Es la cuestión implícita del
proyecto transformador en curso frente a estructuras que pusieron por encima el
interés propio en detrimento de intereses tendientes a la agregación del
colectivo nacional. Las reformas estructurales se fundaron en un consenso no
sólidamente realizado que puso el interés público al servicio de intereses
particulares, de los particulares que de entrada contaban con un arranque
ventajoso por riqueza o educación, posición corporativa o regional. Esta
orientación es la que se está desmontando y llevará tiempo. Un régimen
selectivo y excluyente, diseñado para una minoría, que profundizó la
desigualdad social, misma que se puso a consideración de sesudos estudios,
programas de investigación y centros de medición, dignos de hacer exclamar
¡Cuánta desigualdad!
Qué se ha hecho, pues nada más
modificar el orden de prioridades dentro de la Constitución, como fortalecer
las actividades estratégicas del Estado en materia económica y de bienestar
social. Esas dos pinzas han tocado, nunca suprimido, intereses.
Son los interese afectados los
que se defienden desde una informe oposición, reticentes a comprender el cambio
iniciado. Sin forma porque no han desarrollado el planteamiento ideológico que
los integre. Una oposición en la que es difícil conciliar ultraderechistas y “progres”,
guadalupanos con feministas. Con esas características, los partidos adversos al
Ejecutivo federal todavía no encuentran la manera de tripularlos. En
sustitución, se forman organizaciones civiles presumiblemente financiadas por
empresarios.
En un
capítulo especial se encuentran los gobernadores, ahora encabezados por Javier Corral
-antes por Enrique Alfaro- que están muy molestos con el presidente López
Obrador por sus decisiones políticas sobre la austeridad, la salud, la seguridad,
el combate a la corrupción y a la delincuencia organizada. Miren que tocarles a
estos gobernadores convivir con un presidente que no les suelta la lana
graciosamente. Ya no son los tiempos de Fox o de Peña.
*En un ensayo con visión
histórica y deliberación filosófica, el economista Albert O. Hirschman
planteaba la hipótesis de cómo las pasiones fueron domadas por el interés. Lo
que el Estado quiso resolver por la vía de la coerción, los religiosos y
humanistas por la vía de la moralización, pues no sabían qué hacer con las
pasiones. Con el correr de los años la economía sirvió para domar las pasiones
afirmando el interés propio. Después de más de tres siglos con esa rsolución, tal vez un
Hirschman vuelto a nacer se preguntaría ¿Qué hacemos con los intereses? Las pasiones
y los intereses. Fondo de Cultura Económica. México, 1978.