La estrategia en contra del crimen organizado del presidente Calderón no ha producido uno de sus frutos esperados: la aclamación, el aplauso prolongado del respetable, de la ciudadanía. Es frustrante. Por el contrario, la forma como el gobierno federal ha enfrentado a la delincuencia armada pierde adeptos. Porqué pierde apoyo la propuesta gubernamental, pues porque la violencia se ha incrementado, la demanda de narcóticos también. El 8 de mayo próximo se constatará está afirmación con la marcha nacional convocada por Javier Sicilia.
Esta realidad la siente y padece Felipe Calderón junto con su pequeño grupo de incondicionales. Por eso golpea el atril para defender lo insostenible, porque ahora se siente blanco de la respuesta ciudadana que rechaza la política establecida. Golpea el atril para demandar un ¡ya basta! de la ciudadanía en contra de los criminales y que no dirijan, los ciudadanos, su malestar a la autoridad.
Es una actitud farisaica la de Calderón. Sólo él tiene la verdad de las Escrituras y acapara su interpretación a conveniencia. Para quien abreva la información de la prensa escrita y no depende de los manantiales de la radio y la televisión, resulta absurdo el efecto fundacional que le trata de imprimir el Presidente a su guerra. Cada que puede, siempre, afirma que el problema de la delincuencia organizada se debe a que en el pasado se administró el problema. Esto es, endosarle al PRI el problema y que con el PAN se ha dado un cambio para mejorar por hacer lo que no se hizo antes. Es el error lógico de Calderón, argumentar su estrategia desde el desprestigio del PRI cuando debería fundarla a partir de los recursos y las capacidades del Estado en el contexto de la apertura comercial.
El lunes 11, La Razón de México rescató lo ya dicho epistolarmente por Ignacio Morales Lechuga, ex procurador de la república, al presidente Calderón: entre los años 90 y 94, hubo más decomisos de estupefacientes y capturas de narcotraficantes sin sacar al Ejército a las calles. No se conoce la respuesta pública de Los Pinos. Otra voz experimentada, la de Jorge Carrillo Olea, ha expuesto reiteradamente en Siempre! y en La Jornada, las inconsistencias de la estrategia de guerra del Presidente. No se conoce la respuesta puntual del gobierno. Se les descalifica a estos exfuncionarios ignorándolos porque pertenecen al pasado, remiten al gobierno del PRI, específicamente al de Carlos Salinas de Gortari.
Si en este país se va a gobernar a partir del prejuicio, de la fobia a todo lo que implique PRI, entendido esto como lo negativo absoluto, estamos fritos.
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