El miércoles 24 de enero de 2018,
en el Hemiciclo a Juárez de la Ciudad de México, se desarrollaba la verbena
para recolectar firmas en apoyo a la candidatura independiente de María de
Jesús Patricio Martínez: Marichuy. Nada más pasaron las cinco de la tarde y el
aguacero dispersaba a la gente reunida. Llegaba Marichuy despuesito de las seis
de esa misma tarde, los congregados se volvieron a reunir, la lluvia amainada
se les hizo soportable.
Los símbolos militares asociados
al subcomandante Marcos y sus guerrilleros, los símbolos religiosos unidos a la
imagen de Samuel Ruiz y la catedral de San Cristóbal, que irrumpieron al primer
día de 1994, no estuvieron presentes en la lluviosa tarde noche. El evento de
Marichuy vistió a la organización indígena con un ropaje cívico y laico que
desde hace años se han esforzado por construir a través del Congreso Nacional
Indígena y el Concejo Indígena de Gobierno.
Marichuy, indígena nahua de
Jalisco, no requiere disfrazarse de Chamula (Meade), tampoco tiene una
colección de rebozos (Zavala) combinables con ropa de alta costura o de marca.
Ella ejerce medicina tradicional (herbolaria) no hace limpias chamánicas como a
las que recurre otro precandidato (AMLO). Quiere ser candidata a la presidencia
sin aspirar a gobernar desde palacio nacional. Quiere que los pueblos indígenas
sean escuchados y respetados, la base y el inicio para construir un México
justo.
Desde que inició el movimiento
indígena de Los Altos de Chiapas, éste se deslindó de los partidos. A solicitud
expresa de una consulta ciudadana, la cual contradijeron, rechazaron convertirse
en fuerza política, en partido. Parece que su ejemplo ha impregnado la política
nacional. Hoy existen los candidatos independientes que niegan a los partidos.
El mismo aspirante presidencial del PRI se dice apartidista. Qué copiones.
Los pueblos originarios de México
son pueblos en resistencia, dan contenido a una peculiaridad de la lucha
anticapitalista: la defensa de la tierra. En tanto dueños de bosques y selvas,
de apetecidos recursos minerales y codiciados terrenos para el establecimiento
de empresas productoras de energía, el capitalismo se ha declarado su enemigo,
de los pueblos y del medio ambiente del cual son protectores.
Así resumo la gesta que ha
emprendido Marichuy, sin florituras ni excesos retóricos que me llevarían a
confundirla con los políticos de siempre.
Me resulta un contrasentido el
hecho de una reunión convocada por indígenas al lado del monumento de un
liberal. Desde que México se hizo independiente el liberalismo ha fungido como
un agente destructor de las comunidades indígenas en dos etapas. En la segunda
mitad del siglo XIX con la legislación agraria que desconocía por igual la
propiedad eclesiástica y la de las comunidades indígenas. Por eso en 1910 se
levantó una revuelta en el campo para restituir de sus tierras a las comunidades
y algo más, a los campesinos sin tierra. En las últimas décadas del siglo XX,
el renacido liberalismo se ha convertido en amenaza para las comunidades. Algo
tienen que revisar los liberales en tanto hijos del humanismo.
Todavía es tiempo de firmar por
Marichuy, la dignidad y respeto a los indígenas es impostergable, en ello va
nuestra propia dignidad y respeto.