de la jornada sella la “legitimidad” de los delincuentes.

También queda afectado el gobierno federal, no en el sentido de la falacia de crimen de Estado que algunos argumentan. Más bien cabría hablar de indolencia de Estado. Adormecido en el autoelogio de sus “logros”, el gobierno federal mostró reflejos lentos, lentísimos. Escudándose en las normas medrosas del federalismo, no dispuso acción política así fuera con una justificación administrativa de colaboración para inducir la justicia efectiva y cierta, esclareciendo con prontitud los hechos. Inicialmente, Peña Nieto dejó en manos del gobernador Aguirre Rivero la solución ¡Vaya error!

La verdad histórica de lo que pasó en Iguala ha quedado destrozada, pero no es  difícil de reconstruir. No es recurriendo a la convocatoria de “blindajes”, el recurso retórico a modo de los ineptos del fallido proyecto ultraliberal, como se van a solucionar las cosas.


jueves, 23 de octubre de 2014

¿Hay otro modo de ser?

“La Razón, a la que se atribuye la virtud de detener la violencia para desembocar en el orden de la paz, supone el desinterés, la pasividad o la paciencia”.
Emmanuel Levinas

Como quien va pateando una lata, la clase política juega con la definición firme y efectiva del combate a la corrupción. Es bandera añeja e irresoluta, que en sus inicios la actual administración ha retomado con su propuesta de una Comisión, esta semana legisladores de Acción Nacional propusieron un Sistema. Da lo mismo si no se encara y depone el modo de ser corrupto, si no hay otro modo de ser que lo sustituya. El ser probo, que se caracteriza por la integridad y honradez en  el obrar del servicio público y en los negocios privados. Nada más ajeno a la conducta de nuestras élites.

Ante ese déficit es explicable que  desde el servicio público se gobierne con impunidad, así como desde los grandes corporativos empresariales se busque el enriquecimiento de la firma empobreciendo a la mayoría de la sociedad. Los excesos tolerados, no sancionados, terminan por dar cauce indebido a la organización delincuencial, que invade el aparato de poder público y se mezcla en los flujos mercantiles.

En la convulsión de un orden sin bondad, porque la bondad es un modo de ser desentendido del poder, tanto como de la acumulación de riqueza. Pues la bondad no es de este mundo o lo es en la excepción, como en el nativo de Asís, quien renunció a sus derechos, el de propiedad para ser preciso (Giorgio Agamben, Altísima Pobreza, Adriana Hidalgo editora, 2013). Convulsión promovida por un orden de competitividad basado en la inequidad de reglas y procedimientos que se prestan para el abuso, procreando privilegios hasta el extremo de formar linajes.

Bajo ese orden, de tiempo atrás la sociedad mexicana no ha salido del estupor que se despliega en la toponimia del dolor y del horror, de la violencia letal de índole diversa:

Las muertas de Ciudad Juárez La matanza de Acteal en Chiapas La masacre del vado de Aguas Blancas en Guerrero Los cadáveres disueltos en ácido en Baja California Los lapidados de San Fernando Los mineros asfixiados por un derrumbe en Pasta de Conchos municipio de Sabinas Los niños bajo el fuego de la guardería ABC de Hermosillo Los ludópatas muertos en el incendio del Casino Royale en Monterrey Los jóvenes levantados del Bar Heaven en la Zona Rosa de la Ciudad de México Los ajusticiados de Tlatlaya estado de México Los 43 desaparecidos en Iguala de la normal de Ayotzinapa.

No son todos los sucesos violentos ayunos de justicia, pero esta breve lista deja sin aliento. Una devastación por acumulación.

Ni el Derecho, ni la Economía, ni la Política, ni la Religión han encontrado salida justa a esta descomposición propiciada por el actual modo de ser imperante. Acaso la interrogación a la Filosofía nos dé una pista, un enunciado sin fuga hacia el pasado o hacia el futuro, en la abertura presente de un modo de ser superior.

