viernes, 28 de julio de 2017

Imprevistos de la historia

“La libertad humana puede ser redescubierta en medio de aquello que se impone al hombre. Tal sabiduría llegaba hasta nosotros de la mano de Sartre. Se trataba de un mensaje de esperanza para toda una generación que había crecido en nuestro siglo bajo el signo de la fatalidad y de la espera, y a la que un humanismo de la elocuencia, aún con su glorificación de los derechos humanos, no lograba convencer de nada. De hecho, aquella nueva filosofía era, en primer lugar, la palabra otorgada a aquellos que la perdieron en la retórica donde habían zozobrado los grandes proyectos. Si por otra parte una libertad así no buscó nunca la evocación de mitos caducos y paganos ligados al ideal de una salvación personal, ni tampoco fue anunciada por Sartre como una inquietud <> o una fuente de responsabilidad a asumir de cara a quien, con toda evidencia, <>, entonces estamos ante rasgos a los que la conciencia judía es particularmente sensible. Angustia por una libertad volcada en principio hacia los otros y en nada semejante a la de Heidegger, filósofo anterior al genocidio; angustia por mi muerte, angustia por lo que me es más propio en la solicitud de lo humano que soy yo para mí mismo. A nosotros, los supervivientes de los campos de exterminación, a nosotros, los supervivientes de la historia universal, a muchos de entre nosotros, este nuevo lenguaje se revela como bruscamente familiar o, al menos, muy próximo. Por otra parte, juega un importante papel en la audacia con la que volvemos a viejos discursos -interrumpidos desde hace mucho tiempo y progresivamente olvidados- sobre la Escritura y sus tratados, siendo simplemente su intención de extraer de ellos preceptos rituales, percibir de nuevo la llamada de la misión encomendada a los hombres, para obedecer a esa vocación y bajo diferentes formas, en Occidente o en Israel, comprometerse a transitar sus difíciles rutas.”
Emmanuel Levinas




Cómo se suman las noticias de un México que se mantiene en la pendiente del desastre. En este mes de julio ésas notas se repiten hasta el cansancio. Informaciones sobre el colapsado camino rimbombantemente llamado Paso Exprés que pasa por Cuernavaca, en Morelos. La reclusión del exgobernador de Veracruz en un penal de la ciudad de México. El aniquilamiento de un pastor de narcomenudistas en la delegación Tláhuac por parte de la Marina Armada de México. En seguida, el gobierno de la ciudad de México hace razias en contra de los bicitaxistas -aliados del supuesto narcotraficante ultimado- a razón de no contar con autorización. Legalmente el servicio de los bicitáxis no existe. Uff. En algún momento hay que hacer un corte de la serie del México descompuesto. En Nuevo Laredo, Tamaulipas, son arrojados ocho cadáveres a las puertas de un domicilio.

De dónde sale el humor para fantasear con la sucesión presidencial, el ánimo para proponer candidatos a los distintos puestos de elección que jugarán el año próximo. En otro tiempo y en otro lugar, liberales y marxistas no tuvieron la visión para contener el ascenso de Hitler (Emmanuel Levinas) Ausentes están las medidas que eviten la dictadura por la vía electoral. Los hitlercitos ya sentenciaron: la observación crítica al régimen tiene que ser denostada.

El presidente Peña Nieto convoca a sus colaboradores a cerrar fuerte. Convocatoria aceptable, falta dotarla de dirección, distinta a la que ha mostrado su gobierno desde el 2014.

Más delante, el presidente Peña conmina a los militares a desobedecer órdenes que infrinjan la ley, los derechos humanos. Sólo le falta informarnos dónde ha ocurrido tal dicho y cuáles las medidas correctivas aplicadas. El reciente operativo en Tláhuac es oportunidad para probar los dichos presidenciales.

Y sí, Peña Nieto tiene un año para cerrar fuerte. Que empiece por aceptar las renuncias de quienes estando bajo sus órdenes político-administrativas deseen competir como posibles candidatos del PRI a la presidencia; otra medida saludable es administrar no en el sentido negativo y despectivo de la irresolución y dilación del servicio público, sólo para entretener y dar largas. Se tiene un año para devolverle a la administración pública su sentido genuino: disponer de los recursos fiscales para la aplicación óptima en la provisión de bienes y servicios públicos, aunque sea en el último año de la gestión peñista. Que el presidente Peña y sus colaboradores sean factor de distensión antes que promotores del encono.
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*El título me lo sugiere la colección de artículos de Levinas, Los imprevistos de la historia. Ediciones Sígueme. Salamanca, 2006. Del libro haré nota en Facebook.
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