“No me preguntes: ¿Dónde están
las leyes? ¿Dónde está el gobierno?
Thomas Carlyle
En menos de un mes, el domingo 5 de junio, se celebrarán elecciones en doce entidades de la república, me ahorro detalles. Simplemente se han visto campañas inenarrables o dignas de una narración escatológica, como estamos acostumbrados, en el peor sentido de la palabra.
Simultáneamente, se mantiene el
estire y afloja en el Congreso para legislar el sistema nacional
anticorrupción. Una maraña legal más, para darle la vuelta con salidas
administrativas. Los interesados en el acto de legislar no las quieren, los
afectados por la corrupción se resignan, incluyendo a los firmantes de la
propuesta 3de 3.
Cuando el sistema social muestra
su complexión refractaria a la norma y es capaz de desbordar lo dispuesto por
el sistema jurídico.
Cuando nos percatamos de una
deficiente educación cívica, inoperante para alcanzar efectos positivos sobre
la democracia electoral, más allá de contar votos que cuentan.
Cuando caemos en la cuenta de que
la llamada apertura económica no siguió el dogma de la libre competencia y el
mundo de las empresas se pobló y es dominado por estraperlistas de altos vuelos.
Entonces no basta denostar a los
gobernantes, no basta con vituperar a los empresarios. Hace falta observar(nos)
como sociedad, reconocer el camino por donde nos han llevado dirigentes de todo
tipo y color, para así desandar lo desandable. Un liberalismo mal entendido o
adoptado en su versión ultra. En el extremo irreflexivo de asumir como ideal de
conducta romper las reglas, porque en ello va la paparrucha del éxito, tú éxito. Sin hacerse la pregunta clave ¿Para qué quieres el éxito si te consume y
no te deja vivir?
A como dé lugar la gente se
enfrasca en una lucha por destacar sin aportar, mucho menos reparar en
consecuencias.
Y así buscamos sucedáneos. Voy
derecho y no me quito, es el lema de la falta de educación vial, la gloria del
éxito pírrico de violar sistemáticamente el reglamento de tránsito nada más
porque se me da la gana.
Y la paradoja del individualismo,
entre más nos arraigamos a nuestra individualidad más somos parte de la masa. Añádase el riesgo mayor, el robo de esa identidad se hace más frecuente.
Igualmente jodidos en materia de
educación ambiental, que impide seleccionar las inversiones limpias, hasta
planificar el crecimiento urbano, ni que decir el parque vehicular. Ya se vio
como sufrieron las autoridades federales para dar la cara y fortalecer las
restricciones en materia vehicular respecto a la circulación de automotores en
el Valle de México.
Lo queremos todo y en una sola exhibición,
por eso es tan gratificante el uso del teléfono celular y el internet, que en
un mismo movimiento nos entrega el espejo de la bruja de Blanca Nieves y el
cetro del déspota. Para hacernos a la falsa idea de que el mundo está en
nuestras manos, cuando la realidad es que nosotros estamos en el mundo y de
ello hay que responsabilizarse.
Cierto, no se trata de una actitud exclusiva de tal o cual país, continente o región, es la consecuencia sin advertir de la globalización. Ya lo consigna Giorgio Agamben: "El hecho es que precisamente la mente del hombre ordinario constituye hoy para la ética un inexplicable rompecabezas". Y así terminar reconociendo la gran dificultad para realizar la democracia en nuestro tiempo es la ademia, la ausencia de pueblo. Entendido pueblo en el sentido de compromiso colectivo con la legalidad, para superar las deficiencias de la competencia salvajemente adoptadas mediante la cooperación.