Con las elecciones presidenciales
de 1976, la democracia electoral mexicana acusó de un fuerte deterioro en su
credibilidad: un candidato registrado, el oficial, sin tener oposición en
frente. En el desastre y el ridículo se toleró un candidato sin registro, Valentín
Campa, postulado por el Partido Comunista Mexicano. Por lo mencionado, cuando
llega a tomar las riendas del gobierno José López Portillo, asume también la
emergencia de la reforma política electoral (1977)
Su sucesor, Miguel de la Madrid,
estableció un mecanismo de democracia participativa al decretar la Ley de
Planeación (1983), en la que se instruye la consulta popular de la cual resulta
el Plan Nacional de Desarrollo donde quedan expuestas las políticas a seguir.
La debilidad de origen de este ejercicio es que una vez publicado el PND, este documento
va quedando enterrado por la dinámica política y burocrática. Sexenio tras
sexenio, desde entonces, en cada fin de sexenio el PND es el documento más
olvidado. Nadie lo menciona, ni para contrastar los objetivos del plan con los
resultados. Nunca logró consolidarse como un ejercicio de democracia
participativa en el sentido amplio e inclusivo. Primero porque el
corporativismo del PRI y sus organizaciones satélites copaban la consulta de
los foros, después fue la burocracia junto con los expertos para la ocasión,
quienes se encargaron de diluir el carácter popular de la consulta. Eso ha
ocurrido de manera consistente durante el siglo XXI.
La convocatoria para participar,
su propaganda, ha disminuido con lo años a una expresión mínima. A través de twitter,
la cuenta de @CarlosUrzuaSHCP, me enteré de la convocatoria y la circulé. El
foro nacional es uno entre otros de los foros que se realizan por el país. El
16 y el 17 de marzo asistí y participé. Como he participado en otra
convocatoria encuentro una diferencia importante, la diferencia entre la
parafernalia del derroche que implicaba un evento presidencial y la austeridad
del presidente López Obrador. Sin edecanes, ni guaruras, ni filtros excesivos
nos encontramos ciudadanos para opinar y proponer el tema que cada uno eligió,
trabajando en recintos públicos y con un coffee
break que supongo contratado a las fondas que se encuentran en las inmediaciones
de palacio nacional.
Lo que pude corroborar es una
forma de hacer política del titular del Ejecutivo y la cual obliga a sus
colaboradores. Me refiero al espacio de su actuación, como lo es el palacio
nacional, los despachos de las secretarías y la plaza pública, es donde se hace
la política del actual gobierno. El estilo cortesano entró en desuso desde la
clausura de la residencia presidencial de Los Pinos, en donde con anterioridad el
presidente en turno recibía con regularidad en primer lugar a empresarios, después
cabían y se acomodaban creadores, intelectuales, periodistas, incluso
personalidades de la ciencia y la tecnología.
Esta forma de hacer política
tiene irritados a los miembros de distintas élites, las que en su conjunto forman
la sociedad cortesana, para ellos los pobres pueden seguir esperando. El
ecosistema político-económico, de presas y depredadores, les parece de lo más
natural y civil.