Las aguas residuales y de lluvia sobre
el proceso electoral 2012 no tienen como desahogarse, se estancan y enrarecen el
ambiente. El funcionamiento de la alcantarilla tiene como principal actor al
Ejecutivo federal, él tiene los recursos para que la contienda no se desborde.
Entre ellos está la Fiscalía Especial para la Atención de los Delitos
Electorales, aparato que a lo largo de su corta existencia se ha destacado por
su irrelevancia para desahogar las denuncias gordas en la materia. Un organismo
gris, ensombrecido por la máxima autoridad.
También están la Secretaría de
Gobernación y el Centro de Investigación en Seguridad Nacional, que deben tener
el mejor pulso de la situación y por tanto pueden abrir compuertas para que el
sumidero funcione reduciendo los riesgos de una afectación mayor al proceso.
Pero no pueden funcionar si no tienen orden expresa de su jefe.
Por su parte, Procuraduría
General de la República tiene órdenes verbales de investigar a los priístas, de
armar expedientes y, eventualmente, filtrarlos. Es una tarea que desde el
Ejecutivo federal azolva el drenaje y contribuye a que las aguas sucias del
proceso en marcha no drenen. Y no se detiene ahí, el presidente Calderón no
pierde oportunidad para poner en la pira los setenta años de gobiernos del PRI,
como por ejemplo en relación a la compensación de los braceros que hizo el
domingo pasado, o de gobiernos recientes y de otro color como el del perredista
Leonel Godoy. Ganas de ser prudente no se le ven. No deja de golpear en la
expectativa de alcanzar un golpe contundente y paralizante del adversario.
Su candidata, Josefina Vázquez
Mota, juega también a manejarse en los bordes de la legislación electoral. Se
olvida que la negativa herencia de doce años de gobiernos panistas está fresca
y no le ayuda en nada. Por el contrario, es un lastre y garantía de su derrota.
Se invita a elegir al futuro
gobierno federal mirando al pasado de los adversarios. Automáticamente el
futuro parece cancelado. Los mismos partidos, todos, tampoco están dispuestos a
dejar de recriminar la actuación pasada de sus contendientes. Como que la gente
está cansada de esta actuación ¿O no? Quién sabe, pues las redes sociales demuestran
que les encanta este relajo.
Pincelar el mundo posible y
aportar las medidas para su realización es lo básico para escampar el vendaval
de descalificaciones dolosas. Eso lo tienen que hacer los partidos y sus
candidatos. Al gobierno le toca dar el ejemplo. A los poderes fácticos les es
exigible no tirar basura al proceso, pero no lo van a hacer. El Instituto Federal
Electoral muy bien podría desplegar sus oficios para alcanzar mayor claridad en
sus comunicados o pronunciamientos, su arbitraje está fundado en privilegiar el
juego limpio por sobre el dejar hacer, dejar pasar. Si no lo hace así, estamos
amolados y condenados a que la próxima justa electoral la decida el gobierno de
los Estados Unidos.