“Tampoco deberíamos olvidar a los
conservadores políticos, aquellos que hacen de los sufrimientos de otros su
propio beneficio.”
“, en una oligarquía los ricos
deben ser cada vez más ricos,”
Judith Shklar
Si en el origen la noción de
sociedad civil tuvo como orientación la identificación de los sujetos
económicos, de los agentes del comercio y la producción (Ferguson) Si en el
correr de las décadas el enunciado sociedad civil quedó politizado por implicar
su composición en clase sociales en pugna por hacer prevalecer sus intereses,
de imponerlos si es necesario (Gramsci) De un tiempo para acá en México, de
manera sostenida en este siglo XXI la “sociedad civil” se ha depurado. Se
visibiliza en ella a los empresarios, en el estilo de vida de los magnates y
sus fortunas. En esa reducida sociedad civil quedan velados los campesinos, los
jornaleros, los empleados, obreros. El modelo y la aspiración son los
empresarios.
Se crean asociaciones civiles
para pontificar la hegemonía de las grandes empresas. Abogados y economistas
son los miembros que descuellan entre sus componentes individuales. La
simbiosis entre algunas asociaciones civiles y empresarios es total. Se
reclaman organizaciones de la sociedad civil y un poco más, se autonombran
representantes de la sociedad civil. Las declaraciones que surgen de este
tinglado ocupan con facilidad espacios en la prensa conservadora. Las
conferencias de prensa de estos grupos son impecablemente organizadas en su
logística, con un cuidado en el arreglo personal de quienes presentarán la nota
respectiva a los medios.
A servicio están los
intelectuales orgánicos que encomian esta patraña de sociedad civil reducida,
por efecto de pasteurización, de cualquier elemento patógeno de origen popular.
Se asume un discurso que se dice ciudadano excluyendo a la masa de la ciudadanía.
De un elogio supino a la empresa privada y de un odio severo hacia el sector
público cuando no se ciñe a colmar sus intereses: apoyos, contratos, subsidios.
Al ogro filantrópico lo pusieron a su servicio.
Giotto, la Injusticia. Capilla de los Scrovegni en Padua, Italia.
Esta sociedad civil chiquita, que
ha mangoneado al país en las últimas décadas, voltea para otro lado cuando se
trata de atender el daño sobre el tejido social provocado por la atención de
sus intereses. Se encarga, eso sí, de reactivar los miedos anunciando
catástrofes, advirtiendo la concentración de poder en un solo hombre. Pero
callan ante la concentración de la riqueza que se ha dado como consecuencia, no
de la competencia y la productividad, sino de la desatención del Estado hacia
los que menos tienen.
Por eso hay que restituir a la
sociedad civil en la diversidad de sus componentes, para así superar la
reducción reaccionaria y elitista que la identifica como la alta sociedad.