miércoles, 29 de enero de 2020

El reino de Pareto


“los ilustrados franceses no tuvieron nada que ver con la Revolución; eran, en su mayoría, conservadores aristocratizantes -cuando no propiamente aristócratas-, reaccionarios, y muchos de ellos, oscurantistas, que se organizaron en una ‘iglesia invisible’ (Diderot) a la que solo podían pertenecer ‘un reducido número de sabios’ (Voltaire). ‘Eran respetados, estaban domesticados e integrados’, escribe Darnton. Y muy pendientes de cargos, prebendas y nombramientos o, los que eran más ricos, de gestionar inteligentemente sus fortunas.”
Gonzalo Pontón

Hay un bloque de publicistas -sean académicos, artistas, científicos, escritores o periodistas- que todos los días exponen su opinión para corregir y conminar al presidente López Obrador. Para este bloque la 4T ha resultado un tsunami que le estropeó el abanico, el floreo de su eminencia se descompuso, símbolo de su preeminencia sobre el resto de la ciudadanía. El bloque contribuyó a recrear un mundo, el del “elitismo democrático”.

Me detengo y pregunto ¿Cómo fue esto?

En una observación simple, empezar por considerar la posibilidad del curso de un proceso. La transición democrática arrastrada por la Ley de hierro de la democracia (R. Michels) que explica la conversión de la democracia en oligarquía. Lo que se desarrolló simultáneamente a la construcción de la institucionalidad, dispuesta a remplazar al régimen de partido único, fue un pluripartidismo hechizo, donde la confrontación de “ideas” era diluida en acuerdos que garantizaban el acceso generoso a recursos públicos. Así se diluía el compromiso de los partidos por establecer una comunicación de principios constante y efectiva con la sociedad civil, sobre la cual establecer su base social de apoyo ciudadano. Las grandes organizaciones sociales del PRI tuvieron que hacer mutis y aceptar la disminución de sus derechos adquiridos, algunos establecidos constitucionalmente. De este trance tenían que salir reforzados los derechos de propiedad, como si hubieran estado huérfanos. Así la voz de los empresarios se hizo dominante en las reformas modernizadoras. El Estado al servicio de empresarios influyentes, puestos en el estrellato de la revista Forbes. De ahí a debilitar el sistema de salud pública, el de educación pública, el sistema de pensiones, a deteriorar el salario mínimo ¿No es esto una modalidad oligárquica?


Por eso se necesitaron voces “críticas” y condescendientes a la vez, como para tomarse una foto con la muñeca tetona o llegar a remedo de consejero áulico. Sin dubitar se construyó una estructura multimodal dispuesta a la configuración de un bloque de publicistas, preferentemente sin partido, independiente, probadamente meritorio, distante de veleidades populares o sindicalistas. Concentrase en el cuidado de una mínima porción de la sociedad para dispensarle estímulos, conceder contratos a empresarios de la cultura, consultorías y despachos. Y lo más ingenioso, un sistema de entes autónomos en el cual los expertos pudieran desplegar sus habilidades, sin el desprestigio de la burocracia tradicional. Pero, sobre todo, como un blindaje del poder oligárquico frente a los amagos de intereses populares, a la vera del tren de la modernización.

Toda esa arquitectura fue sacudida con el voto de los mexicanos.

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