jueves, 14 de abril de 2011

Desespero



La estrategia en contra del crimen organizado del presidente Calderón no ha producido uno de sus frutos esperados: la aclamación, el aplauso prolongado del respetable, de la ciudadanía. Es frustrante. Por el contrario, la forma como el gobierno federal ha enfrentado a la delincuencia armada pierde adeptos. Porqué pierde apoyo la propuesta gubernamental, pues porque la violencia se ha incrementado, la demanda de narcóticos también. El 8 de mayo próximo se constatará está afirmación con la marcha nacional convocada por Javier Sicilia.


Esta realidad la siente y padece Felipe Calderón junto con su pequeño grupo de incondicionales. Por eso golpea el atril para defender lo insostenible, porque ahora se siente blanco de la respuesta ciudadana que rechaza la política establecida. Golpea el atril para demandar un ¡ya basta! de la ciudadanía en contra de los criminales y que no dirijan, los ciudadanos, su malestar a la autoridad.


Es una actitud farisaica la de Calderón. Sólo él tiene la verdad de las Escrituras y acapara su interpretación a conveniencia. Para quien abreva la información de la prensa escrita y no depende de los manantiales de la radio y la televisión, resulta absurdo el efecto fundacional que le trata de imprimir el Presidente a su guerra. Cada que puede, siempre, afirma que el problema de la delincuencia organizada se debe a que en el pasado se administró el problema. Esto es, endosarle al PRI el problema y que con el PAN se ha dado un cambio para mejorar por hacer lo que no se hizo antes. Es el error lógico de Calderón, argumentar su estrategia desde el desprestigio del PRI cuando debería fundarla a partir de los recursos y las capacidades del Estado en el contexto de la apertura comercial.


El lunes 11, La Razón de México rescató lo ya dicho epistolarmente por Ignacio Morales Lechuga, ex procurador de la república, al presidente Calderón: entre los años 90 y 94, hubo más decomisos de estupefacientes y capturas de narcotraficantes sin sacar al Ejército a las calles. No se conoce la respuesta pública de Los Pinos. Otra voz experimentada, la de Jorge Carrillo Olea, ha expuesto reiteradamente en Siempre! y en La Jornada, las inconsistencias de la estrategia de guerra del Presidente. No se conoce la respuesta puntual del gobierno. Se les descalifica a estos exfuncionarios ignorándolos porque pertenecen al pasado, remiten al gobierno del PRI, específicamente al de Carlos Salinas de Gortari.


Si en este país se va a gobernar a partir del prejuicio, de la fobia a todo lo que implique PRI, entendido esto como lo negativo absoluto, estamos fritos.

lunes, 11 de abril de 2011

En qué se parecen



Nadie se baña dos veces en el mismo río. Eso se dice que está inscrito en algún fragmento de Heráclito. Es un desafío en contra de lo que se repite como invariante a lo largo de muchos años. Cuando se trata de pueblos o culturas, el río del inconsciente colectivo desafía la afirmación del filósofo de Efeso. México es un país que puesto en la ruta del cambio no ha alcanzado ese destino final. En nuestra cultura política nos bañamos en el mismo río, persisten las expresiones del “destape” cuando un político avisa de sus intenciones por disputar un puesto de gobierno ejecutivo sujeto a elecciones. Se habla de “cargada” cuando se da el torrente de adhesiones a favor de una postulación para ejercer un cargo. Increíblemente la clase política y la prensa escrita, por extensión, siguen aludiendo a los prospectos para ser candidatos a la presidencia como “caballada”. Todavía se sigue calificando de “fraude” a las elecciones que dividen y no forman consensos duraderos. Nos seguimos rindiendo ante la especulación de quien será el “bueno” para la presidencia de la república, evitando la discusión sobre lo que será lo mejor para el país. Importa más el supuesto Salvador que los propósitos y las propuestas.

 
Como la democracia mexicana se salió del camino de la transición esto ha generado malestar, pues no se encuentra una separación radical del antes y el después, del régimen del partido casi único al régimen del partido que quiere ser único.

 
Lo dicho no es una promoción del conformismo, la contrahechura en la que se ha desviado la democracia mexicana ha tenido en la violencia del crimen organizado un punto de inflexión negativo debido al gobernante que le declaró la guerra. Y en eso de gobernantes incapaces de conducir al Estado también hay repeticiones.


En qué se parecen Slobodan Milosevic, desaparecido gobernante serbio de ex Yugoeslavia, y Felipe Calderón, presidente de México. Guardadas las proporciones, ambos gobernantes no supieron dar cauce a la transición política hacia la democracia de sus respectivos países. Teniendo condiciones para llevar a un mejor estadio a sus pueblos los estancaron en la violencia. Por motivos diferentes, en uno las diferencias étnicas-regionales, en el otro la delincuencia apostada en regiones, llevaron a padecer un baño de sangre en su poblaciones respectivas. Actualmente, en la ex Yugoeslavia la guerra ha cedido su lugar a los arreglos políticos.

 
En México, la conflagración producida por la guerra en contra del narcotráfico no encuentra límite de finalización hasta dentro de siete años, según Genaro García Luna –secretario de seguridad pública federal- o hasta que se creen policías únicas en los 32 estados de la república, según Calderón. Lo que ocurra primero.


Mientras tanto, al margen de las semejanzas que se puedan sugerir, cada día crece más el convencimiento de que la gestión de Felipe Calderón ha sido un estorbo para la convivencia entre los mexicanos.







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