A raíz de otros contextos –el de los campos de concentración nazi y el de la ulterior Guerra fría- Emmanuel Levinas elaboró una ardua y compleja reflexión acerca de la relación del hombre con su semejante, la responsabilidad para con el otro (De otro modo de ser o más allá de la esencia, Ediciones Sígueme, 2011 p.p. 111-117) y que se resume así: adoptar como requisito irrecusable la responsabilidad para con el semejante.

Con justa razón se dirá que no es algo nuevo, un decir ya dicho, pues se trata de un planteamiento ya milenario. Pero su reformulación resulta una actualización oportuna para salir de la barbarie que nos alcanzó.

Reitero la pregunta inicial ¿Hay otra forma de ser?

sábado, 18 de octubre de 2014

Qué hay en el fondo


43 estudiantes desaparecidos, después del ataque de policías municipales de Iguala, Guerrero, a una movilización de la Normal Rural Isidro Burgos. 26 de septiembre de 2014 es ya efemérides.

Estos hechos violentos han tenido recepción tal en la sociedad civil, al grado de incentivar marchas de protesta por todo el país.

Es lo que se ve en la superficie. Pero, qué hay en el fondo: el destape de un orden político que no encuentra como cubrir abusos e iniquidades provenientes de su propia configuración ejercidos en contra de la población. Orden político que desborda su recipiente electoral, formalmente democrático.

Si bien el proceso reformador de estructuras, con sus tres décadas a cuestas de implantación y ejecución, no ha modificado patrones de corrupción e impunidad del sistema. El sistema si ha sufrido alteraciones en la valencia de sus actores en varios puntos:

Disminución de la rectoría del Estado, sustituida por mecanismos de “mercado” (La reforma energética es la culminación de ese proceso).

Fin del pacto Estad-campesinos con la finalización del reparto agrario (Ley Agraria de 1991).

Fin del pacto entre obreros y el Estado, después de suprimirse la tutela del Estado en materia laboral (Reforma liquidadora de la Ley Federal del Trabajo de 2013).

Fin del pacto del Estado con el magisterio, brazo político electoral del régimen en turno (Cancelado con la reforma educativa del 2013).

Esto por lo que se refiere a la base social del régimen. Pero el nuevo arreglo no se detiene ahí, en privilegiar la interlocución de los gobernantes con la cúpula empresarial.

Las sucesivas reformas electorales, además de servir de sustento a una clase política parasitaria, han prohijado el protagonismo de los gobernadores (Si se fijan, lo que va del siglo habría quedado presidido por presidentes que primero fueron gobernadores, nada más que los empresarios le cerraron la puerta a López Obrador ante la mirada impotente del ya fenecido Instituto Federal Electoral).

Los gobernadores ya no tienen el filtro presidencial que los ungía, tienen su fuerza propia, hasta cierto punto, pues se ha generado una dependencia fuera de la ley con el crimen organizado. Mientras antes el Estado modulaba y contenía la acción del narcotráfico a través de los jefes de zona militar. 

El nuevo performance de los gobernadores se convirtió en la oportunidad de los criminales organizados para llegar a nuevos “arreglos” –para empezar el llamado maxiproceso de Mario Villanueva en Quintana Roo- e imponer condiciones hasta en municipios como el de Iguala, en boca de todos.

Si este es el fondo, entonces nos podemos explicar la proliferación incontinente de sucesos criminales. Descifrar la cara de angustia del procurador general de la república. Predecir un año difícil para la autoridad electoral pues se estremecen sus parámetros de autorreferencia, de contar y validar votos, sin capacidades para afrontar consecuencias perversas de la intromisión del dinero sucio en las campañas ¡Precisamente lo que quería evitar Ernesto Zedillo con su reforma política! Ironía de la historia.

No es la primera vez que irrumpe el protagonismo de los gobernadores, fue un síntoma del fin de la dictadura porfirista. Acordarse del papel de Venustiano Carranza.

Como recomendar a Mary Shelley y su Frankenstein, para lectura de los reformadores.


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