A casi un mes de que la marcha por la paz con justicia y dignidad recorriera las calles de la ciudad de México. Marcha conducida por Javier Sicilia (08/05/2011) y en la cual se solicitó a Felipe Calderón la renuncia de su secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, como un gesto de entendimiento hacia una reconsideración de la actual estrategia federal en contra del crimen organizado. Al día siguiente de que la ONU declarara como un fracaso la lucha global en contra del narcotráfico. Precisamente el 2 de junio, mediante decreto, se estableció el Día del Policía y de manera inmediata se realizó una ceremonia de alabanza a la Policía Federal Preventiva.
Fue la fecha que Calderón dispuso para enaltecer a García Luna y reconocer al cuerpo policíaco a su mando. El gabinete de seguridad, gobernadores, diplomáticos y algunos legisladores fueron testigos del elogio que inicio dirigiéndose al homenajeado: “Señor Ingeniero Genaro García Luna”. Para que no hubiera duda. Sin la presencia oficial del Poder Judicial y el Poder Legislativo, el Presidente se inclinó discursivamente ante su empleado y así plantar, de manera inequívoca, su respuesta a cierto sector de la ciudadanía y de expertos de la ONU que exigen cambiar la estrategia gubernamental.
De la exaltada verborrea, en los medios impresos quedó grabado un disparate monumental de Felipe, quien se expresó del deber y la labor de la policía federal como “un verdadero sacerdocio cívico”. Ante la desmesura, los medios azorados repitieron la expresión sin comprender o entender lo que se quiso decir al no encontrar vinculación o referencia entre el ejercicio del sacerdocio y las prendas cívicas, pues no hay proporción para llegar a concluir una expresión coherente de lo que es sacerdocio cívico. Un disparate que hizo recordar otro igual de inconmensurable y que más o menos decía así: “no somos de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario”
Dirigiéndose a servidores públicos, a los policías, los emparentó con los sacerdotes, tal vez por el embeleso que tiene Calderón con la teocracia. Sin discernir que en un Estado Laico los sacerdotes se autoconfinan en una sociedad aparte o corporación, pero regulada por el Estado, con sus propios rituales y tabúes. El adjetivo cívico tampoco se entendió, pues la policía como tal, pertenece a la sociedad política que es lo opuesto a la sociedad civil.
Un desajuste grave está ocurriendo en la sique presidencial. Desajuste que lleva a negar la realidad –en este caso al interlocutor que piensa distinto- y para evadirse de una racionalidad empática hacia aquellos que no piensan igual, prefiere proferir disparates para después poder sentenciar: soy un incomprendido.