Primero escribiré sobre la gran
marcha de ayer y después atenderé el título a esta entrada del blog.
La marcha de la alegría, una
fiesta popular con un mensaje: demanda de justicia. 20 de noviembre de 2014.
16:30 El Ángel de la Independencia
se empieza a poblar.
17:10 Sale el primer contingente.
A la espera, rituales de arcana significación se representaban al pie de
conmemorativo monumento.
17:20 Increíblemente, mejor,
inoportunamente aparece un contingente de Morena, como si ignorarán quién es Lázaro
Mazón, padrino de José Luis Abarca, autor intelectual de la desgracia que
convoca multitudinaria reunión.
17:25 Un contingente encapuchado
al que se le exige descubrir el rostro. Se justifican: nuestra vida en Guerrero
corre peligro ¿Y aquí no?
18:00 Los contingentes seguían
incorporándose a la marcha y mejor iniciamos el recorrido. Desde este camino por la avenida Reforma, sorprende una marcha de la clase media (le dirá algo al
gobierno) Pueblo, lo que se dice pueblo, el de los amolados, el contingente que
vino de Guerrero. Sin vestirse de negro, rural y colorido; consignas
recicladas: “el que no brinque es charro” se coreó como “el que no brinque es
Peña”. Consignas sentidas, llevando a la gracejada y después a la carcajada.
Para mí, el grito de fuera Peña no me salía y se quedaba en la garganta pues
las consecuencias de tal solicitud no me convencen, pero cómo lo repitieron,
al igual que el conteo del 1 al 43.
19:35 En el embudo de la calle 5
de Mayo, los que querían entrar al Zócalo y los que ya estaban saliendo.
19:50 El último orador de
Ayotzinapa.
20:00 Comienza el jaleo y mejor
nos vamos para alcanzar la estación del metro Eje Central. El zafarrancho final
quedó atrás, el mensaje sin vuelta de hoja quedó afirmado: Justicia.
Pareciera que el reclamo de
justicia floreció con los desaparecidos de Ayotzinapa. Se trata de una demanda
ancestral, al menos desde el tiempo del México colonizado por España.
No hace mucho, considerando la
valoración del tiempo en la historia, hace veinte años un candidato a la
Presidencia dijo que México tenía sed de justicia. Lo mataron ¿Les dirá algo a
los priístas? Por mí parte ya lo he dicho, la cuestión de la justicia está
pesada: si los expedientes de la
injusticia volaran en éste país nunca más volveríamos a ver el sol.
La realización de la justicia nos
debería congregar, fortalecer. A las élites les resulta banal, siempre y cuando
no se afecten sus intereses. Hágase la
justicia en los bueyes de mi compadre. Perturba al presidente Peña Nieto el
ambiente actual de México, al cual llama desestabilizador, sugiere que está
provocado por quienes resultaron afectados por sus reformas: ¿Los gobernadores?
¿Elba Esther Gordillo? ¿Carlos Slim? Y tiene cuidado de no aludir a los
beneficiarios: ¿Televisa? ¿Grupo México? ¿Juan Armando Hinojosa Cantú?
Hay un pleito en la cima que hace
colisión con la injusticia estructurada que padece la población. La imagen del
gobierno es de desprestigio. En las últimas intervenciones públicas del
Presidente, a su regreso del Lejano Oriente, en el oscuro de sus ojos chispea
el fuego de la ira. Pues cómo no, el gran transformador trastabilla ante el
clamor de justicia e instruye a la PGR para que resuelva. El daño es más
profundo y no está al alcance exclusivo de diligencias judiciales. El daño al
Estado se llama excepción, la ley suspendida y sin aplicar al momento de la
actuación del aparato del Estado.
Tlatlaya, 30 de junio de 2014,
una patrulla militar ajusticia a veinte presuntos delincuentes. Es el día que
se desconoce públicamente bajo qué norma e instrucción escrita se actuó de esa
manera ¡Excepción!
Iguala, 26 y 27 de septiembre de
2014, la policía reprime un “brigadeo” estudiantil y desaparece a 43 normalistas.
Es el día que se desconoce públicamente bajo qué norma e instrucción escrita se
actuó de esa manera ¡Excepción!
Todavía no estoy convencido de
que estos sucesos letales configuren un crimen de Estado, lo que no me queda
duda es que se trata de traición al Estado y me causa horror el que no se actúe
de manera expedita para reparar dicha traición. Será, tal vez, que la
excepción se ha implantado para sustituir a la norma. Recuerdo que uno de
los primeros actos de Ernesto Zedillo, que ahora habla de falta de Estado de
Derecho, fue el de descabezar a la Corte ¡Excepción!; Vicente Fox siempre actuó
como empresario, contrario a lo que obliga el servicio público ¡Excepción!; Felipe Calderón inventó la guerra con el crimen organizado y desde entonces
comienza la cuenta dura de muertos y desaparecidos ¡Excepción!
(No está por demás volver a la
recomendar a Giorgio Agamben: el volumen de inicio Homo Sacer y una de sus continuaciones, Estado de excepción.)