viernes, 4 de agosto de 2017

El Estado perdido

“Incluso los más ingenuos saben, después de Hegel, que en el espacio en que vivimos nada es ya natural. Todo aquello que nos satisface y todo lo que nos arrebata la vida procede de nuestros semejantes, de su voluntad, bondadosa o malvada, que desencadena los desastres, bien por negligencia bien por imprevisión.”
Emmanuel Levinas

La corrupción y la criminalidad han estado ahí, sólo en este tiempo se han convertido en el rostro más visible de México. Es innecesario tener a mano una corrida estadística o una encuesta, con la barra de noticias de las televisoras, con los portales de noticias y las ocho columnas de los diarios basta para apreciar con repugnancia esos rostros que ayer tuvieron un bajo perfil. Lo del delegado de Tláhuac postulado por MORENA es, a pulso, un párrafo de nuestra enciclopedia nacional de la degradación del servicio público y su ayuntamiento con el crimen.

Durante la hegemonía del antiguo PRI, estos males solían cubrirse con el manto del nacionalismo, con una vocación tutelar sobre todas las clases (hoy la tutela sólo alcanza a los grandes inversionistas), con responsabilidad en la provisión de servicios de salud y de educación. Con el uso de la fuerza, también. Se percibía un entendimiento entre gobierno y sociedad.

Para cuando el uso de la fuerza excedió, se inició la ruptura del Estado y la búsqueda de nuevas formas de entendimiento, el disparo de salida de las reformas. Las de orden político y las del económico. Democracia electoral y libre comercio fueron las insignias. No se repararon en consecuencias y aquí estamos.

El libre comercio ha permitido la aparición estelar de algunos mexicanos en la lista de la revista Forbes. Ese mismo libre comercio que no sabe qué hacer con los viejos, ni con los jóvenes. Que expulsa a centenares de miles de familias hacia la economía informal, que no pocas veces, es el paso iniciático hacia el crimen. Se encarece el acceso a los alimentos (La Jornada 4-08-2017) y somos potencia agroexportadora.

De la democracia electoral -no hay que perder ese adjetivo- no hemos obtenido mejores gobiernos, con servicios de salud rebasados, inseguridad galopante, con una educación que regularmente nos ubica en la parte baja de los listados internacionales de medición del aprovechamiento educativo. Lo que sí nos ha traído la democracia electoral es la construcción de un hábitat para los políticos, generoso y confortable, lo suficiente como para soportar acusaciones e insultos diversos. En el extremo, un hábitat que les permite a los políticos distanciarse del pueblo. No es casual que el INE proponga un aumento del presupuesto para los partidos (La Jornada 02-08-2017)


Por eso vivimos en el México anómico, sobre el cual no se dio previsión alguna y arribamos sin más instrucciones que arrogar el “derecho” torcido a pasar por encima de la ley.

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