“Incluso los más ingenuos saben,
después de Hegel, que en el espacio en que vivimos nada es ya natural. Todo
aquello que nos satisface y todo lo que nos arrebata la vida procede de
nuestros semejantes, de su voluntad, bondadosa o malvada, que desencadena los
desastres, bien por negligencia bien por imprevisión.”
Emmanuel Levinas
La corrupción y la criminalidad
han estado ahí, sólo en este tiempo se han convertido en el rostro más visible
de México. Es innecesario tener a mano una corrida estadística o una encuesta,
con la barra de noticias de las televisoras, con los portales de noticias y las
ocho columnas de los diarios basta para apreciar con repugnancia esos rostros
que ayer tuvieron un bajo perfil. Lo del delegado de Tláhuac postulado por
MORENA es, a pulso, un párrafo de nuestra enciclopedia nacional de la
degradación del servicio público y su ayuntamiento con el crimen.
Durante la hegemonía del antiguo
PRI, estos males solían cubrirse con el manto del nacionalismo, con una
vocación tutelar sobre todas las clases (hoy la tutela sólo alcanza a los
grandes inversionistas), con responsabilidad en la provisión de servicios de salud
y de educación. Con el uso de la fuerza, también. Se percibía un entendimiento
entre gobierno y sociedad.
Para cuando el uso de la fuerza
excedió, se inició la ruptura del Estado y la búsqueda de nuevas formas de
entendimiento, el disparo de salida de las reformas. Las de orden político y
las del económico. Democracia electoral y libre comercio fueron las insignias.
No se repararon en consecuencias y aquí estamos.
El libre comercio ha permitido la
aparición estelar de algunos mexicanos en la lista de la revista Forbes. Ese mismo libre comercio que no
sabe qué hacer con los viejos, ni con los jóvenes. Que expulsa a centenares de
miles de familias hacia la economía informal, que no pocas veces, es el paso
iniciático hacia el crimen. Se encarece el acceso a los alimentos (La Jornada 4-08-2017) y somos potencia
agroexportadora.
De la democracia electoral -no
hay que perder ese adjetivo- no hemos obtenido mejores gobiernos, con servicios
de salud rebasados, inseguridad galopante, con una educación que regularmente
nos ubica en la parte baja de los listados internacionales de medición del
aprovechamiento educativo. Lo que sí nos ha traído la democracia electoral es
la construcción de un hábitat para los políticos, generoso y confortable, lo
suficiente como para soportar acusaciones e insultos diversos. En el extremo,
un hábitat que les permite a los políticos distanciarse del pueblo. No es casual que el INE
proponga un aumento del presupuesto para los partidos (La Jornada 02-08-2017)
Por eso vivimos en el México
anómico, sobre el cual no se dio previsión alguna y arribamos sin más
instrucciones que arrogar el “derecho” torcido a pasar por encima de la ley.