“Social network”, red social, es
un negocio. Quienes tienen los derechos de la aplicación se manejan como los
casinos: la casa nunca pierde. Los usuarios pagan con sus datos personales su ingreso
a las redes sociales digitales. Lo atractivo de las redes es su disposición de
horizontalidad relativa. De inicio, el ciudadano de a pie como el criminal, el
magnate como el personaje de cualquier área, cumplen con los requisitos mínimos
para ingresar. Virtualmente, todos los miembros de una red están en el mismo
piso, ahí está su horizontalidad. Los periodistas, por ejemplo, tienen una
tribuna propia y se sienten en un piso superior, han quedado atraídos por las
redes. No importa lo que escriban en un diario o digan en un noticiero, la red
social los ha puesto a iniciar desde cero. A pelearse por los halagos de un me
gusta o aguantarse una respuesta corrosiva.
Pero quienes controlan el negocio
de una aplicación tiene su impulso inicial, con la experiencia de la
horizontalidad que perciben sus abonados, es la base del negocio. Para hacer
crecer el negocio tienen que vender la idea al usuario de convertirse en un “influencer”
y le piden una cuota periódica. También se ofrece el medio de la red para hacer
publicidad comercial, tanto como campañas políticas. Es entonces que la
ambición amenaza al piso parejo en el que supuestamente se encuentran los
miembros de una red. Las noticias falsas se multiplican, las granjas de “bots”
incursionan. La red se convierte en un espacio virtual propicio para el odio y
la pendencia. Luego, su encanto termina cuando se llega al extremo de que los
dueños del negocio se arrogan el lugar de “Big brother”.
Se viven las redes sociales como
si fueran un invento del siglo XXI, presente puro sin pasado al cual remitirse.
En cierto modo así es si se hace tabla rasa. Pero, acaso la comunidad primitiva
no fue una forma primigenia de red social establecida sobre la horizontalidad en
la que se situaban sus miembros a través de rituales y símbolos. O se podría
considerar, desde la antigüedad, la red social construida por Pablo de Tarso.
Una red abierta que incluía a todos sin importar diferencias, a la cual se
ingresaba cumpliendo el requisito de creer en la palabra del Salvador y
difundirla. En ese esquema de horizontalidad que se ofrecía en la asamblea (ekklesia)
en la cual se congregaban en distintos pueblos los primeros cristianos. Sin la
red social que construyó Pablo de Tarso, de la que sus epístolas son su mayor
testimonio, no se podría entender del todo el éxito de la religión fundada en
el nombre de Cristo Jesús.
Mientras, la oposición partidista
(PRI-PAN-PRD) ni siquiera intenta formar una red social que compita con el
obradorismo. No se les ve haciendo recorridos de pueblo en pueblo, todo los
hacen desde la conspiración y la cobertura de los medios tradicionales y el
internet. No se vayan a desgastar Alito, Chuchito y Markito, pues se creen bien
acunados por papá Claudio ¿Para cuándo se rebelarán sus bases?