viernes, 6 de julio de 2012

Lo que yo quiero




La discusión, el debate, tiene un contenido de egoísmo, intolerancia  y negación de la realidad que se resume en la expresión “lo que yo quiero”. Situados en ese callejón no vamos para ningún lado. En eso se han convertido las redes sociales en el tiempo poselectoral, cada bando circula las mismas consignas y las mismas fotografías que se repiten y se repiten. Ver las cosas bajo otro lente es traicionarse a sí mismo y háganle como quieran.

Las casas encuestadoras aparecen como los villanos en este proceso, en lo personal no me guío por las encuestas, tampoco por la televisión y la radio. Prefiero los registros y la opinión de la prensa escrita. También confío en mi memoria que en la actualidad dispone de información plural, lo que no ocurría hace treinta años.

Hablar de las elecciones en México, sobre todo las presidenciales, tiene dos perspectivas: una es la del proceso que está pautado en la legislación y las instituciones que sobre ella se erigen. Los actores políticos, los partidos, saben que de las sucesivas reformas ocurridas se han estrechado los márgenes de maniobra para manipular el voto. A la urna llega el ciudadano y su conciencia. De lo que poco se sabe y poco se publica es sobre la operación electoral, la pragmática con la que actúan las fuerzas políticas en los límites de la legalidad. Todas.

Topamos con la operación electoral.

Hace seis años fue muy estrecha la diferencia y muy descarada la intervención del gobernante en turno, pero la clave estuvo en la operación electoral de Elba Esther Gordillo y de algunos gobernadores priístas. Para el 2012 el PAN no contó con esa operación, además, el gobierno no pudo hacer propaganda con los programas de subsidio durante la elección, esto último no quiere decir que los programas clientelares como Oportunidades se hayan detenido, simplemente no les alcanzó.

Qué fue lo que pasó el primero de julio. Aunque todas las fuerzas políticas pongan a sus operadores en juego, ello no significa que forzosamente se den resultados apabullantes, salvo en el D. F. Donde el PRD, sus aliados políticos, el gobierno de la Ciudad de México, hasta los comités vecinales operaron para casi desparecer el pluralismo de la ciudad. La victoria de la izquierda fue aplastante. Lo más parecido a una elección de Estado. Pero el proceso en sí fue legal.

En la elección presidencial no se modificaron las tendencias apuntadas en las encuestas, fallaron las estimaciones en la proporción de los votos. El quiebre se dio con la aparición de un operador que no estaba contemplado: #YoSoy132. Su irrupción fue decisiva para que aumentaran los bonos de Andrés Manuel López Obrador. No lo suficiente para ganar, sino para alcanzar un segundo lugar que muchos no veían al principio de la contienda y, así, darle a la izquierda una bolsa de triunfos de ninguna manera despreciable. Al Distrito Federal sumaron Morelos y Tabasco. Al mismo tiempo, la candidata del oficialismo perdió rumbo desde el inicio de la campaña, no articuló equipo y mensaje. Se generó el vacío suficiente como para hacer girar el voto útil hacia Enrique Peña Nieto. Así se definió el día de la elección, más allá de la voluntad de los operadores electorales.

Que se hable de fraude, de compra de votos, es comprensible de quien viene, de quien no sabe perder. Pero que se tache de corruptos, de vendidos a los ciudadanos quienes sufragamos por el PRI eso ya es una grosería. Si no están contentos con los resultados existen procedimientos para hacer valer sus derechos y bienvenidas las impugnaciones.

miércoles, 4 de julio de 2012

Tres retos




El candidato ganador -según las cifras del Programa de Resultados Preliminares- está decidido a realizar las reformas estructurales: energética, fiscal y laboral. Las tres juntas constituyen una gran reforma económica. Una reforma que ha sido demandada por los grandes empresarios representados en la llamada cúpula de cúpulas, el Consejo Coordinador Empresarial, así como por  los organismos financieros internacionales, Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La decisión ha quedado planteada en el diario The New York Times y tiene su publicación autorizada en El Universal.

No me queda duda de que se trata de un mensaje dirigido al centro mundial de las finanzas y al gobierno más poderoso del planeta, los Estados Unidos. Lo cual es evidente cuando en otro tramo del breve artículo de Enrique Peña Nieto se refiere a la reelaboración de la lucha en contra del crimen organizado y se dispone a darle un segundo aire al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.

En el texto también se anuncian reformas más de corte social: la educativa y la seguridad social. Es obvio que no tuvo el espacio para desarrollarlas y el texto aparece como las grandes líneas donde se integrarán las promesas de campaña. Eso sí, dejó claro que “El objetivo de su generación no es ideológico o clientelar sino liberar a los mexicanos de la pobreza” y desde ahora hay que tomar nota.

Por un extraño eco delamadridista, que tiene amplio registro en la caja de resonancia de nuestro presente deprimido, considero que para llevar adelante un nuevo proceso reformador será necesario convocar, con acciones y no con propaganda de fraseos ñoños, a una “Renovación Moral de la Sociedad”.  

