“Corruptio optimi pessima”
Sentencia
latina
Está
en marcha el proceso constitucional de reforma eléctrica que, por su carácter,
de aprobarse no podrá echarse abajo por medio de amparos. Como le ocurrió a la
ley de industria eléctrica impulsada por la presente administración.
Una
nueva reforma constitucional en la materia en menos de diez años. Esto es así
por los vicios ocultos de la reforma energética de Peña Nieto, la cual debilitó
la soberanía en la generación y distribución de energía. Aunque parezca
increíble, los mismo que apoyaron esa reforma vuelven con los mismos argumentos
sin aceptar un mínimo de autocrítica. Poner al servicio privado por el encima
de lo que eminentemente es un servicio público. Vuelven a descalificar la
gestión de la CFE y a diferencia de entonces, ahora sabemos por qué: los vicios
ocultos de la anterior reforma.
Los
legisladores del PRIAN, no obstante que estuvieron de acuerdo con los términos
del proyecto privatizador del sector energético, legislaron a cambio de recibir
dinero adicional al que les corresponde estrictamente por su actividad. Le
pusieron precio a su voto y el director de PEMEX les cumplió. La reforma fue
aprobada mediante sobornos. Hay procesos abiertos, incluso exservidores
públicos en prisión preventiva. El absoluto vacío moral de la reforma
energética deslegitimó sus supuestos alardes técnicos plasmados en cuadros
estadísticos y proyecciones estimadas para la industria en cuestión.
La
transición energética hacia energías limpias se limitó a cerrar las plantas de
la cuenca carbonífera de Río Escondido en el estado de Coahuila. Se detuvo la
termoeléctrica instalada en el estado de Morelos ¡Sin cancelar los contratos de
suministro de gas! La hidroeléctricas del país -columna vertebral productiva de
la CFE- quedaron fuera del concepto de energías limpias. Las fuentes, eólica y
solar, como “aportación” exclusiva de los privados. Todo esto sin un plan de
cumplimiento del término de dicha transición.
En
esta dogmatización de mantener el supuesto de la primacía del libre comercio,
se hicieron de la vista gorda acerca de la impuesta operación subsidiaria de la
CFE hacia las plantas privadas, nulificando de hecho la competencia real.
Disfrazando de productores de energía a grandes consumidores de esta,
extrayendo recursos públicos a favor de los campeones del libre comercio. Una
reforma, la de Peña, con dedicatoria para empresarios que estuvieron al tanto
de estas movidas y con el acompañamiento de economistas que aplaudieron como
focas.
Y
no se trata de un asunto doméstico, cosa de mexicanos. En el fondo se trata de
la reinserción de la economía dirigida, como bien lo observó Giovanni Arrighi
con el modelo impulsado en China desde el último decenio del siglo pasado.
Reinserción que además se justifica con la abierta lucha por los recursos
naturales no renovables, la persistencia de las desigualdades sociales y
convulsión de la economía detonada por la pandemia COVID-19.