jueves, 15 de junio de 2017

El éxito de los especialistas

“Supongamos que encuentras una ley que no tiene otro fin y cuyo autor, que ha calculado sus efectos, no tiene otro propósito que poner en buen orden el Estado y sus asuntos y apartar de él la injusticia y la violencia.”
Maimónides

Es frecuente en el encabezamiento de una nota periodística, sin importar género, invocar al especialista como la fuente de autoridad informativa. El experto lo ha afirmado. En realidad, se trata de la figura retórica de la metonimia (la parte por el todo) a fin de cuentas falaz. Dar gato por liebre. Está en el menú de todos los días.

Es la clave del éxito de los especialistas, desconectarse de la visión de conjunto, y miren que les va muy bien navegar como expertos, incluso en medio de la catástrofe pueden hacerla invisible. Los economistas, por ejemplo, nos ceban en las cifras macroeconómicas y han sido efectivos, entronizando a los inversionistas y todos creemos que sin ellos el mundo sería inaceptable. Qué decir de los politólogos, han prefigurado un ecosistema para los partidos y los políticos, de rechupete, en el que todo cuadra a la tecnocracia electoral. El voto cuenta y se cuenta, también retoza en la realización indescriptible de la voluntad popular.



En este remedo del retablo de las maravillas establecido por los especialistas, sin acudir a Cervantes, se ha creado un mundo en el que la economía logra crecer, en el que la política se ufana en poseer técnicas de conteo irreprochables. Este éxito tiene su costo oculto que paga la sociedad, el ciudadano.

Qué curioso, cuando la economía tiene el camino correcto, cuando la democracia electoral se perfecciona, algo anda mal y al especialista le falta cuerda para atar cabos. La seguridad se descompone, la educación se deteriora, la salud enfrenta la multiplicación de los males, la corrupción galopa en caballo de Hacienda. Agreguemos Medio Ambiente, en el descaro, se defienden treinta vaquitas marinas, cuya existencia está en duda, y se hacen de la vista gorda frente a la destrucción de bosques, playas y selvas.



El ambiente es obsceno, pues en medio de tanta desgracia cómodamente nos disponemos a especular rumbo a la sucesión del 2018, cuando es sabido y comprobado que el cambio de presidente, sobre todo en este siglo, no trae abatimiento de las plagas. El juego es depredar al ritmo de la construcción de infraestructura desde los tres niveles de gobierno. Se descuida lo básico: administrar conforme a la ley. Administrar es aburrido, burocrático, además obstruye el enriquecimiento del gobernante. El asunto es alegar la insuficiencia de las leyes para así crear otras, o instituir órganos autónomos.


¡Ah! Pero tenemos especialistas.
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