jueves, 12 de mayo de 2016

Sociedad suicida

“No me preguntes: ¿Dónde están las leyes? ¿Dónde está el gobierno?
Thomas Carlyle



En menos de un mes, el domingo 5 de junio, se celebrarán elecciones en doce entidades de la república, me ahorro detalles. Simplemente se han visto campañas inenarrables o dignas de una narración escatológica, como estamos acostumbrados, en el peor sentido de la palabra.


Simultáneamente, se mantiene el estire y afloja en el Congreso para legislar el sistema nacional anticorrupción. Una maraña legal más, para darle la vuelta con salidas administrativas. Los interesados en el acto de legislar no las quieren, los afectados por la corrupción se resignan, incluyendo a los firmantes de la propuesta 3de 3.

Cuando el sistema social muestra su complexión refractaria a la norma y es capaz de desbordar lo dispuesto por el sistema jurídico.

Cuando nos percatamos de una deficiente educación cívica, inoperante para alcanzar efectos positivos sobre la democracia electoral, más allá de contar votos que cuentan.

Cuando caemos en la cuenta de que la llamada apertura económica no siguió el dogma de la libre competencia y el mundo de las empresas se pobló y es dominado por estraperlistas de altos vuelos.

Entonces no basta denostar a los gobernantes, no basta con vituperar a los empresarios. Hace falta observar(nos) como sociedad, reconocer el camino por donde nos han llevado dirigentes de todo tipo y color, para así desandar lo desandable. Un liberalismo mal entendido o adoptado en su versión ultra. En el extremo irreflexivo de asumir como ideal de conducta romper las reglas, porque en ello va la paparrucha del éxito, tú éxito. Sin hacerse la pregunta clave ¿Para qué quieres el éxito si te consume y no te deja vivir?

A como dé lugar la gente se enfrasca en una lucha por destacar sin aportar, mucho menos reparar en consecuencias.

Y así buscamos sucedáneos. Voy derecho y no me quito, es el lema de la falta de educación vial, la gloria del éxito pírrico de violar sistemáticamente el reglamento de tránsito nada más porque se me da la gana.

Y la paradoja del individualismo, entre más nos arraigamos a nuestra individualidad más somos parte de la masa. Añádase el riesgo mayor, el robo de esa identidad se hace más frecuente.

Igualmente jodidos en materia de educación ambiental, que impide seleccionar las inversiones limpias, hasta planificar el crecimiento urbano, ni que decir el parque vehicular. Ya se vio como sufrieron las autoridades federales para dar la cara y fortalecer las restricciones en materia vehicular respecto a la circulación de automotores en el Valle de México.

Lo queremos todo y en una sola exhibición, por eso es tan gratificante el uso del teléfono celular y el internet, que en un mismo movimiento nos entrega el espejo de la bruja de Blanca Nieves y el cetro del déspota. Para hacernos a la falsa idea de que el mundo está en nuestras manos, cuando la realidad es que nosotros estamos en el mundo y de ello hay que responsabilizarse.


Cierto, no se trata de una actitud exclusiva de tal o cual país, continente o región, es la consecuencia sin advertir de la globalización. Ya lo consigna Giorgio Agamben: "El hecho es que precisamente la mente del hombre ordinario constituye hoy para la ética un inexplicable rompecabezas". Y así terminar reconociendo la gran dificultad para realizar la democracia en nuestro tiempo es la ademia, la ausencia de pueblo. Entendido pueblo en el sentido de compromiso colectivo con la legalidad, para superar las deficiencias de la competencia salvajemente adoptadas mediante la cooperación.

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