“Según pasaba el tiempo, nuestra
necesidad de luchar por tal ideal fue creciendo hasta convertirse en una forma
de posesión que no admitía preguntas y que cabalgaba con espuelas y riendas
sobre todas nuestras dudas. Quieran que no, acabó convirtiéndose en una fe…Por
nuestra propia voluntad nos habíamos vaciado de toda moral, volición y
responsabilidad, y éramos llevados como hojas secas llevadas por el viento.”
T. E. Lawrence
La simulación democrática se da
cuando en los procesos internos de organizaciones -gremiales y de partido- así
como en los procesos electorales de ciertos estados nacionales, la asignación o
distribución de poder se propone de manera abierta, con ninguna o pocas
restricciones para los participantes. Pero en el camino se imponen controles
que cierran o anulan las posibilidades de los participantes a excepción de uno.
Por muchos años, de manera
contundente México vivió en la simulación democrática. Candidatos del PRI a la
mayoría de los cargos de elección popular regularmente resultaban ganadores (Esto
sigue sucediendo en el ámbito de algunas organizaciones sindicales en la figura
del líder vitalicio) Para conseguir esos resultados se establecen controles
dentro del proceso abierto. El pasado nos alcanzó y lo estamos viendo en la
selección de las candidaturas presidenciales, en la oposición y en el
oficialismo.
Desde la oposición el control lo
establece un empresario aglutinador de los dirigentes del PAN, PRD y PRI. Con
esa cúpula se procede a nombrar un consejo de notables en calidad de chambelanes,
como sustitutos de la sociedad civil. Abren el proceso despreocupado por
articular un proyecto, el propósito es recuperar el poder y regresar a las
condiciones anteriores al arribo de López Obrador. Una vez abierto se registran
ocho participantes y en unas cuantas exposiciones o castings, determinan
emular una candidatura lo más parecida a la de Vicente Fox con un personaje
grotesco y pendenciero: es Xóchitl Gálvez. Ella cumple esas especificaciones.
Con la maleabilidad requerida para que otros decidan en su lugar. Proceso
cerrado.
La coalición oficialista abrió un proceso de selección dispendioso y ruidoso. Los participantes orillados a convenir un concurso de alabanza a la 4T. Contra lo dispuesto, el aparato público interviene, el aparato partidista ha sido parcial y la encuesta la convirtieron en un mecanismo complicado. La encuesta como experimento mental, no se sabe si está viva o muerta. La lógica es conservar el poder, aunque en esa ruta se pierda legitimidad si se confirma que el proceso abierto estaba cerrado desde el principio.