miércoles, 30 de abril de 2014

El cambio a lo mismo

Lo promisorio se trastoca. Los intereses dañan, no digo utopías, la simplicidad de ideas en apariencia inocuas.

En ocasiones, en la prensa se difunden noticias vinculadas aunque no lo parezcan. Es su diversidad temática donde se plasma un cuadro inalcanzable para lo incluyente y la esperanza. Son el cuadro de lo ruinoso, de lo mal construido.

Empecemos:

1) El 53% de los niños mexicanos viven en condiciones de pobreza. Así lo afirma el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). 21,2 millones de mexicanos infanto-adolescentes para los que la Revolución Mexicana ya no fue su época. Así les ha correspondido nacer en otro mundo, el de la apertura comercial, del endiosamiento de la oferta y la demanda, una época asumida en la ley del más fuerte. De aplastar o ser aplastado, ése es el dilema que se les ha impuesto a las generaciones del nuevo siglo. Alguien podría preguntar por el aplastador ¿Existe la posibilidad de conocer su rostro? Después de eso vendrá el nombre.

 2) Se firma el convenio de colaboración entre el Sistema de Administración Tributaria y el Consejo Coordinador Empresarial, según esto para subsanar las imperfecciones del régimen fiscal reformado el año pasado. Lo cierto es, lo real es el malestar de los empresarios por la reforma fiscal, su proyecto es otro: imponer el IVA generalizado. Entre la divergencia llamada disgusto el gobierno ha venido rebajando el de por sí mellado filo de la reforma hacendaria. Acto seguido, los empresarios reclamaron: el gobierno no ejerce el presupuesto. Recurriendo al círculo vicioso de una indefinición en busca del culpable, pues la teoría libre cambista se atasca sobre la naturaleza propiciatoria del crecimiento económico: las políticas públicas o el libre comercio, la vía fiscal o la mercantil. El dogma no da para tanto.

 3) Se detiene la deliberación de leyes secundarias consecuentes a las reformas constitucionales ya aprobadas. El chantaje vuelve a funcionar y el Partido Acción Nacional toma el pretexto de la legislación electoral reciente –insuficientemente explicada a la sociedad- para condicionar el proceso legislativo. También ocurre la presión de intereses particulares para alcanzar leyes a modo, es el caso de las telecomunicaciones, a pesar de la generalidad inclusiva concedida en los cambios constitucionales.

   Se ha llegado al punto en el cual las transformaciones toman un giro termodinámico “nada se crea, ni se destruye”, poético “cambiar para que nada cambie”, nietzscheano del “eterno retorno”. Será por eso que las preguntas incomodan a un gobierno que se ofreció eficaz para después venderse como transformador. 

   La espiral del éxito del primer año de reformas ha sido detenida. La presunción de cambios constitucionales capaces de generar un alud de inversiones no se ha cumplido en el corto plazo y ni modo de llorar. El gobierno seductor queda en el abandono de las inversiones esperadas para el crecimiento espectacular, base de la popularidad posible.

  Nuevo, no hay nada nuevo, tal vez la tecnología ofrezca la ilusión de una experiencia de lo nuevo. La gente sufre de los males de siempre, carencias, pobreza, falta de amor.

  Bueno, la conjetura trasciende lo aquí expuesto. Vale considerar La novela de los dos centavos de Bertolt Brecht, Buenos Aires (1961) Ediciones Fabril. Bien merece una nueva publicación. La ficción ocurre en Londres, circa 1900, propone un esbozo sociológico de cómo se operan las negociaciones mercantiles en toda su brutalidad y sordidez. Como para acordarse de Oceanografía, Línea Dorada, Mexicana de Aviación, WalMart.




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