Lo promisorio se trastoca. Los
intereses dañan, no digo utopías, la simplicidad de ideas en apariencia inocuas.
En ocasiones, en la prensa
se difunden noticias vinculadas aunque no lo parezcan. Es su diversidad
temática donde se plasma un cuadro inalcanzable para lo incluyente y la
esperanza. Son el cuadro de lo ruinoso, de lo mal construido.
Empecemos:
1) El 53% de los niños mexicanos viven en
condiciones de pobreza. Así lo afirma el Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (Coneval) y el Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia (Unicef). 21,2 millones de mexicanos infanto-adolescentes para los
que la Revolución Mexicana ya no fue su época. Así les ha correspondido nacer
en otro mundo, el de la apertura comercial, del endiosamiento de la oferta y la
demanda, una época asumida en la ley del más fuerte. De aplastar o ser
aplastado, ése es el dilema que se les ha impuesto a las generaciones del nuevo
siglo. Alguien podría preguntar por el aplastador ¿Existe la posibilidad de
conocer su rostro? Después de eso vendrá el nombre.
2) Se
firma el convenio de colaboración entre el Sistema de Administración Tributaria
y el Consejo Coordinador Empresarial, según esto para subsanar las
imperfecciones del régimen fiscal reformado el año pasado. Lo cierto es, lo
real es el malestar de los empresarios por la reforma fiscal, su proyecto es
otro: imponer el IVA generalizado. Entre la divergencia llamada disgusto el
gobierno ha venido rebajando el de por sí mellado filo de la reforma hacendaria.
Acto seguido, los empresarios reclamaron: el gobierno no ejerce el presupuesto.
Recurriendo al círculo vicioso de una indefinición en busca del culpable, pues
la teoría libre cambista se atasca sobre la naturaleza propiciatoria del
crecimiento económico: las políticas públicas o el libre comercio, la vía
fiscal o la mercantil. El dogma no da para tanto.
3) Se detiene la deliberación de leyes
secundarias consecuentes a las reformas constitucionales ya aprobadas. El
chantaje vuelve a funcionar y el Partido Acción Nacional toma el pretexto de la
legislación electoral reciente –insuficientemente explicada a la sociedad- para
condicionar el proceso legislativo. También ocurre la presión de intereses particulares
para alcanzar leyes a modo, es el caso de las telecomunicaciones, a pesar de la
generalidad inclusiva concedida en los cambios constitucionales.
Se
ha llegado al punto en el cual las transformaciones toman un giro termodinámico
“nada se crea, ni se destruye”, poético “cambiar para que nada cambie”, nietzscheano
del “eterno retorno”. Será por eso que las preguntas incomodan a un gobierno
que se ofreció eficaz para después venderse como transformador.
La espiral del éxito del primer año de reformas ha sido detenida. La presunción de
cambios constitucionales capaces de generar un alud de inversiones no se ha
cumplido en el corto plazo y ni modo de llorar. El gobierno seductor queda en
el abandono de las inversiones esperadas para el crecimiento espectacular, base
de la popularidad posible.
Nuevo,
no hay nada nuevo, tal vez la tecnología ofrezca la ilusión de una experiencia
de lo nuevo. La gente sufre de los males de siempre, carencias, pobreza, falta
de amor.
Bueno,
la conjetura trasciende lo aquí expuesto. Vale considerar La novela de los dos centavos de Bertolt Brecht, Buenos Aires (1961)
Ediciones Fabril. Bien merece una nueva publicación. La ficción ocurre en
Londres, circa 1900, propone un esbozo sociológico de cómo se operan las
negociaciones mercantiles en toda su brutalidad y sordidez. Como para acordarse
de Oceanografía, Línea Dorada, Mexicana de Aviación, WalMart.
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