El temporal en dos frentes,
el Golfo de México y la Costa del
Pacífico – Ingrid y Manuel- han dejado agua a raudales. Desbordamiento de ríos
y trazo urbano como ríos de la ocasión. Mesoamérica rendida al dios del agua,
Tláloc, venerado como deidad de la fertilidad, la reproducción de la naturaleza
vegetal. Así era en el mundo prehispánico.
Ahora, lo que los meteorólogos llaman
tormenta tropical o ciclón, según sea la especificación técnica, en el despliegue
de su fuerza pone a prueba al Estado moderno en sus dos componentes: en tanto
gobierno, la disposición de recursos fiscales y el aparato público para atender
la emergencia; en tanto sociedad, resurge el principio de la solidaridad tanto
tiempo anestesiado por la codicia mercantil. Solidaridad que encuentras en la
desgracia del otro tu oportunidad. La conciencia abierta hacia la alteridad es
una llamada a la reorganización y movilización civil.
Lluvia que cae en medio de un
proceso de reformas, hasta ahora auspiciado por el Pacto por México, en continuidad
con la apertura comercial iniciada por Miguel de la Madrid, aunada con la
disminución del Estado peyorativamente calificado de interventor. Reformas que
han tocado derechos sociales, también privilegios –de aprobarse en sus términos
la reforma hacendaria. Enrique Peña Nieto ha arriesgado su capital político. La
legitimidad electoral alcanzada se dilapida, aparentemente. La divisa del
gobierno eficaz palidece ante la continuidad sibilina de hacer las reformas que
no pudo hacer el Partido Acción Nacional en doce años.
Un proceso de reformas que no es
acompañado por el crecimiento de la economía. Como diría Luis Echeverría
Álvarez, la economía está en atonía. La economía está en recesión, declaró ayer
el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas.
Los empresarios que empiezan a
disfrutar de los ahorros que les ha facilitado la reforma laboral no se dan por
satisfechos y abominan de la reforma hacendaria. Son los dueños del país y lo
quieren todo.
El actual gobierno de la
república, con todo y la reforma a la administración pública federal y el
decreto de austeridad inaugural, no ha roto la inercia que dejaron los gerentes
blanquiazules, mucho menos con el abuso de los mensajes publicitarios de lo que
se supone es actividad gubernamental.
En esta desazón del gobierno que
se propone eficaz, llega Tláloc para poner a prueba las estructuras
gubernamentales en sus tres niveles. Temporal coincidente con el desafío
vigente del movimiento magisterial y los desbordamientos sociales que pueda
traer.
Por lo pronto, el Estado de sitio
se mantiene en el corazón del centro histórico de la ciudad de México, sustrayéndolo
como espacio por excelencia para el ejercicio del derecho de manifestación. No
sin antes haber utilizado ese espacio para el acarreo de miles de mexiquenses
la noche del Grito de Independencia el domingo pasado: Viva Peña Nieto, se leía
en sus afiches. Si fue decisión de los presidentes municipales, de la
secretaría de gobernación o instrucción de Los Pinos, el hecho es desafortunado
y hasta el momento no hay desmentido de parte de la autoridad.
Ya lo he escrito, vienen meses
difíciles. El irresuelto conflicto magisterial, la contracción económica
inducida por los empresarios, no dan para buenos augurios.
Verano lluvioso, crudo invierno.
Algo tendrá que hacer el gobierno de Peña Nieto para detener su desgaste. El
Pacto por México no sustituye a la representación nacional, considerarlo así es
usurpación. Acelerar el ejercicio del gasto público autorizado es una parte que
está al alcance del gobierno ¿Será suficiente para reconstruir la interlocución
con la sociedad en su conjunto?