Desde que el Estado inició la
modificación de las reglas aplicables a los concesionarios de radio, televisión
y telefonía (Esto último desde la privatización de Telmex) Las empresas que
lucran con la proporción de un servicio concesionado han acumulado tanto poder
que logran imponerse a las autoridades y organismos que controlan su operación.
Hoy las concesiones en materia de espacios de transmisión de señales son la
manzana de la discordia. Las empresas beneficiadas desafían el arbitraje de la
autoridad y se ponen respondonas, no admiten el vasallaje de terciopelo con el
que doblaban la cerviz ante el presidente en turno.
Primero con la justificación de
abrir la competencia en el campo de los servicios de telefonía, después, desde
el gobierno de Vicente Fox, se inició la subordinación de la autoridad a los
caprichos del duopolio televisivo, Televisa y TV Azteca.
Felipe Calderón ha reforzado esa
tendencia y no con los mejores argumentos técnicos. Por el contrario, en sus
intervenciones ha mostrado el rostro del censor. En el orto de esta
administración, Calderón se fue con todo en contra del periodista y empresario
José Gutiérrez Vivo, su estrella ya no titila en el espacio de la radio, se
apagó. Tal parece que en el ocaso, el mismo presidente Calderón quiere dar
exhibición estertórea de su poder. Ordena a sus empleados limitar, reducir el
tamaño de la concesión de la familia Vargas (MVS Comunicaciones) Esa decisión es la nota de escándalo en la
prensa que va poniendo los elementos para armar otro cuento maniqueo, los malos
en contra de los buenos. A ese baile nos están invitando.
Liberalización se confunde con
descontrol, control es entendido como
autoritarismo. No se acierta a trazar la línea entre la información y el
entretenimiento, ni cuando se transforma la actividad empresarial en espacio de
poder autónomo de lo público y los fines del Estado. Se ha dejado crecer la
indefinición respecto a las concesiones de radio, televisión y
telecomunicaciones en deterioro del
arbitraje del Estado. Arbitrariedad, discrecionalidad, favoritismo y chantaje
describen de cuerpo entero la actuación de concesionarios y autoridades. Se
procede como si la sociedad, las nuevas generaciones sobre todo, no tuvieran
modo de estar mejor informados al seleccionar dentro de la pluralidad de
medios.
Si de algo se trata la
comunicación es ponernos en común. Aquí está ocurriendo lo contrario, en un
asunto para profundizar el encono social prexistente desde las elecciones del
2006. El actual gobierno se niega a aceptar su culminación y se comporta como
si el tiempo no pasara y contara con la fuerza del arranque. A estas alturas la
confianza y la credibilidad del PAN gobierno entró en una pendiente de
rendimientos decrecientes. Por favor, que alguien la acerque un calendario a
Felipe Calderón para evitar actos desesperados de su parte. Que se dedique con
parsimonia y humildad a preparar maletas.
En todo esto, lo extraordinario
es el desafío de Joaquín Vargas Guajardo ¿Hasta dónde llegará? No se sabe. Ni
los banqueros tuvieron una actitud semejante de rebeldía en contra del sistema
cuando los expropió José López Portillo en 1982. Y lo que nos falta por ver. Como adelanto para
ir checando el asunto, está el hecho de que no ha habido pronunciamiento alguno
de corporaciones empresariales como la Cámara de la Industria de la Radio y la
Televisión o el Consejo Coordinador Empresarial. Esto apenas comienza.