El infierno, el lugar donde el dolor y el lamento son inextinguibles. A ese lugar ha remitido la Corte a los padres de los niños afectados por el incendio de la guardería ABC de Hermosillo, Sonora. Los ministros siguieron la línea del menor riesgo para no trascender hacia un nuevo paradigma de justicia. La Corte prefirió permanecer bajo el orden de impunidad que solapa la propia legislación en sus renglones que sirven para proteger a los que más tienen. No es una norma que sugiera un mundo al revés, justicia para los desamparados, para los que tienen menos recursos, para los que viven al día. Es una legislación interpretada para mantener las desigualdades y extremarlas.
Al infierno hemos sido mandados por la Suprema Corte de Justicia, no tenemos salvación. La impunidad ha sido legitimada por el Poder Judicial. Qué se puede esperar entonces si los más altos responsables de este país tienen garantizada su conducta impune. En el gabinete presidencial celebrarán con champaña la patente de corzo que les ha sido reconocida. Qué pueden entender los millones de desesperados que no encuentran ruta digna para salir de la postración en la que viven. Admitir, consentir la impunidad de los poderosos es dejar la puerta abierta al delito ¿Eso desea la Corte? Si es así el Leviatán ha sucumbido, la guerra de todos contra todos está permitida. El crimen organizado ha sido legitimado, la guerra sucia en las campañas políticas no tienen obstáculo. Bienvenidos a la ausencia del Estado de derecho.
No todo está perdido si ante un mundo adverso concebimos tiempos mejores, convencidos de que la tierra no es el infierno, pues en la tierra el dolor y el lamento no son para siempre. El próximo 4 de julio en catorce estados de la república se puede dar un vuelco pacífico a este estado de cosas si se tiene claro el objetivo de fortalecer los derechos de la mayoría que ha sido abusada por un grupúsculo que accedió al poder por un procedimiento judicial y con el pertrecho de los militares. Un grupúsculo que no tiene respaldo popular y que permanentemente vive resguardado por una guardia, el Estado Mayor Presidencial, que son el sello para que la impunidad permanezca.
Tenemos enfrente un régimen agotado, incapaz de hacer política (inclusivo) proclive a los actos de fuerza. Un régimen que no se aguanta ante el espejo y padece su propia imagen. Un régimen que en lugar de actuar para hacer cumplir la Constitución prefiere contratar agencias de publicidad, hacer relaciones públicas. Un régimen que dice luchar en contra de la inseguridad pública pero con sus actos es el mejor promotor de la falta de seguridad.
A los ciudadanos que tienen oportunidad de votar el próximo 4 de julio, golpeen con su voto a Calderón y sus compinches. No hay que esperar a que la bota los aplaste como lo hizo con los niños Almanza, Brayan y Martín. Hay que revertir el desorden generalizado que herodianamente ha segado la vida de menores de edad.