miércoles, 14 de enero de 2015

De pecados y la lucha por el poder

"Las transiciones falsas son un procedimiento de superficie más favorecido"
S. Kracauer.

Considerar prácticas periodísticas como acciones pecaminosas es evidencia de que la división de la sociedad y de las fuerzas políticas ha calado hondo. Pero acaso la división, la diferencia, no es consustancial a la pluralidad y al juego democrático. O se aspira a una homegeneidad medieval. Al hablar de pecados periodísticos se coquetea con la retórica maniquea, del periodismo bueno (virtuoso) y el malo (vicioso), da pie para escamotear el debate ideológico y ponerle velo a la lucha por el poder. Por eso no pasa desapercibida la escritura periódica de un personaje identificado con el régimen, como mi amigo José Carreño Carlón.

En siete pecados capitales de los medios (El Universal 14-01-2015) el artículo en cuestión hace una advertencia hacia actores que juegan una comedia de enredos “que puede terminar en tragedia”. Lo que signifique tragedia para el autor, tendría que ponerlo en los términos de posibilidad para no caer en el “pecado” de estridencia que se condena en el cuerpo del artículo.


El primer pecado enlistado es el ejercicio de “la crítica del sistema político desde mentalidades de los años setenta y ochenta del siglo pasado”. Yo me confieso a Dios de tener mentalidad anticuada. Suena ridículo para una sociedad que aspira al debate público y tiene como bien la libre circulación de ideas.

El segundo pecado de los medios es la subordinación –clientelismo- a poderes políticos. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Llámesele vicio o pecado, la palabra certera es atavismo y no veo al guapo que desaparezca tal práctica; el tercer pecado de los medios es su sometimiento a poderes empresariales. Se evitó la señalización específica, pero el simple hecho de plantearlo es evidencia de que hay empresarios en desacuerdo con el gobierno. Más que pecado, se trata de una lucha por la redistribución de recursos de parte de empresarios afectados por las reformas.

El cuarto pecado sí es de preocupar, se trata del financiamiento de medios a través de poderes criminales. Esto no es pecado, más bien configura un delito y habría que denunciarlo ante la autoridad competente;  el quinto pecado es la adicción de los medios a teorías conspirativas. De las cuales, creo yo, se podría conducir a una conflagración. En manos del gobierno está en hacer de la transparencia el antídoto contra supuestas conspiraciones; el sexto pecado, el enjuiciamiento desde los medios. En lo personal me resultan desagradables esos tribunales paralelos pero son sucedáneo ante el déficit en el Estado de Derecho; el séptimo pecado, ya lo mencioné, la estridencia con la que se comunican las noticias. Un pecado de estilo periodístico que siempre ha existido.


Dejando la retórica de los pecados, el artículo deja implícitas dos informaciones a considerar: uno, hay molestia del gobierno para con algunos medios; dos, es la lucha por el poder, insalvable ante la redistribución de recursos e influencias que dictan las reformas. 
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En el ensayo Historia Las últimas cosas antes de las últimas (Las cuarenta, 2010) Siegfried Kracauer (1889-1966) nos invita a leer la historia como lo inacabado, en estado fluido. De ahí porqué los malentendidos y las ensoñaciones sobre la historia.
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