“La libertad humana puede ser
redescubierta en medio de aquello que se impone al hombre. Tal sabiduría
llegaba hasta nosotros de la mano de Sartre. Se trataba de un mensaje de
esperanza para toda una generación que había crecido en nuestro siglo bajo el
signo de la fatalidad y de la espera, y a la que un humanismo de la elocuencia,
aún con su glorificación de los derechos humanos, no lograba convencer de nada.
De hecho, aquella nueva filosofía era, en primer lugar, la palabra otorgada a
aquellos que la perdieron en la retórica donde habían zozobrado los grandes
proyectos. Si por otra parte una libertad así no buscó nunca la evocación de
mitos caducos y paganos ligados al ideal de una salvación personal, ni tampoco
fue anunciada por Sartre como una inquietud <> o una
fuente de responsabilidad a asumir de cara a quien, con toda evidencia,
<>, entonces estamos ante rasgos a los que la conciencia
judía es particularmente sensible. Angustia por una libertad volcada en
principio hacia los otros y en nada semejante a la de Heidegger, filósofo
anterior al genocidio; angustia por mi
muerte, angustia por lo que me es más
propio en la solicitud de lo humano que soy yo para mí mismo. A nosotros,
los supervivientes de los campos de exterminación, a nosotros, los
supervivientes de la historia universal, a muchos de entre nosotros, este nuevo
lenguaje se revela como bruscamente familiar o, al menos, muy próximo. Por otra
parte, juega un importante papel en la audacia con la que volvemos a viejos
discursos -interrumpidos desde hace mucho tiempo y progresivamente olvidados-
sobre la Escritura y sus tratados, siendo simplemente su intención de extraer
de ellos preceptos rituales, percibir de nuevo la llamada de la misión
encomendada a los hombres, para obedecer a esa vocación y bajo diferentes
formas, en Occidente o en Israel, comprometerse a transitar sus difíciles
rutas.”
Emmanuel Levinas
Cómo se suman las noticias de un
México que se mantiene en la pendiente del desastre. En este mes de julio ésas
notas se repiten hasta el cansancio. Informaciones sobre el colapsado camino
rimbombantemente llamado Paso Exprés que pasa por Cuernavaca, en Morelos. La reclusión
del exgobernador de Veracruz en un penal de la ciudad de México. El aniquilamiento
de un pastor de narcomenudistas en la delegación Tláhuac por parte de la Marina
Armada de México. En seguida, el gobierno de la ciudad de México hace razias en
contra de los bicitaxistas -aliados del supuesto narcotraficante ultimado- a
razón de no contar con autorización. Legalmente el servicio de los bicitáxis no
existe. Uff. En algún momento hay que hacer un corte de la serie del México
descompuesto. En Nuevo Laredo, Tamaulipas, son arrojados ocho cadáveres a las
puertas de un domicilio.
De dónde sale el humor para
fantasear con la sucesión presidencial, el ánimo para proponer candidatos a los
distintos puestos de elección que jugarán el año próximo. En otro tiempo y en otro
lugar, liberales y marxistas no tuvieron la visión para contener el ascenso de
Hitler (Emmanuel Levinas) Ausentes están las medidas que eviten la dictadura
por la vía electoral. Los hitlercitos
ya sentenciaron: la observación crítica al régimen tiene que ser denostada.
El presidente Peña Nieto convoca
a sus colaboradores a cerrar fuerte. Convocatoria aceptable, falta dotarla de
dirección, distinta a la que ha mostrado su gobierno desde el 2014.
Más delante, el presidente Peña conmina
a los militares a desobedecer órdenes que infrinjan la ley, los derechos
humanos. Sólo le falta informarnos dónde ha ocurrido tal dicho y cuáles las
medidas correctivas aplicadas. El reciente operativo en Tláhuac es oportunidad
para probar los dichos presidenciales.
Y sí, Peña Nieto tiene un año
para cerrar fuerte. Que empiece por aceptar las renuncias de quienes estando
bajo sus órdenes político-administrativas deseen competir como posibles
candidatos del PRI a la presidencia; otra medida saludable es administrar no en
el sentido negativo y despectivo de la irresolución y dilación del servicio
público, sólo para entretener y dar largas. Se tiene un año para devolverle a
la administración pública su sentido genuino: disponer de los recursos fiscales
para la aplicación óptima en la provisión de bienes y servicios públicos, aunque
sea en el último año de la gestión peñista. Que el presidente Peña y sus colaboradores
sean factor de distensión antes que promotores del encono.
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*El título me lo sugiere la
colección de artículos de Levinas, Los
imprevistos de la historia. Ediciones Sígueme. Salamanca, 2006. Del libro
haré nota en Facebook.