La palabra contratismo no está
incluida en el Diccionario de la Real Academia Española, pero la usamos como
vocablo despectivo para señalar un contrato amañado desde su concurso público,
entre los funcionarios encargados de tal o cual obra pública -bien y servicio
también. Para ello procuran un contratista a modo y así obtener un beneficio
monetario o material en goce y disfrute particular, como si lo hubiera
conseguido con sus propios recursos.
El contratismo ha sido señalado
por décadas en México. Las reformas, la modernización, no lo han caducado. Es
una práctica sin peligro de extinción, hijo bastardo de lo público-privado. Las
constructoras son las empresas mejor cualificadas para estos enjuagues. En el
elenco de los últimos años han estado Oceanografía, HIGA, OHL y, por supuesto,
Aldesa y Epccor, responsables del Paso Exprés y del socavón que se formó en
julio pasado en la pista, como llaman coloquialmente los morelenses a la
vialidad que enlaza a la autopista México-Cuernavaca con la autopista del Sol.
Un ejemplo de cómo se cocinan
parcialmente los contratos por obra se encuentra en el siguiente enlace online
de la revista Proceso (<http://www.proceso.com.mx/194366/contratismo-privilegiado)
En el se cuenta como se fraguó el impulso de los segundos pisos de la
Ciudad de México, en provecho de dueños de constructoras pertenecientes a la
comunidad judía. Y, por favor, no acusar a la revista citada de antisemita.
Casos hay en exceso y el país
aguanta. Sólo me referiré a la actuación torpe de Gerardo Ruiz Esparza,
secretario de comunicaciones y transportes, con relación al hundimiento en el
Paso Exprés ocurrido el 12 de julio.
En términos de información
gubernamental, Ruiz Esparza tenía a su favor varios documentos: la convocatoria
de licitación de obra, con todos los detalles y exigencias de la misma, haciéndolo
cabeza responsable. Un dictamen que dio por buena la asignación de la obra a la
mejor oferta y definió responsables de la ejecución a Altesa y Epccor. Un
contrato donde quedan estipulados los compromisos formales. Una bitácora de
avance de obra. Supongo un convenio de coordinación con el gobierno del estado
de Morelos y el municipio de Cuernavaca, al menos. También un estudio de
impacto ambiental refrendado por Semarnat. Todo dispuesto para hacer una obra
con durabilidad, que no mostrará sus deficiencias fatales a los tres meses de
ser inaugurada.
Por lo que ha comunicado el
funcionario en cuestión, éste se ha dedicado a formular su propia exculpación.
Decir que fueron las lluvias y el alcantarillado quienes se complotaron para
exhibir las deficiencias de la vialidad federal recién “mejorada” es sacarle la
vuelta por parte de la primera autoridad responsable. Ya la comparecencia ante
legisladores del 22 de agosto, acaecida cuarenta días después, fueron ganas de
darle carpetazo.
Dos acciones sin cubrir de manera
inmediata de parte de Ruiz Esparza, tras difundirse el colapso de un punto de
la carretera: una, permanecer cerca de la familia afectada y demostrar una
condolencia activa antes que apática; dos, poner en alerta ante la función
pública a las empresas constructoras, suspendiendo sus actividades en México
hasta el esclarecimiento cabal de caso. La actuación fue otra. Autoridad
responsable y empresas se lavaron las manos. Su proceder ha sido inmoral y con
eso dudo que la ley los alcance para darles castigo.