viernes, 24 de agosto de 2007

Gracia y desgracia

La manipulación informativa del huracán Dean para mostrar un Presidente salvador (en un sentido mesiánico) naufragó porque no hubo decesos que lamentar. El cerco informativo o la fuerza informativa histérica, desplegadas por las televisoras para acompañar la llegada del presidente Calderón, no se empalmó con la vestimenta heroica que se supuso otorgaría el desastre de los vientos huracanados.

Ante la frustración de no tener deudos que consolar, a Felipe Calderón no le quedó de otra mas que declarar: “gracias a Dios no hubo decesos”. Pero la impecable presentación gráfica de los medios impresos resaltó otra parte de la historia, sí dio cuenta de los poblados abandonados de la gracia divina. Gente de pueblos pequeños que sufrieron la devastación de sus moradas con todo y su humilde menaje.

Si la gracia es un don que se recibe de Dios, la desgracia es la carencia del don consentida por el mismo Dios, tal como lo relata la historia del santo Job en las Escrituras. Ante tal cosmovisión religiosa, la acción y la voluntad humanas quedan determinadas por una fuerza superior. La prevención y la planeación devienen en ejercicio pueril ante los ojos del padre creador del mundo. Y si esto es así y sólo así, pues mejor nos hacemos a la idea de fundar una teocracia. ¿Eso querrá en su intimidad Felipe Calderón?

La realidad de este país es que siendo un país abrumadoramente creyente, tenga tantos desgraciados alejados de la mano de Dios. Hasta cuando los hijos desgraciados de la creación consentirán, por elección, trasformarse en hijos adoptados a la Ilustración. Ese es el cambio postergado en este país. Y no se trata de poner las cuestiones de fe, su deliberación como un asunto público, sino de señalar la dificultad manifiesta del presidente Calderón para mantener sus convicciones religiosas en el ámbito privado.

El actual gobierno, sumido en sus meditaciones, ha dejado pasar el tiempo sin concretar los acuerdos que allanen algo más que la ritual comparecencia presidencial del primero de septiembre ante la representación popular reunida en el Congreso de la Unión. Otra vez el síndrome del presidente incomprendido, que desde su soberbia no acepta el principio de reciprocidad en el juego político que fortalezca lo que hoy es una precaria gobernabilidad.

Gobernabilidad que no se resuelve con cambios en el gabinete sacando reemplazos de un mismo grupo. Tampoco se resuelve dependiendo cada vez más de la intervención electoral del magisterio. No sirve una reforma fiscal cuyos costos políticos los cargue la oposición, de manera notoria el PRI. Ni se entiende el por qué de la ausencia gubernamental en los trabajos de la reforma del Estado.

Qué espera Calderón para conducir los acuerdos que el país requiere: que se cumpla su santa voluntad. Aún se puede evitar la guerra santa, pues de su irrupción no se podría honestamente dar gracias a Dios. Un conflicto mayor que se describa con los indicadores de muertos, heridos y mutilados no le conviene a nadie y sería de factura claramente antropogénica.

martes, 21 de agosto de 2007

Victoria cultural

El Congreso del Partido de la Revolución Democrática, celebrado la semana pasada, no trajo sorpresas. Realizó una reunión muy a sus usos y costumbres, de gritos y sombrerazos. Sus adversarios esperaban el eclipsamiento total de Andrés Manuel López Obrador, como sello a la derrota del 2 de julio del año pasado. No ocurrió así, ni caso tenía. El eclipsado fue otro. El problema no está ahí, en el hecho de que AMLO desaparezca de la escena política para siempre, sino la realidad que gravitó alrededor de la propuesta de este personaje y que sigue imperturbable: la desigualdad.

Nótese que para que AMLO sea tema mucho dice de la calidad de la información dispuesta, entre la repetición y la intrascendencia englobadas dentro de la expectativa del informe presidencial. Políticamente todo está empantanado. La nota más sobresaliente viene de la economía, de la crisis crediticia hipotecaria que afecta los mercados bursátiles en el mundo. Temas que escapan al radio de este blog. Por eso se pasa de soslayo.

Los debates quedan minimizados ante la mayoría de la población, que absorbe inerme la inmisericorde publicidad gubernamental. A la gente se le dice que tiene papá gobierno, que se entére de los dones que reparte el gobernante, que no está desamparada. Esa publicidad la difunde tanto Felipe Calderón como Eduardo Bours, Enrique Peña Nieto, Marcelo Ebrard y otros que están en la lista. Publicidad que representa la victoria cultural de populismo. Todas la declaraciones que mandaban al infierno al populismo se evaporan ante candorosa publicidad. El populismo goza de cabal salud.

Pero la cuestión es que ese mundo fantástico del gobierno proveedor de bienes, dispuesto a salvar a infantilizada población por la eternidad, no rompe con la realidad de minorías, élites mejor puesto, que hace del populismo la mejor coartada para preservar la minoría de edad de la ciudadanía y seguir haciendo de México uno de los territorios de la desigualdad. No se tienen los acuerdos, sean fiscales o de otra índole, que muevan esa realidad hacia un estadio de ciudadanía plena. Que los negocios, los cotos de influencia, permanezcan igual. Que sólo se modifiquen las tecnologías para mantener el statu quo.

Qué importa que inicie un nuevo año escolar si al educando tarde o temprano la vida le instruye otras vías para sobrevivir o destacar. No pocas veces la educación básica formal es un camino no deseado, impuesto y sin convicción. Como una guardería grandota. Pero eso tampoco importa. Lo que sobresale es la eventualidad de un acercamiento feliz entre la secretaria de Educación y la líder del magisterio. Feliz para ellas, claro está. Ni eso se da.

Y mientras que la iglesia católica se mantiene en sus cuatro de dictar la línea en este país, con la autoridad “moral” de calificar el trabajo de los legisladores. Lo que no condena es que siga la cuenta de los crímenes del narco, a los cuales por principio la iglesia está obligada a perdonar. Hasta la semana pasada, el diario Reforma en su conteo semanal, el acumulado de ejecuciones en el año es de 1, 586 asesinatos. Ya veremos si la cifra se aproxima con la del informe presidencial.

Por lo pronto el huracán Dean ha entrado en escena por el Caribe, directo a la Península de Yucatán, y seguramente será materia para la publicidad populista.
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