martes, 16 de junio de 2020

El patrimonialismo de los privados

No hace muchos años, desde el último tercio del siglo pasado, se formuló en circuitos académicos la crítica al aprovechamiento ilegal de los recursos públicos en beneficio del servidor público. De manera suave, esa crítica llamaba a esa práctica indebida patrimonialismo. Con el correr del tiempo esa práctica evolucionó y se mantiene como una de las causas que han profundizado las desigualdades sociales. Pese a los aires de modernidad, el patrimonialismo adquirió nuevos bríos bajo la bandera de la liberalización económica, sin abolir el patrimonialismo consuetudinario en las altas esferas de la burocracia y del poder político.

¿Qué sucedió con la apertura comercial? Se abrió paso al patrimonialismo sobre los recursos de la nación en interés privado, el aprovechamiento de los recursos fiscales por parte de empresas privadas. No era solamente el mercado el que estructuraba la contabilidad de las grandes empresas y sus ganancias. La extracción de recursos públicos se hizo mecanismo para la acumulación privada. La conversión de deuda privada en pública. Las condonaciones fiscales. Los contratos leoninos donde se privatizaban las ganancias y las pérdidas las absorbía el gobierno de turno. El incumplimiento de las obligaciones tributarias por diferentes vías. Multimillonarias cantidades de dinero que no llegaban para robustecer el ejercicio de los derechos sociales: alimentación, educación, sanidad, derechos humanos.

Al patrimonialismo privado se incorporaron los medios de comunicaciones tradicionales y sus periodistas que estiraron la liga del gasto en publicidad gubernamental hacia sus portales. Con los recursos públicos se sustraían a la ley del cuchillo del mercado. Las asociaciones civiles y despachos, con los contactos debidos, también se incorporaron a degustar del presupuesto. Los empresarios de la cultura gustosos pasaban por su rebanada sin que el libre comercio se ruborizara. Los prestadores de servicios que se multiplicaron para operar como intermediarios en la distribución de recursos de los programas agropecuarios, forestales, etc.

Fotografía de Alfredo Castillo para gettyimages.

Una variante del patrimonialismo ocurrió en los partidos políticos. Durante décadas, el aprovechamiento de los recursos del Estado fue monopolio del Partido Revolucionario Institucional. La “democracia” y la “pluralidad” acabaron con ese monopolio. Los partidos, de acuerdo con los votos obtenidos, se monetizaron en el presupuesto sin advertir el efecto perverso, su desarraigo de la sociedad, más menos, perdieron anclaje social al dedicarse a la depredación presupuestal. No se puede explicar de otra manera la apabullante victoria de Morena en el 2018 y la caída de sus adversarios.

La transformación en marcha da en el corazón de esos patrimonialismos, ha convulsionada hasta la irritación de todos los que se encontraban instalados a plenitud en este ecosistema patrimonialista. Para ellos la historia había llegado a su fin. Para la gran mayoría la historia comenzaba, Pese a las adversidades, se constituyó un movimiento mayoritario con el propósito de reconstituir los derechos sociales y del Estado (Artículo 25 constitucional) para procurar la dignidad de las personas, de las mayorías excluidas, para desde la fortaleza de la Constitución asegurar la equidad y la justicia, como la vía para asentar la paz destruida por una minoría de la sociedad.

Esa mayoría se volverá a mostrar en las próximas elecciones y hay que tener en mente las acciones posibles de la minoría rapaz.


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