No estoy borracho, ni pacheco. El título es un esfuerzo por comprender el proceder y la actitud del Presidente frente al crimen organizado que lo ha llevado al abatimiento anímico de su persona. Por qué éste llamado selectivo a la sociedad durante cuatro encerronas consecutivas, las tres primeras en el Campo Marte. Unos dicen que el Presidente se quedó solo, él dice que los políticos no le hacen caso a sus llamados. Cada quien sus decires.
Lo que se deja ver de estas reuniones, de estos llamados, es un peculiar entendimiento de lo que es o qué incluye la sociedad: la sociedad son los dirigentes de empresas, las organizaciones civiles especializadas en el tema de la delincuencia, los medios de comunicación, los intelectuales, los académicos, los periodistas y el clero. Se entiende que no incluya a los obreros pues estamos hablando de un presidente que es antiobrero, pero tampoco incluye a los productores del campo, a los campesinos, ni a los desempleados y la nueva categoría social de los Nini. No se les concede la voz, luego entonces no tienen nada que aportar (Se apunta aquí un sesgo clasista a tomar en cuenta)
Pero volvamos al asunto de comprender entre lo que dicta una cabecita, se hace discurso y la realidad. Así podremos entender porqué no se comunica bien el Presidente y porqué la percepción social no lo acompaña hombro con hombro en su lucha. Lo señalado en el párrafo anterior ya dice mucho.
Empecemos por considerar que la persistentemente llamada "estrategia" por Felipe Calderón no lo es, pues para ello debe tener objetivos alcanzables y plazos. Esto es, no se va a lograr la liquidación del narcotráfico, ni acabar con las adicciones, menos cuando no se le pone término o conclusión a la “estrategia”. Se puede decir que el propósito es recuperar espacios públicos, evitar que las drogas lleguen a nuestros hijos. Sí es así, hasta este momento la “estrategia” es un fracaso, pues lo que era un problema espacialmente confinado a las zonas serranas y ciertos puntos fronterizos en sus orígenes, hoy incluye zonas metropolitanas (Guadalajara, Monterrey, Valle de México) puertos turísticos como Cancún y hasta estados enteros como Michoacán y Morelos. Sobra decir que tampoco se ha detenido el avance de las adicciones.
Entonces, qué es realmente lo que ofrece Calderón para disminuir la inseguridad. A mi parecer, que en lo personal me aclara una ruta hacia la comprensión del incomprendido presidente, es que lo que él nos ha vendido como guerra, combate o estrategia no es otra cosa que una doctrina de salvación, un ordo salutis muy forzado: fe, unión mística, aderezados de acriticismo y denuncia. Yo soy el camino y el que me sigue será salvado de las garras del crimen organizado. Todo esto es muy lógico dentro del campo de la creencia cristiana, pero no es compatible con el orden plural y laico que prevalece en la sociedad, de un orden donde prima la codicia capitalista.
La doctrina de salvación no se ve porque subyace en el diseño del combate al crimen organizado. Sólo queda ligeramente al descubierto cuando afirma el Presidente ante los señores obispos y demás dignatarios de sectas religiosas que:
“Como mexicano y como Presidente de la República reconozco la valiosa aportación que hacen al país las asociaciones religiosas que ustedes encabezan. Su labor contribuye a la construcción de una sociedad responsable y solidaria, basada en los principios de orden y respeto que inculcan a los miembros de sus iglesias.
“La defensa que ustedes hacen de la familia mexicana, de sus valores, que es, sin duda, la base de nuestra sociedad; su amplia experiencia en el apoyo a las comunidades de los más desfavorecidos, son labores fundamentales en la difusión de los valores que nos deben unir como nación.”
Esto aclara mucho el talante de la llamada “estrategia” y algo más. Se entiende que habiendo iglesias no hacen falta sindicatos, izquierdas, ni autodenominados luchadores sociales. Lo que no se explica es como teniendo tan poderosos guardianes numinosos el país se haya degradado tanto en lo social y en lo económico, en una beligerancia que espanta a la paz.
Ahora puedo exclamar con excitación ¡He comprendido al presidente Calderón! Y puedo irme a dormir tranquilo.
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Dos enlaces para abundar en esta interpretación teológica: