Este año, la entrega de la
medalla Belisario Domínguez difundida por televisión a través del Canal del
Congreso, quedó empañada. Fue una expresión de lo grotesco en tanto inversión
de la realidad. La tecnocracia se disfraza de revolucionaria, de aquella desatada
por la proclama de Francisco I. Madero en 1910. (La idea de la inversión y lo
grotesco me es sugerida por la obra de Mijail Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Barral,
1974) Durante los carnavales medievales, afirma Bajtin, operaba la inversión
del mundo social, el pueblo era rey y el rey era súbdito, una sátira a manera
de crítica al orden existente. En el México del siglo xxi, por un día, la cultura elitista
se hizo pasar por revolucionaria. Un mundo al revés.
Belisario Domínguez, senador de
la república hasta el 7 de octubre en que fue asesinado por el gobierno
usurpador, será recordado por la confrontación de poderes constitucionales que
protagonizó al denunciar la irregularidad legal –fársica- con la que el Gral.
Victoriano Huerta asumió la presidencia de la república. Por eso el senador
chiapaneco se constituyó en un símbolo de la revolución mexicana amenazada por
el golpe de Estado de Huerta y un ejemplo transgeneracional, fue clave para que
un proyecto político continuara y se hiciera régimen, como igualmente clave y
eficaz resultó la coalición de gobernadores encabezados por Venustiano Carranza
para revertir el efecto restaurador del mencionado Huerta. Así fue posible la
Constitución de 1917, la educación pública, laica y gratuita, el reparto agrario,
el reconocimiento de los derechos laborales y hasta la formación de un partido
político al servicio de la revolución. A todo eso contribuyó el ilustre
chiapaneco.
A los gobernantes mexicanos de
los últimos años, toda la hazaña revolucionaria la han degradado a la calidad
de paradigmas caducos y mitos insostenibles. Las reformas estructurales han
concluido con una época. Belisario Domínguez no les significa al inconforme,
quien desde el Poder Legislativo denunció al Ejecutivo y sus crímenes. Algunos
tramos de su denuncia hasta parecen retrato del paisaje nacional actual. El
gobierno de Peña Nieto se sentiría molesto y le diría “¡Ya chole con tus
quejas!”
La verdad es que no cuadra la
figura de Belisario Domínguez con el mundo según la tecnocracia. Don Belisario
inspiró a un régimen que acabó con los latifundios. Grotescamente, en su nombre
se premia al mayor latifundista minero del país.
Si existe un personaje
parangonable con Belisario Domínguez es Layda Sansores, en su calidad de miembro
del Senado y por su posición de denuncia ante las acciones del Ejecutivo. Que quede claro, sólo por eso.
Por favor, sean consecuentes con
el proyecto reformador y no usen el prestigio del prócer, formen su propio
panteón de codiciosos y corruptos.