viernes, 29 de enero de 2010

Es la ultraderecha



Felipe Calderón le ha dedicado mucho tiempo a nulificar al movimiento opositor que representa Andrés Manuel López Obrador. En un primer paso, de alguna manera ha cooptado a Jesús Ortega, dirigente nacional del PRD, desde ahí el comienzo de una separación entre ese partido y el líder que lo llevó casi a ganar la presidencia de la república. Hoy a López Obrador se le ve como si fuera miembro del Partido del Trabajo. Calderón ha dividido al PRD y ahora lo está engatusando para concertar alianzas electorales con el PAN contando con la docilidad del mencionado Ortega.

FCH también ha atacado una de las bases sociales del lopezobradorismo, como lo es el Sindicato Mexicano de Electricistas. La extinción decretada de la Compañía de Luz y Fuerza en octubre pasado se dirigió a destruir al SME. Siguiendo esa línea, a través del Tribunal Electoral se ha descabezado a la dirigencia del PT que ha fungido como brazo político de López Obrador. Este delirio por aniquilar al adversario es patrón de extremistas, en este caso de la ultraderecha. Qué gana México con el exterminio de la diversidad política: nada.

Esta semana, Felipe Calderón, a través de la Procuraduría General de la República, ha interpuesto ante la Suprema Corte un juicio de inconstitucionalidad en contra de la legislación promulgada en el Distrito Federal que autoriza los matrimonios gay y la adopción de niños en el seno de esa relación. O sea que una vez enseñado el cobre por qué no lanzarse contra una ley progresista. No se detienen y usando a la PGR otra vez, el grupo en el poder que tiene en sus manos los recursos del gobierno, que son del Estado, quiere que las decisiones del Instituto Federal de Acceso a la Información puedan ser detenidas ante la Corte.

La orientación adoptada ha prendido las alarmas en el PRI. En el seminario para analizar la reforma política, convocado por el Senado a principios de esta semana, le han dado con todo a la propuesta del Ejecutivo. Entienden que la colaboración con Calderón ha llegado a su límite y ahora vuelven a ser enemigos. Como hace muchos años no lo hacían, los priístas, representados por la Confederación Nacional Campesina, salieron el viernes 29 de enero a las calles de la ciudad de México. Vinieron de todos lados (Estado de México, Hidalgo, Morelos, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Veracruz) y compartieron la protesta con otras organizaciones del campo. Arroparon a organizaciones obreras no adictas al PRI (Trabajadores universitarios, mineros, telefonistas y a su mayor contingente, los electricistas del SME) Unidos por la reivindicación de los derechos sociales se les vio dispuestos a formar un frente común en contra de Calderón.

Será, no será. A saber. Los empeños de la ultraderecha por asfixiar la vida nacional bien se pueden transformar en el inicio de la movilización que requiere México para salir del pantano.
O será acaso esta la última megamarcha que de tiempo atrás vienen profetizando los plumíferos del gobierno.

miércoles, 27 de enero de 2010

Carnavalesca



Es contra natura, es un engendro, es perverso. Estas son expresiones que se podrían atribuir al arzobispo de México Norberto Rivera o a la publicación Desde la Fe, en asociación directa a su obstinada posición contraria a los matrimonios entre personas del mismo sexo. No es el caso. Se trata de expresiones de la cúpula priísta en contra de las alianzas electorales entre el PAN y el PRD que se pretenden armar este año en distintas entidades del país. De ahí en adelante es cuestión de seguir poniendo piedras en el camino para darle mas aliento a la polarización del país, al parecer el deporte predilecto de la clase política. El asunto es que las alianzas electorales son un mecanismo reconocido en el Cofipe y por tanto jurídicamente válidas. La cuestión es para qué se hacen este tipo de alianzas, si se quedan en el plano electorero y no trascienden en la gestión gubernamental, se trata de puro oportunismo para conseguir posiciones de poder. Tal como ha ocurrido y tiene su caso emblemático en la electoral que catapultó a Vicente Fox hacia la Presidencia de la república. Para qué la alianza es un punto que aborda Mauricio Merino (Una alianza aberrante) en su colaboración para El Universal. Una alianza para revertir el avance del PRI resulta de mira corta, como la ya mencionada que se conformó con sacar al PRI de Los Pinos.

Para mi, la posible alianza entre el PAN y el PRD sería una alianza carnavalesca si entendemos al carnaval como el mundo al revés. Eso es lo que plantea dicha alianza entre los que son escuderos del capital y los que se proclaman defensores de los pobres. Alianzas así nublan el espectro partidista y terminan establecer gobiernos fallidos si no cuentan con un programa común para la conducción del Estado que es lo que esencialmente eligen los ciudadanos –al menos en teoría.

En este tipo de discusiones maniqueas, sin opción de sublimarse dialécticamente, termina por perderse la cordura. Es el caso del abogado de barandilla encargado de la secretaría de gobernación, más dispuesto para la bravata que para la conciliación. Al señor Gómez Mont se le ocurre decir que las alianzas son un fraude ¿Lo dijo en serio? Si tuviera una argumentación consistente en su dicho se atrevería a concluir que las alianzas panistas de los dos últimos procesos para elegir Presidente fueron un fraude. Claro que no y pronto matizó. Lo penoso para el PAN es que inauguraron esa manera de hablar por hablar, con la consecuencia de que sus palabras se marchitan apenas salen de su boca acarreándoles descrédito. Y no es que sus adversarios sean prolijos para exponer sus planteamientos, hay excepciones, pero la herencia del habla cantinflesca era un ejercicio de mayor juego político en el manejo del poder.

Hay un encono en la superficie, a cielo abierto, que nos está llevando a la confrontación que no podrá ser contenida por el sistema electoral. Un encono del que no escapa ni la principal cabeza del Estado Mexicano, Felipe Calderón. Ahora sale, en una alocución que tuvo con legisladores panistas en la ciudad de Puebla, que los partidos políticos, esas instituciones reconocidas por el Estado, no son más que una permanente estafa a la sociedad. De veras está el Presidente para hacer ese tipo de generalizaciones. Si es consecuente entonces tendrá que reconocer que su partido también es estafador, que él y algunos de sus familiares también son estafadores.

No desbordemos al país con el lenguaje de la descalificación, ni desfiguremos identidades de partido. Al PAN le cuesta mucho trabajo asimilarse a la historia del Estado mexicano porque desde sus propias filas existe una corriente nada minoritaria que en el fondo se formó ideológicamente en contra de la Guerra de Independencia, de la Reforma juarista y del movimiento revolucionario de 1910. Aceptan como parte de un orden divino la sumisión al extranjero, a la Iglesia y la sumisión de la población a la oligarquía. Y saben que: no quieren dejar el poder civilizadamente. Es el meollo de la disputa y en el PRD no se han dado cuenta, al menos algunas de sus figuras.

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