martes, 12 de noviembre de 2019

Caja vacía



Rosario Piedra Ibarra tiene toda una vida como defensora civil de los derechos humanos, mucho antes de que se pusiera de moda en la hipocresía de gobernantes tecnócratas y autonombrados líderes de la sociedad civil. A Rosario le ha correspondido, por amor filial, acompañar y participar en la lucha de su madre (Rosario Ibarra de Piedra - Medalla Belisario Domínguez 2019) por la libertad de los presos y desaparecidos políticos desde la década de los setentas del siglo pasado (el caso de su hermano Jesús es un ícono de esta lucha) De darse el arribo de Rosario a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, llegarían vientos frescos a ese organismo autónomo.

La CNDH ha sido coto de los togados académicos del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. De llegar al cargo, Piedra Ibarra sería la primera persona en representar a las víctimas y darles voz, para así sacarlas del silencio obligado que les impuso el antiguo régimen.

Por eso la rabiosa oposición del Partido Acción Nacional y sus senadores a esta real luchadora. La angustia los acucia. Responsabilidades negligidas que dieron lugar a la violación de derechos en San Mateo Atenco, Edomex; Pasta de Conchos en Coahuila; Guardería ABC de Hermosillo, Sonora; los dos estudiantes asesinados por la policía de Felipe Calderón en las instalaciones del Tecnológico de Monterrey, en Nuevo León, son algunos de los casos que la nomenclatura panista no quiere que vuelvan a la conversación pública y se renueve su ventilación en las instituciones de justicia.

Entretanto, debería formarse un consenso sobre las reformas a la CNDH. Tal como ha venido funcionando esa Comisión es una caja vacía, caja que promete maravillas y no se ve nada, como aquella del Entremés Cervantino. Se ha dicho hasta el cansancio que la CNDH no tiene dientes, ello para justificar sus magros o nulos resultados en la defensoría de los Derechos Humanos. Es una instancia gris, sin capacidades judiciaria y de ministerio público. Solo hace recomendaciones a las autoridades bajo sospecha y sin mayores consecuencias.

Castrada de origen, la Comisión se ha plegado a los sucesivos gobiernos desde su fundación. Será por eso por lo que el reconocimiento social no le llega, habituada a una onerosa subordinación. Onerosa en doble sentido, por lo costosa y por el bajo rendimiento en la prosecución de los Derechos Humanos.

Y sí es vital para la democracia fortalecer a la CNDH como la institución de contención y reversión de acciones autoritarias, golpistas, que cancelan de facto los Derechos Humanos. Posiciones que toman aliento y promoción desde el Partido Acción Nacional.

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