La renegociación es un recurso
válido para modificar arreglos. El martes 27 de agosto, en el Salón Tesorería
de Palacio Nacional, se dieron a conocer los acuerdos a que llegó el gobierno de
México, la empresa del Estado Mexicano CFE, con las empresas contratadas para construir
varios gasoductos. Más allá de las especificaciones, quedan dos signos
positivos para registrar, aunque les moleste a los profetas del desastre. Uno,
hay voluntad para realizar acuerdos frente a diferendos manifiestos; dos,
acuerdos ventilados ente los medios, con acceso a los cuestionamientos de
periodistas. Que no haya marcha atrás, lo público no puede sustituirse por un jardín
secreto. Ya no se puede dar manga ancha de opacidad a contratos. Las malas
experiencias en contratos con Oceanografía, Odebrecht, OHL, Oro Negro, así lo
exigen. Cabe mencionar que en la renegociación intervino la diplomacia, los
gobiernos de Canadá y de los Estados Unidos no son ajenos al resultado.
Podrá haber diferencias entre el
actual gobierno y el sector empresarial, lo sólido está en que México se
reafirma como un lugar con reglas para hacer negocios. Tal vez se sientan
molestos los que ayer hacían uso del derecho de picaporte, la intimidad en la
residencia oficial de Los Pinos, pero los contratos del gobierno tienen que ser
más públicos porque a veces no es suficiente disponer de una plataforma donde
colgar los “papeles”.
Comentado esto, paso a poner en
renglones las líneas de la oposición. Empecemos por la oposición política
institucional, los partidos. Los resultados del primero de julio de 2018
decretaron una redistribución de los recursos públicos. MORENA se quedó con la
mayor parte del pastel. El PAN apenas salió tablas en lo material, no tuvo que
desprenderse de patrimonio adquirido a lo largo de los años. En el debate su
nivel quedó reducido a no más 40 caracteres. El PRI hipotecó sus edificios y tuvo
un proceso de renovación de sus líderes nacionales, para exhibir más las
cuarteaduras expuestas, lejos de una labor de remozamiento. El PRD perdió su
edificio con todo y principios. El PRD está irreconocible, tanto que ahora
quiere hacer roncha con su registro para formar una nueva nomenclatura, Futuro
XXI.
Como el dinero se convirtió en el
único lazo de unión, los partidos tienen dificultades para recuperarse. Se ven
más desmonetizados si se agregan otros recursos distintos a las asignaciones de
ley que les corresponden. Hay que descontar también la pérdida de puestos
burocráticos y el manejo de recursos asociados. Pobrecitos, pobrecitos.
Felipe Calderón, su familia y
allegados, al abandonar el PAN se colocaron en la perspectiva de formar otro partido
y actúan en consecuencia, México Libre se llama la intentona. Requerirá de
gente adinerada que le aporte, de otra manera es muy difícil que consiga el
registro. Es necesario recorrer el país en serio, no solo de ciudades medias
para arriba, recorrer también el campo y las serranías, donde no llegan los “tweets”
operados por las granjas de “bots”.
Existe otra línea de oposición
varia y no precisamente partidista. Los servidores públicos de confianza que
tienen disminuido su salario y prestaciones por el efecto de la austeridad
republicana o fueron alcanzados por la sustitución, el remplazo. Los despachos
o gabinetes de estudios que se quedaron sin contratos. Las asociaciones civiles
que vivieron de su dependencia al erario. Los medios que se hicieron adictos a
los recursos públicos y el mercado no los ha refinanciado igual. Todo un coctel
del descontento meritocrático.
Interrumpo estás líneas porque un
acto de terrorismo, aun por descifrar, se ejecutó en un antro de Coatzacoalcos,
Veracruz, la madrugada del miércoles. El incendio ultimado y sus más de veinte
muertos. Qué oportuno, se borra pizarra. Las buenas noticias ceden su lugar a
la nota roja, qué “timing”.