Antes de que empiecen las
campañas en marzo próximo, la contienda por la presidencia de la república
tiene un centro de debate. Ése es Andrés Manuel López Obrador. La decisión
electoral se dirime en una cuestión: estás con o en contra de él. Ante esa
deliberación, candidaturas y partidos están aplanados, sin mayor relieve a
excepción de lo grotesco o chusco de sus intervenciones. Están como en la casa
del jabonero, el que no cae resbala. La figura es AMLO. El presidente lo sabe y
se deleita con su proyecto de reformas a la Constitución. Proyecto que será el timón
conductor de la 4T sobre las aguas electorales, dentro de la legalidad de su
ejercicio y sin tocar o invadir la norma electoral.
En la mente de los ciudadanos
está muy claro, lo amas o lo odias.
El apoyo obtenido por AMLO
durante su mandato lo construyó sobre lo que todo economista bien dotado sabe:
la hegemonía en el régimen capitalista se llama consumo. Eso lo entendió el
presidente antes de llegar a detentar el poder ejecutivo. La serie de subvenciones
a la población, el incremento a los salarios mínimos y la lucha por recuperar
la soberanía energética han jugado del lado del consumo. Hubo economistas que
pronosticaron el colapso económico para los inicios del actual sexenio y eso no
ocurrió. En otro tiempo, hubo un presidente doctorado en economía por una
universidad extranjera, Yale, y en menos de un mes se le cayó la economía
-Ernesto Zedillo y el error de diciembre de 1994. Bueno, hay que reconocer que
no se trata de una ciencia exacta. Lo cierto es que el apoyo que todavía
mantiene López Obrador pesará en las próximas elecciones.
En el otro platillo de la balanza
está la inseguridad, que en el correr de los días se muestra como el tema
preferido de la oposición para degradar la gestión de AMLO. El gobernante se
jacta de no ser represivo ante el fenómeno llamado crimen organizado, lo que no
ha esclarecido es si esa jactancia ha dado lugar a un gobierno permisivo. Desde
el inicio del actual gobierno se criticó la inexistencia de un estudio que
justificara la guerra de Felipe Calderón contra la delincuencia organizada. Es
de preguntarse, dónde está el estudio justificatorio de “abrazos no balazos”
como estrategia de seguridad. Qué decir de los improvisados, un ingeniero civil
a cargo de la seguridad o qué tal una periodista. La verdad es que en materia
de seguridad la formación militar ha sido la base y poco se ha avanzado para
modificar esa realidad. Qué tanto pesará la inseguridad en la decisión de
junio, es de pronóstico reservado.