El mes pasado se dio a conocer un
nuevo membrete opositor al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. La
publicidad no ha tenido el eco esperado por los promoventes, ni siquiera ha
sido de gran interés analítico en la prensa. Con ese tino, la organización
civil Sí, por México, seguirá la misma ruta de sus semejantes inmediatos
-Dice promovida por la Coparmex, Frenaa dirigida por Gilberto
Lozano, quien ha sido panista y empleado de Femsa- hacia su colisión con la
cuarta transformación, desde su muelle desdén por habilitar un proyecto popular
alternativo. Una organización que surge de las élites, por eso no transita
hacia la ciudadanía o a la sociedad civil*, como fatuamente les gusta
proclamar. Su organizador se exhibe con el argumento falaz de que nada está
detrás de esta intentona derechista.
Claudio X. González Guajardo, en
su biografía, nos da pistas de lo que está detrás. Por el lado familiar, en
tanto hijo de Claudio X. González Laporte, es representante del corporativismo empresarial, de intereses patronales. Por el lado profesional está ligado a la
tecnocracia en tiempos de Salinas y Zedillo. Esas son sus credenciales que
hacen predecible lo que se puede esperar de su propuesta: regreso al
neoliberalismo. También hay que anotar su transformación en activista con dos
antecedentes. La organización Mexicanos Primero, dedicada a descalificar a los
trabajadores de la educación pública durante el sexenio de Felipe Calderón. Ya
en el poder, Peña Nieto le dio el gusto de la reforma educativa que golpeó al
magisterio nacional. El activista, hijo de empresario, se dio por bien servido.
En virtud del éxito obtenido se
adscribió a otra causa-fingida, combatir la corrupción y la impunidad,
precisamente durante el gobierno que se esmeró en esas malas prácticas. No dijo
nada relevante de Emilio Lozoya, Luis Videgaray, J. A. Meade o Gerardo Ruiz
Esparza, concentró sus baterías en Rosario Robles y algunos centros públicos de
educación superior con el reportaje de la Estafa maestra. De paso, la
otra marca del activismo de Claudio Jr. Es la “mercenarización” de periodistas.
La
derrota del corporativismo empresarial, de la tecnocracia, del PRI, del PAN y
el PRD en las elecciones del 2018 catalizaron el activismo de la dinastía X, la
que no se ha cansado de descalificar todo lo que provenga del gobierno de López
Obrador. Es una fijación patológica merecedora de un estudio psiquiátrico,
fuera del alcance de este blog. Al activista lo acompaña una priísta, directora
de una revista que vivió sus mejores tiempos en el siglo pasado y fue muy bien
apapachada por Peña Nieto. También está con él Gustavo Adolfo de Hoyos Walther,
que sigue al frente del sindicato patronal Coparmex. Nada nuevo, innovador, simplemente
están a la caza de los privilegios perdidos: contratos a modo, exención de
impuestos, subvenciones, tráfico de influencias.
*En varias ocasiones me he
referido a la sociedad civil (https://www.blogger.com/blog/post/edit/8251921317178057992/4063491022575677839
, https://www.blogger.com/blog/post/edit/8251921317178057992/5788239773546902252
y https://www.blogger.com/blog/post/edit/8251921317178057992/8657536584241793092
) esa que se ha convertido en mantra o
invocación de la derecha liberal y radical. En una versión elitista, clasista,
racista, discriminatoria de la sociedad civil, geolocalizable en las Lomas de Chapultepec,
el Pedregal de San Ángel y otras zonas residenciales. Muy lejos de la identidad
que le dio Antonio Gramsci en sus escritos carcelarios, una sociedad civil
reformulada desde la filosofía de la praxis (marxismo) para la realización de
la sociedad regulada (sin clases) y en el ánimo de establecer un poder popular,
que en un principio concibió desde los consejos obreros (soviets) y extrapolación
de la revolución de octubre. Lo anoto para dejar constancia de que en el
discurso y el debate político la sociedad civil tiene variantes en su
significado.