jueves, 5 de noviembre de 2009

El Estado fingido

Dedicado al profesor universitario Arnaldo Córdova, que ha insistido sobre el tema en sus artículo dominicales de La Jornada, también al embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, teórico del Estado fallido.


Los turbulentos días que vive México son el resultado de la incapacidad de las élites y la sociedad para ponerse de acuerdo y modificar el régimen de la revolución mexicana, con el propósito de ofrecer un nuevo orden en el que todos se sientan incluidos. Desde 1983, de manera sistemática, la crema y nata de los empresarios, sustentados en la genuflexión de los gobernantes en turno, se han dedicado a cambiar un orden. Enmiendas a la Constitución, leyes, reglamentos y decretos que no han podido destruir, pero sí obstruir, la complejidad elaborada por el Constituyente de 1917. Se ha llegado a una situación donde la Constitución si no se cumple, se finge. En el meollo del verbo fingir: Dar a entender lo que no es cierto (RAE).

Los derechos de los trabajadores se eluden. El derecho a la educación se pervierte. El derecho a la salud es un artículo de lujo. La rectoría del Estado el precepto constitucional más violado por el Presidente de la República. Y así se podría seguir. La estructura de poderes es de un fingimiento que no tiene límites. El Presidente finge gobernar para todos. Los legisladores fingen ser representantes populares. Los jueces fingen impartir justicia. Si ese es el verbo, qué se puede esperar. Pues fingir que en México realmente opera en el mercado la ley de la oferta y la demanda. Los monopolios, las licitaciones, el fraude impune y la vista gorda de la autoridad, son negación del mercado en beneficio de 400 corporativos.

Se jura respetar la Constitución y en el estado de Chiapas el gobernador, los presidentes municipales y el congreso local ya decidieron ampliar su mandato para ajustar las elecciones locales a las federales. El apego a lo que manda el precepto constitucional obligaba a realizar el ajuste reduciendo el mandato por venir no aumentando el vigente. Tal como ocurrió en el estado de Michoacán. Se vive el Estado fingido.

En el municipio de San Pedro Garza García, en Nuevo León, territorio que se autoproclama de avanzada nacional, el presidente municipal Mauricio Fernández, ése que de joven fumaba mota y ya después se decía dispuesto a pactar con el crimen organizado, el sábado pasado juro respetar la Constitución y desde ese mismo día ha dado muestras de violentarla, de estar dispuesto a incurrir en la ilegalidad con tal de combatir la delincuencia. Un escándalo del cual todos están enterados menos Felipe Calderón, la PGR y la Suprema Corte de Justicia, pues estos entes, entelequias sería más correcto, no se han pronunciado al respecto. Cuatro personas ejecutadas son halladas dentro de un vehículo en un barrio de la ciudad de México que pertenece a una delegación gobernada por el PAN. Nada extraño dentro de la violenta normalidad. Lo curioso es que el hallazgo de la policía ministerial capitalina era un hecho conocido y difundido por el edil Fernández horas antes. Es el momento que el tempestuoso sampetrino no es investigado de oficio. Otra muestra de que el Estado fingido es una realidad.

El incendio ha iniciado y no se ven los bomberos. Acaso nos tocará ver a una oligarquía que beba de su propia sangre.

martes, 3 de noviembre de 2009

Preparándonos para el 2010



Qué celebraremos el año que viene. El Bicentenario de una irritación social que tuvo por consigna ¡A coger gachupines! El Centenario de otra irritación social que entre sus consignas de justicia social el zapatismo acuñó ¡Tierra y Libertad!

Doscientos años después se ha formado una nueva irritación social y su consigna está por escribirse. Provisionalmente los “saltacomidas” podrían copiar a los piqueteros argentinos ¡Que se vayan todos!

No se ve cómo el actual gobierno pueda manejar el malestar de muchos. Por el contrario, las autoridades se esfuerzan por alentar la irritación. Todo porque las élites se obcecan en mantener un arreglo perverso de mutua conveniencia a costa de la mayoría. Los empresarios corporativos hacen como que pagan impuestos, los gobernantes hacen como que rinden cuentas. Se les hace más fácil aumentar o crear nuevos impuestos en lugar de imprimir eficacia a la recaudación y al aprovechamiento de los ya existentes.

No hay disposición de las élites, peor de parte de la clase política. El presidente Calderón reconoce que los grandes corporativos “rara, rara vez pagan impuestos” y no hace nada. Igual que Porfirio Díaz cuando declaraba hace cien años que México ya estaba preparado para la democracia. El PRI se enorgullece de que le enmendó la plana al paquete fiscal del gobierno. (Francisco Rojas y todos los diputados del PRI deberían tener claro que no se les dio la oportunidad de alcanzar el mayor grupo parlamentario para aumentar impuestos, sino para meterle verdadera presión al gobierno de Calderón y ajustarlo a que cumpla con la Constitución, salvo excepciones, les valió queso el mandato popular) Tales afirmaciones no quitan la esquilmada que darán a contribuyentes y consumidores para el 2010. Con qué cara van a salir a celebrar Felipe Calderón y su gabinete, Beatriz Paredes y los gobernadores del PRI. Seguramente lo harán desde un búnker que los blinde del populacho.

Los mexicanos quieren de sus representantes buenas noticias. No quieren seguir anclados al siglo pasado, como el legalismo para no cumplir las obligaciones fiscales de quienes más se enriquecen, seguir pagando la absurda deuda de Fobaproa/IPAB o manteniendo el contratismo que ayuda a que algunos políticos no sean pobres políticos pobres.

A las élites no les avergüenza que más mexicanos engrosen las filas de pobreza, que se precarice la clase media, que la economía informal y la delincuencia se establezcan como extendido modo de vida. Saben que las cosas no andan bien pero no están dispuestas a disminuir privilegios.

A las cuatrocientas corporaciones empresariales tampoco les da vergüenza acogerse a recibir beneficios fiscales que para efectos prácticos resultan subsidios disfrazados. Todavía les alcanza la cara para que, encabezados por Televisa, organicen su Teletón. Teatro de la filantropía de las telecomunicaciones que sirve para exentar más impuestos. Para qué ser competitivos si el gobierno les auxilia a no enfrentar plenamente la competencia a los 400.

Ya se dijo aquí el mes pasado. El gobierno ha abierto el debate de los privilegios que no sabe conducir, mucho menos podrá concluir a satisfacción (Privilegios a debate) Suceden situaciones en las que la clase dominante por defender sus intereses atenta contra ellos. Muy cerca estamos de una situación semejante.
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