jueves, 19 de noviembre de 2015

Otros rostros del terror

En la calle de Tacuba 15, en el Centro Histórico de la ciudad de México, se ubica el museo de la Tortura y la Pena Capital. En estos días en los que nos decimos sorprendidos, una vez más, por actos de terror, resulta pedagógico incursionar en este recinto. La tortura como algo aceptado, incluso como espectáculo, infligir dolor a otro, no habla bien de nuestras certidumbres de civilidad. Aquí se muestran ilustraciones e instrumentos utilizados en Europa del 1300 al siglo XIX, la tortura expuesta como asunto público y refuerzo de la fe cristiana. En singularidad se encuentra la aportación de los Estados Unidos con la silla eléctrica. No forma parte de la exposición el Lejano Oriente, el Islam, lo que fue del bloque soviético, ni las dictaduras sudamericanas, ni Guantánamo y, por supuesto, el Palacio de Lecumberri y los legendarios separos de la Procuraduría General de la República. Eso no demerita al museo en lo que es valorable por lo exhibido y su propósito irrebatible: formar conciencia cívica para detener y disminuir la conciencia sádica en cualquier tipo y tamaño de conglomerado humano.

Y esto viene a cuento porque la tortura es una forma de terror, de terror metódico e institucionalizado por el Estado y justificado por la ideología. No ha lugar de sorpresa o sentirse sorprendido, los sádicos están ayunos de empatía y no sólo derraman la sangre del otro y destruyen edificaciones, pueden tener otra expresión en el dogmatismo económico, capaz de producir horror y hasta de matar. Sé que los sustentas de este fundamentalismo no se dan cuenta o fingen no darse cuenta. Lo cierto es que el cuento de que la liberalización económica produce armonía social y prosperidad no se ha cumplido en México, por el contrario, polariza a la sociedad y la mantiene en un estado de crispación permanente.

Todos los días las autoridades afirman sobre la incontrovertibilidad del camino correcto seguido. Con periodicidad y a contrapelo del optimismo oficial, se presentan pronósticos que barruntan el crecimiento mediocre de la economía. Algo no funciona y las reformas estructurales se van dilapidando, pudriendo en el pantano de la corrupción y la inseguridad, reportándole al gobierno recelo del exterior y desconfianza de los inversionistas. Eso ha costado mucho al país y los políticos no se atreven a dar los pasos conducentes para tan necesaria reparación.


Así las cosas, ateridos de terror estamos, pues los reformadores se han subido al trenecito de Gorbachov animándose entre ellos: “haz como que se mueve”.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Lamento

Dónde quedó el determinismo científico, quién invoca datos duros. Simplemente están apagados. El lamento es lo humanamente dable en la inmediatez por los sucesos fatales del viernes trece en París. Sin información cierta la condena es abstracta, en el aire. Contra la costumbre de este blog, saldré de la aldea, no del todo, pero no del afán de esclarecerme lo que me parece oscuro haciendo aproximaciones pertinentes. Empecemos por considerar perspectivas de seguridades quebrantadas, de supuestos a los que damos toda nuestra confianza para obtener una vida aceptable, mejor, pero por alguna causa se retuercen en contra de la vida misma: religión, tecnología y comercio.

La violencia que hoy se empaqueta como terrorismo no inaugura nada y es una estratagema de las potencias en el orden globalizado. La violencia siempre ha estado ahí, latente, cuando explota le hemos otorgado un adjetivo para significarla en su motivación. Hay violencia revolucionaria, nacionalista, civil, colonizadora o imperial de conquista y hay la violencia religiosa, con una tradición más que milenaria. Ésta última la han padecido lo europeos, digo, por si se le ha olvidado a alguien. El contrasentido de la violencia religiosa de las llamadas por Max Weber religiones sociales –judaísmo, cristianismo, islamismo, en estricto orden de aparición- es la aceptación del mandamiento ¡No matarás!. Lo que en este momento ignoro es el entretejido que incuba la violencia que explotó en París y, al respecto, los medios dan palos de ciego, si no es que se dejan ir en la corriente de la especulación sobre el “terrorismo”. La forma podrá ser religiosa, el fondo no precisamente.

Desde otro enfoque, se ha ido preparando, a nivel global, una condescendencia para con la violencia. El desparpajo con el cual se distribuye y consume la cultura de la violencia en los denominados video-juegos. El día siguiente, el sábado y muy lejos de París, una pequeña jugaba a que mataba. Ya maté a uno, ya maté dos, hasta llegar a doce, en la docilidad del móvil a la presión táctil. El padre y la madre estaban contentos con la pericia de su hija, a fin de cuentas se trataba de un ejercicio virtual. Pero no podemos dejar de alertarnos cuando el avance tecnológico se pone por delante de la educación y tiene, en tanto modalidad de socialización, un efecto contrario al esfuerzo civilizatorio implícito en la educación.

Un tercer abordaje, el mercado de armas. Las células violentas que hicieron de París su teatro de operaciones, procede acaso de un ente productor de armas o las obtuvo a través del mercado. Lo segundo es lo más seguro y bien se haría en revisar los términos en que éste se realiza, pues no puede quedar en las mismas condiciones del mercado libre. Y aquí es donde entra la especulación sobre el acceso al armamento y los explosivos de los llamados “terroristas” y el juego perverso en el que se debaten las grandes potencias militares.

Al respecto de lo nocivo de estas prácticas de comercio, México ha sufrido los inconvenientes del mercado de armas cuando se pierde la regulación rigurosa. En la década pasada, una agencia de los Estados Unidos se le ocurrió la liberalización unilateral del comercio de armas hacia México bajo una operación llamada “rápido y furioso”. El efecto fue espantoso, la delincuencia organizada fortaleció su capacidad de fuego y el número de muertos fue de miles; otro caso es el de una empresa alemana que vendió armas a entidades federativas en conflicto, lo cual tienen prohibido. Lo grave es que el uso de las armas fabricadas por Heckler & Koch ocurrió en los deplorables acontecimientos del 26 de septiembre de 2014 en Iguala.


Tal vez lo leído hasta aquí ayude a despejar algunas telarañas que se tienden en la mediatización de los acontecimientos. Terminó recordando a una estrella de las humanidades y a un activista ejemplar, uno nació en Siria, el otro nació en Argelia, ambos contribuyeron a disminuir la conflagración étnico-religiosa a su manera, valorando lo que la humanidad tiene en común: Émile Benveniste y Albert Camus. 
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