No pretendo definir, ni mucho menos dar prescripciones de moral. Me atengo a la séptima acepción que propone el Diccionario de la Lengua Española: “Estado de ánimo, individual o colectivo”. Creo que tendremos que renovar el estado de ánimo como colectivo nacional y no es precisamente el mercado donde encontraremos un ánimo con nuevos bríos. Tres ámbitos me  parecen decisivos para la renovación moral: el de la familia, el de la escuela y el de la administración pública.

La familia, núcleo de afecto y sustento, ha sido devastada por las exigencias del mundo del trabajo y del entretenimiento; la escuela, sin satisfacer las exigencias de la educación básica -leer, escribir y contar, sin olvidar la adquisición de las virtudes cívicas-  es acosada por el gremialismo que sólo persigue sus intereses, también por la iniciación a las drogas y la violencia entre quienes deberían relacionarse como compañeritos; la administración pública, no sólo es instrumento de la seguridad, sino como factor que produce igualdad, está infestada por la corrupción desde los más altos niveles.

Del empeño en estos tres retos mucho dependerá el que los mexicanos enfrentemos con mejores ánimos las contingencias de la vida cotidiana. Después de todo, para eso se quiere la democracia.

lunes, 2 de julio de 2012

Tristeza, euforia, prudencia




Domingo primero de julio de 2012 fue un día relajado para mí, es preciso acotar. Actividades domésticas en general, interrumpidas alrededor del mediodía para acudir en familia a votar. Sin asomo de ansiedad transcurría el domingo, después de comprar los víveres de la semana, preparar comida, engullirla, enseguida una sobremesa de café y galletitas, todo en pareja. Inusualmente no se presentó la obsesión por informarme en la red sobre el curso de la elección. En sustitución y para el rélax, me dispuse a digitalizar unos acetatos con la voz y la música de Beny Moré. Qué vida.

A partir de las siete y media de la noche me dedique al zapping binario: UNO TV y MVS Noticias. Pasadas las diez de la noche consideré que era suficiente dedicación a la pantalla chica.

Estoy en un nuevo día, mi ciudad está triste, no es la misma que el pasado miércoles se volcó a las calles y colmó el zócalo. En mucho se debe a que en la ciudad, capital de todos los mexicanos, sus preferencias estaban claramente marcadas. Antes del domingo, cualquier conversación envolvía la certeza del triunfo de las izquierdas a nivel nacional. En realidad era una ilusión que miles consintieron y no hubo manera de que vieran otra realidad. La ciudad de México no es todo México. Así de claro.

El entusiasmo de #YoSoy132 quedó atrapado en un doble juego: alentar la campaña negativa de atajar a Enrique Peña Nieto y de negar, al mismo tiempo, la que era su preferencia, Andrés Manuel López Obrador. Emociones confusas, sé a quién no quiero y no puedo decir a quién sí quiero. Vaya enredo emocional.

AMLO es factor importante en este resultado adverso que se lleva. No logró mantener su mensaje inicial de conciliación. Igual que en la anterior elección presidencial, su mensaje regresó al punto de identificar su persona a la esperanza (mesianismo) y no se atrevió a proponer la imagen esperanzada de México. De manera parafraseada podría decir “la esperanza soy yo”

Josefina Vázquez Mota todo el tiempo negó el lastre que cargaba de corrupción, desempleo, muerte y violencia, que ha caracterizado la gestión de su partido  en el encargo del gobierno federal y es su herencia reconocible. La beatería no es suficiente para acometer una empresa como lo es la campaña presidencial. El desplome del PAN al tercer lugar lo dice todo.

Ambos candidatos y las respectivas fuerzas políticas que los apoyaron se identificaron en su aversión al PRI. De un lado le decían al electorado, cuídense de los dos PRI’s; del otro advertían de la continuidad del PRIAN. En vez de afirmar su propia plataforma y difundirla con la mayor claridad, inconscientemente señalaron que de cualquier se votaría por el PRI.

En este rejuego, el candidato del PRI le tocó ser el centro de los ataques, tragó todos los sapos que le prepararon sus adversarios, se afirmó en su autocontrol y evitó transformarse en un candidato rijoso. En ese punto estableció un mensaje de serenidad al electorado que mantuvo durante toda la campaña. Hoy le ha alcanzado un triunfo contundente como para que en los bastiones priístas disfruten la euforia de la victoria. No dudo que la televisión abierta desde el principio de la contienda, así como otros consorcios en el trascurso de las campañas, estuvieron con el corazón puesto en el candidato del PRI. Pero la contienda tuvo equidad y se despleguó dentro de la legalidad. Todos los ciudadanos que asistimos a las casillas lo hicimos con entera libertad, nos plantamos en la soledad de la urna, sin propalar en ese recinto acondicionado el sentido de nuestro voto.

En este contexto más vale armarnos de prudencia. Se tienen elementos para que el nuevo equipo gobernante haga una revisión seria de lo que está fallando en el país. Tiene prohibido equivocarse.


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