viernes, 1 de mayo de 2009

Coctel


Es inevitable el miedo cuando se le informa a la gente que se ha propagado un virus desconocido que es letal. Las autoridades han respondido con la información sistematizada en el sistema de salud público y por las indicaciones de la Organización Mundial Salud. Sobre todo, las autoridades han estado instruidas por la OMS, de ahí que la medida fundamental es suspender algunas actividades, restringir la concentración de las personas, evitar los contactos que expanden la distribución del virus AH1N1. Es un miedo real.

Lo que sucede a este afligido país es que ha estado sometido a una acumulación de miedos en los últimos años.

El miedo de las campañas sucias que se instalaron en el 2006 y que hoy se reeditan alegremente por parte de Germán Martínez, dirigente de Acción Nacional. Todo ello con abono a los ingresos personales de Antonio Sola, el especialista en ese tipo de campañas. Lamentable es que dineros públicos se utilicen para producir miedo. Este es un miedo que los sicólogos llamarían fobia.

Este es un caso reciente. Existen otros miedos añejados culturalmente y que son totalmente permitidos por el derecho de la libertad religiosa. Las iglesias cristianas, la católica incluida, producen miedo de condena eterna a los infiernos –que los teólogos llaman temor de dios- instruyéndole a los creyentes la acción punitiva de dios si no cumplen con lo que les dicen sus representantes en la tierra, los sacerdotes. Este miedo sencillamente se llamaría opresión.

Existe otro miedo que si es real, el producido por la inseguridad pública galopante y que la declarada guerra de Felipe Calderón contra el crimen organizado ha extendido como medio de su propia legitimación disminuida desde el mismo proceso electoral. Nadie niega que se tenga que combatir al crimen, lo que no es aceptable es lanzarse como el borras y generar el baño de sangre que es más letal que la influenza. Muertes que lesionan el Estado de derecho pues no sabemos de las actas de defunción levantadas en la disputa entre las bandas criminales, ni sabemos de las averiguaciones iniciadas por esos homicidios.

El otro miedo real es el de la crisis económica. La caída anunciada en la semana por el Banco de México del 4.8 % del PIB para este año se acumula a lo que se ha venido informando sobre una crisis que no se quiso reconocer desde el año pasado y de la cual no sabemos si se convierta en terrible estancamiento, más allá de la depresión. El desempleo no tiene modo contenerse con esas expectativas. La gente tiene miedo de perder su empleo y otra parte de la población está deprimida por no tenerlo.

Es la suma de nuestros miedos colectivos que en este momento se condensan con la influenza y que no ocultan los preexistentes. Los miedos que se aprovecharon de la ilusión democrática y que es necesario desterrar para hacer realidad lo que hoy es ilusión, aunque no guste a algunos llamar ilusión a lo que hoy tenemos por democracia.

Y el colmo es el miedo de Estado por ejercer derechos sociales, lo cual se ejemplifica con la heroica lucha de los trabajadores mineros en Cananea, Sonora, Sombrerete, Zacatecas y Taxco en Guerrero, cuyo derecho a huelga es amenazado por un empresario prepotente y una autoridad federal sumisa al capital.

Si el miedo colectivo no es contenido hoy, mañana nuestra ilusión democrática servirá de transbordador del autoritarismo que tan olímpicamente defiende el PAN y su presidente.

Este es el coctel preparado para que lo abreven los mexicanos en este primero de mayo, el día internacional del trabajo.

martes, 28 de abril de 2009

Gripe



La gripe es una enfermedad estacional asociada al invierno. A todos nos da, es difícil encontrar en nuestro entorno gente que se ufane de no haberla padecido. Las autoridades sanitarias, desde hace décadas, llevan un registro de este padecimiento basado en las personas que acuden a los hospitales para atenderse. De ese registro se hace una estadística de cuántos fallecen cada temporada por una gripe mal cuidada. Hoy en día, cuando se padece este mal, es común que la gente se automedique y por lo general el proceso viral cumple su ciclo en el individuo. Sólo los casos que se complican por un mal cuidado llegan al hospital.

Atosigados por la productividad o la amenaza de perder el empleo, la gente ya no guarda reposo, sale griposa, tosigosa, estornudando a diestra y siniestra, arrojando esputos por doquier que pasa. Este invierno que pasó hemos visto una cantidad inmensa de personas que salía a la calle en esas condiciones, lo que se hacia más notorio en el lugar de trabajo, en el trasporte público o en los centros de reunión masiva. La alarma saltó cuando pasada la estacionalidad se siguió reportando a los hospitales enfermos con los mismos síntomas. La sospecha y confirmación de una variante viral ha fundado el que ahora se hable de influenza.

Fue entonces que la autoridad salió a los medios y le llamó a la gripe influenza y la adjetivó de epidémica, desde ese momento el uso de estas palabras produjo pánico. Un ejemplo pintoresco fue la escenificación callejera de singular procesión del Cristo de la salud, del que nadie tiene memoria, salvo los sacerdotes de la iglesia católica. Una procesión especial, pues los acompañantes del Cristo parecían policías trajeados procedentes de la PFP, nada que ver con una procesión popular.

