lunes, 18 de marzo de 2019

A propósito del PND

Con las elecciones presidenciales de 1976, la democracia electoral mexicana acusó de un fuerte deterioro en su credibilidad: un candidato registrado, el oficial, sin tener oposición en frente. En el desastre y el ridículo se toleró un candidato sin registro, Valentín Campa, postulado por el Partido Comunista Mexicano. Por lo mencionado, cuando llega a tomar las riendas del gobierno José López Portillo, asume también la emergencia de la reforma política electoral (1977)

Su sucesor, Miguel de la Madrid, estableció un mecanismo de democracia participativa al decretar la Ley de Planeación (1983), en la que se instruye la consulta popular de la cual resulta el Plan Nacional de Desarrollo donde quedan expuestas las políticas a seguir. La debilidad de origen de este ejercicio es que una vez publicado el PND, este documento va quedando enterrado por la dinámica política y burocrática. Sexenio tras sexenio, desde entonces, en cada fin de sexenio el PND es el documento más olvidado. Nadie lo menciona, ni para contrastar los objetivos del plan con los resultados. Nunca logró consolidarse como un ejercicio de democracia participativa en el sentido amplio e inclusivo. Primero porque el corporativismo del PRI y sus organizaciones satélites copaban la consulta de los foros, después fue la burocracia junto con los expertos para la ocasión, quienes se encargaron de diluir el carácter popular de la consulta. Eso ha ocurrido de manera consistente durante el siglo XXI.


La convocatoria para participar, su propaganda, ha disminuido con lo años a una expresión mínima. A través de twitter, la cuenta de @CarlosUrzuaSHCP, me enteré de la convocatoria y la circulé. El foro nacional es uno entre otros de los foros que se realizan por el país. El 16 y el 17 de marzo asistí y participé. Como he participado en otra convocatoria encuentro una diferencia importante, la diferencia entre la parafernalia del derroche que implicaba un evento presidencial y la austeridad del presidente López Obrador. Sin edecanes, ni guaruras, ni filtros excesivos nos encontramos ciudadanos para opinar y proponer el tema que cada uno eligió, trabajando en recintos públicos y con un coffee break que supongo contratado a las fondas que se encuentran en las inmediaciones de palacio nacional.

Lo que pude corroborar es una forma de hacer política del titular del Ejecutivo y la cual obliga a sus colaboradores. Me refiero al espacio de su actuación, como lo es el palacio nacional, los despachos de las secretarías y la plaza pública, es donde se hace la política del actual gobierno. El estilo cortesano entró en desuso desde la clausura de la residencia presidencial de Los Pinos, en donde con anterioridad el presidente en turno recibía con regularidad en primer lugar a empresarios, después cabían y se acomodaban creadores, intelectuales, periodistas, incluso personalidades de la ciencia y la tecnología.


Esta forma de hacer política tiene irritados a los miembros de distintas élites, las que en su conjunto forman la sociedad cortesana, para ellos los pobres pueden seguir esperando. El ecosistema político-económico, de presas y depredadores, les parece de lo más natural y civil.
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