viernes, 19 de febrero de 2010

Lo que importa y lo que viene



Realmente podemos considerar temas relevantes el asunto de las alianzas electorales desde el punto de vista del interés ciudadano. Es acaso de interés los chismes de palacio que se desataron desde la renuncia de Fernando Gómez Mont al PAN la semana pasada. ¿Vale considerar la esquizofrenia de nuestros políticos? Quien esté libre de patologías que tire el primer diván. Se trata de basura informativa sin ignorar que se puedan explotar vetas relevantes, como la exhibición de panistas y priístas a la hora de cocinar el paquete fiscal 2010 con toda su pestilencia ¡Así se arreglan las cargas impositivas!

Hay información de mayor relevancia que no corre con mayor suerte, como los reportajes de El Universal sobre el destino final de los subsidios al campo. Muy afanosa nuestra clase política por generar más cargas fiscales, sin conceder una mejor aplicación de los recursos obtenidos. El desdén total de un secretario de agricultura que se siente merecedor de los subsidios al campo, como si su concentración diaria no debiera estar en las tareas del despacho que tiene encargado. En este momento no se sabe ya si el secretario Francisco Mayorga está entregado a la encomienda presidencial o a atender los deberes de próspero agricultor. Desde la óptica patrimonialista que adopta no tiene sentido la distinción. Lo público convertido en disfrute privado.

Lo acontecido en nueve años de gobiernos a panistas a cargo del Ejecutivo federal no representa una mejora presumible respecto a sus antecesores. Por el contrario, han caído en el desprestigio de sus prendas políticas por la misma razón: abuso de poder, impunidad. Así como los gobiernos del PRI terminaron por acabar sus prendas revolucionarias y de justicia social, en el PAN su inclinación democrática y ciudadana no pasó la prueba del ejercicio del poder, a lo Falsaria, eran fingidas. A toda la clase política no le interesa que los resultados engrandezcan a la sociedad mexicana en su conjunto. Lo que les interesa es dedicarse de tiempo completo a los concursos electorales. Particularmente para Felipe Calderón y su partido, las elecciones lo son todo.

Ante tal desarreglo lo que viene se anuncia con tambores de guerra. Ya tenemos desatada la violencia del narcotráfico catalizada por la acción del gobierno. Ya veremos que nos deparan las elecciones locales en Oaxaca, Sinaloa, Veracruz y Zacatecas. Que nadie se sorprenda si hay más muertos. Ya veremos que nos depara la ofensiva gubernamental en contra de los sindicatos, otro frente de guerra y de muerte. Ya veremos lo que tiene que sufrir la ciudad de México ante el asedio gubernamental ¿Más muertos?

Instalada la violencia, la paz social se ha resquebrajado.

¡Así se celebra el día del Ejército! Con 94 mil 540 efectivos dedicados a labores que corresponde a civiles (La Jornada) ordenadas por su incivil jefe, sin la cobertura legal que los ampare.

martes, 16 de febrero de 2010

Ordenar o culpabilizar



No es tiempo de señalar culpables, pues si a esas vamos el gobierno no tendría escapatoria. Lo que vale es ordenar la alineación de las fuerzas políticas y darle una salida constructiva al desastre que vive el país. Felipe Calderón dice que la culpa no es suya, en dado caso la comparte con la sociedad. No se trata de eso, saldría mal parado. Ahora puede distinguir entre culpar cómodamente desde la oposición y tener la responsabilidad del gobierno. Pero no lo hace. Se aferra a una inexistente función redentora. Calderón es un mesías de clóset, por eso López Obrador es su némesis.

No es ocioso enumerar centros urbanos que están a punto de ebullición por desempeño o decisión de orden federal. El incendio de la guardería ABC de Hermosillo, en Sonora, se debió a una mala supervisión de las normas dictadas por el IMSS. Los niños que allí murieron fueron resultado de la confusión de competencias que la parte federal debió evitar. La carnicería de Ciudad Juárez, en Chihuahua, está relacionada con la declaratoria de guerra al crimen organizado que ya tiene una pesada carga de daños colaterales. La ciudad de México, capital de la república mexicana, puede incursionar en esta lista. Dos resortes de orden federal, la provisión de energía y agua, están marcados por dos decisiones de Calderón: liquidar la compañía de Luz y Fuerza sin tener al sustituto de sus servicios. La CFE todavía requiere subcontratar empresas para brindar suministro, empresas que se ven rebasadas por los apagones que aquejan un día sí otro también. Y por ninguna parte se nota la colaboración en las calles del SUTERM. El sindicato de CFE, que desde el silencio no quiere ser parte del desastre que amenaza a la ciudad de México; el otro servicio, el del agua potable y el desagüe que acompaña el uso de este recurso, sigue las pautas que dicta la Comisión Nacional del Agua. Su director no tiene las calificaciones para una dependencia técnica que el panismo la ha convertido en botín político, en cuota de poder asignada a El Yunque. Los sucesos ocurridos en el Valle de México, la inundación por aguas negras en el oriente del valle en los primeros días de febrero y el racionamiento del agua en los últimos años son señales de una urbe próxima a colapsar.

Si la situación adquiere explosividad también hay que agregar otras decisiones presidenciales que contribuyen a la situación presente: la anulación de facto del derecho laboral, ejemplificado en el caso de los trabajadores mineros metalúrgicos y los electricistas del SME; el otro punto es el pésimo desempeño en la asignación de subsidios al campo que no llegan a los que más lo necesitan, subsidios que son capturados por la burocracia, los empresarios agrícolas, la cúpula de las organizaciones del campo y hasta el narco.

Basta de contemplar el desastre que se viene. Lo importante es que las fuerzas políticas lleguen a acuerdos reales, creíbles y productivos, inclusivos de la mayoría de los desheredados. No se puede avanzar como país mientras se inculque la ingesta de comida chatarra y de programas difundidos por el duopolio televisivo. Eso lo deben entender Calderón y todos los políticos. Quien quiera conducir a este país tendrá que hacer compromisos con la ciudadanía más allá de las campañas y su registro notariado, que se vean en la formación de una ciudadanía robustecida por lo que come, lee y valora.

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