Las autoridades han tomado decisiones adecuadas y no las han comunicado de la mejor forma pues han producido un miedo que se refleja en el semblante de los ciudadanos, en la gran soledad que se ha producido, al menos, en la ciudad de México y la zona conurbada con el estado de México.

De esta gripe vamos a salir, el asunto es cómo. ¿Politizando el contagio al pintarlo de azul o amarillo? No es lo mejor. Lo que las autoridades tienen que hacer al final de este ciclo epidémico es informarnos por los registros de por lo menos los últimos cinco años, enterarnos de cuántos decesos ocurrieron por la gripe y qué tanto se modificaron esos registros fuera de temporada. Informarnos por la relación entre incidencia de decesos y estratificación económico-social. Estos es, cuántos de los que fallecieron eran empresarios o accionistas, profesionistas, asalariados, desempleados, jubilados, si pertenecían al campo o vivían en la ciudad, que rango de edad fueron los más afectados de niños, adultos o viejitos, cuál fue la afectación entre hombres y mujeres.

Y no nos sorprendamos si detrás de esa información aparece el rostro del capitalismo salvaje.

El virus por ser nuevo es desconocido y pronto se encontrará la vacuna. No será el último, pero el cuerpo humano pone a prueba una vez más su propia capacidad para hacerse resistente, aunque se tengan que contabilizar decesos, que no serán mayores que los que producen los accidentes automovilísticos o la felipina guerra contra el crimen organizado.

domingo, 26 de abril de 2009

Agenda imaginada


Poca y difusa es la propuesta que desde los partidos se está ofreciendo. Escándalo y miedo. Una campaña que se pinta de terror. Una campaña atípica porque no se disputa la presidencia de la república y mucho es el ruido que ya circula. Ruido expandido por los recursos que están en disputa en un momento de escasez. De a cómo va a tocar es la cuestión que mueve a las élites: qué se reparte, a quién le toca y quienes van a pagar. Quien entienda esto lo entenderá todo.

Desde aquí hay temas que gustaría resaltar de una agenda imaginada que no forzosamente sea retomada por la nueva legislatura en la Cámara de Diputados.

Fortalecer los derechos sociales, particularmente los relacionados con los trabajadores urbanos y los subsidios a los campesinos. Los sucesos del conflicto laboral de Cananea que lleva más de dos años, nos muestran que ya no se puede más seguir con el esquema de que una sociedad vigorosa sólo se sustenta apoyando a los grandes empresarios. El resultado ha sido el de una sociedad debilitada, pauperizada, egoísta, sin solidaridad, en el extremo de aceptar como vinculo superior la complicidad ante el crimen organizado.

Fortalecer la seguridad sí, pero no bajo el supuesto de otorgarle manos libres al Ejecutivo para decidir unipersonalmente el Estado de excepción. Más bien se requiere de un renacimiento del Estado del bienestar. Eso no lo ve el gobierno actual. Se prefiere involucrar más al Ejército, reconociendo de facto que las instituciones civiles han fracasado. La Secretaría de Seguridad Pública Federal y la Procuraduría General de la República han quedado rebasadas y no hay sanción que nos indique que las cosas van a cambiar en esas instituciones del gobierno. La incapacidad demostrada quiere ser resuelta involucrando más a las Fuerzas Armadas, de menos hasta el 2013.

Fortalecer el Estado Laico. En lo que va del siglo y hasta los días recientes, hemos visto un protagonismo desmedido de la iglesia católica. La jerarquía eclesiástica se pone por encima de la sociedad y de las instituciones, decide quienes son los malos y quiénes son los buenos. Los eclesiásticos se consideran seres superiores, más que ciudadanos, con la impunidad garantizada que les concede el gobierno panista. Ellos pueden tratar con delincuentes y no sentirse obligados a denunciarlos ante el Ministerio Público, al contrario, no los excluyen del beneficio de la salvación eterna y sí son rigurosos cumplidores de la ley de la Omerta. La reciente Conferencia del Episcopado Mexicano es una demostración de la degradación en que vive actualmente la jerarquía católica, en el colmo de que pueden ver en la pederastia de algunos sacerdotes una especie de humanización.

Todo lo hasta aquí señalado está relacionado con una urgente prioridad en materia legislativa, distinguir entre la mediatización de las actividades gubernamentales y la obligada información gubernamental. Este fin de semana la sociedad de la ciudad de México y del Estado de México ha estado bajo la presión del pánico producido desde el gobierno federal. Un pánico generado por la despreocupación por declarar formalmente una epidemia mediante un documento oficial. Influenza o gripe porcina, sorpresa o descuido. No se sabe si se trata de una alerta epidemiológica o de una declaratoria de epidemia. No sólo se informa atropelladamente –René Delgado Reforma y Jorge Medina Viedas en Milenio Diario lo señalan- sino que no es evidente, claro, el procedimiento de salubridad que sigue la autoridad para informar. Qué datos, qué pauta estadística sostiene la información gubernamental. La información “oficial” adquiere la envoltura del rumor.

En fin, lo que aquí se ha querido resaltar como un apunte de agenda tendrá que observarse en la perspectiva negativa en la que vivimos y la desagradable confluencia que le asiste a la administración de Felipe Calderón: guerra, crisis y epidemia son ya la impronta del calderonismo, nada parecido a la promesa de empleo y una vida mejor (vivir mejor resuma la propaganda sexenal)

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