jueves, 21 de marzo de 2024

Las cosas buenas

Veinte días de campañas soporíferas, aunque por obligación no tienen que ser entretenimiento, ni debería. El circo es cosa de la tecnopolítica, mientras más payasadas se hagan, mejor. Tampoco tienen que ser un vomitivo. Baste con entrar a la red X para vomitarse. Son tan insustanciales las campañas de la presente contienda electoral, casi dejan de ser materia de análisis. Esa fue una de las razones por las que no escribí mi artículo de la semana. Me fugué a la sierra sin fusil, en plan familiar, a respirar ambientes más saludables durante el puente vacacional asociado al natalicio de Benito Juárez.

Cerro Brujo. Foto de archivo, Grupo Editorial Criterio.

Con qué gusto me dirigí a la Sierra Otomí Tepehua en Hidalgo. Su sinuoso camino de acceso, sin lugar a distracciones, enfilado a la cabecera municipal de Tenango de Doria. Durante todo el trayecto serrano la propaganda electoral se distinguía por su ausencia. Así fue porque me dirigí al México ignorado, donde los candidatos no llegan porque no encontrarán una cuantiosa cascada de votos. En la Sierra las cascadas no son una metáfora, son una realidad sustantiva.

Llegar a Tenango de Doria fue entrar a un territorio libre de propaganda electoral. Famoso por sus manos artesanas dedicadas al bordado sobre manta con motivos de la naturaleza, flora y fauna, para especificar. Tan original como para ser plagiado, tan característico del lugar, que sus obras artesanales se les conoce con el nombre de Tenangos. En conjunción con esta artesanía, se encuentra un complejo agropecuario-forestal-comercial para el sustento de sus habitantes. Los sujetos o unidades económicas tienen reconocido su lugar, hay confianza, la mínima como para no sentirse amenazados hacia la extinción por otro agente económico, a no ser por la explotación de materiales para la construcción, común en el estado de Hidalgo. Es lo más parecido a la economía moral, a como la entendió el historiador E. P. Thompson.

Para que esto suceda así, la migración de sus pobladores a los Estados Unidos ha facilitado un ingreso adicional para las familias del municipio, más el agregado de los recursos públicos directos a la población, hacen de Tenango de Doria un espacio de paz salutífera.

El Cerro Brujo es su guardián, visitado por la gente del lugar para pedirle su intervención auspiciosa en fiestas comunitarias que resulten alegres y seguras, sin hechos qué lamentar. Hay otro tipo de peticiones, por ejemplo, si la sequía abate la tierra, el pueblo se dirige al Cerro Brujo para solicitarle el arribo urgente de las lluvias.

Tres días de visita dan para una idealización bucólica, romántica. Faltan otros datos, los obtenidos a ciencia y paciencia. Tómese en cuenta, sólo quería escapar de la toxicidad de las campañas electorales, convertidas en una letrina donde deponer, nunca proponer. ¡Lo logré!

Que ni se les ocurra buscar la denominación de pueblo “mágico”. Lo que en realidad sucede con esa declaratoria es metropolizar al pueblo con chelerías, restaurantes, hoteles carísimos y hasta boutiques inalcanzables para sus pobladores. Algunos denominados pueblos mágicos son con como un trasplante de La Condesa al medio rural. El caso de Huasca de Ocampo, también en Hidalgo.

Las cosas buenas existen, merecen ser visibilizadas.

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