Tabasco, su desastre pero no su tragedia. Conjunción desafortunada del progreso y los dictados de la naturaleza, lo que todo ingeniero hidráulico sabe de manera sucinta: el agua baja y es “cabrona”. Esto se magnifica cuando las palabras prevención y planeación, junto con los aparatos gubernamentales que las acompañan hacen un conjunto vacío y el Estado trata de conducirse con verbos que son propios del mercado y de la iniciativa privada: emprender y competir. Pero llevamos décadas en las que el Estado se aboca a promover la los negocios como su fin último. Por eso es normal que en la inundación del estado de Tabasco no tengan espacio mediático el Centro Nacional para la Prevención de Desastres y la Comisión Nacional del Agua. Las instituciones creadas por el Estado están nulificadas frente al paradigma de “desarrollo” imperante, por eso le resulta más idóneo al gobernante disponer recursos para las PYMES, ese es su esquema mental que promueve el achicamiento de los fines del Estado.
Se podrá achacarle al cambio climático y a la corrupción el desastre de Tabasco, pero la responsabilidad del Estado en materia de prevención y planeación fracasó rotundamente. Apenas el nueve de octubre el presidente Calderón se reunió en Villahermosa con gobernadores de la región para alentar la integración en lo que coloquialmente se le llama Plan Sur – Sureste. Una reunión como las de siempre, no hay transición que valga, los elogios mutuos y el ojo puesto de los gobernadores en las promesas presupuestales. Todo era cordialidad. Incluso el columnista Carlos Ramírez apuntó que el gobernador Andrés Granier Melo simbólicamente había sido tocado por la deferencia presidencial como líder del plan, borrar del mapa a López Obrador y a Roberto Madrazo. Muy diferentes fueron las caras veinticuatro días después, el viernes pasado. El gobernador de Tabasco y Felipe Calderón discrepaban sobre la causa del desastre. Fue el manejo de las presas que tiene a cargo la Comisión Federal de Electricidad, a lo que el Presidente replicó molesto, es el cambio climático.
Los dos yerran porque el desastre obedece a variadas causas, pero la base se encuentra en las diferencias entre algunos contenidos del desarrollo (la urbanización y la quema de hidrocarburos, entre otros) y el curso natural del medio ambiente. Dotar de pavimento e infraestructura urbana a un pantano tarde o temprano se iba a encontrar desastrosamente con el cauce de las aguas, incluso ya lo había hecho, pero como toda obra e inversión pública no se cumple al cien por ciento, por eso el relumbrón aparece para ocultar la generosa comisión del diez por ciento. También habría que apuntar, como diría el clásico Padilla y Aragón, la combinación de desarrollo con pobreza, por eso ahora el desastre se magnifica en las costas del Caribe, en Chiapas, Acapulco o en centros urbanos, como le ocurrió a Monterrey con el huracán Gilberto.
Como quiera que se le vea, la responsabilidad del Estado en materia de prevención y planeación no puede ser transferida. Es el Estado o es el Estado, la conjunción de gobierno y sociedad. Prevenir y planear son imposibles sin memoria, pero los tiempos presentes se empeñan en borrar toda memoria, se ha dislocado el presente del pasado en una quijotesca andanada contra los mitos. Se vive desbocado en el presente sin darle lugar al futuro, la otra dislocación de los tiempos.
El Estado tiene que ir a lo básico: la seguridad, la alimentación, la educación y la salud, a esos fines debe estar orientada la planeación y la prevención, aunque la tachen de populismo. Del mercado que se encargue la mano invisible o la ley de la oferta y la demanda. Lo que debe quedar claro es que todo mexicano desde su nacimiento nace en un Estado que le ofrece seguridad, alimentación, educación y salud. Si eso no se cumple el Estado es inexistente. Si los fines del Estado no quedan claros su reforma será vana.
Lo de Tabasco, como el fatal accidente de PEMEX, cimbran a la nación, atisban peligrosamente su viabilidad. La responsabilidad histórica de Felipe Calderón será la de asumirse como el último Presidente de la era tecnocrática.
Se podrá achacarle al cambio climático y a la corrupción el desastre de Tabasco, pero la responsabilidad del Estado en materia de prevención y planeación fracasó rotundamente. Apenas el nueve de octubre el presidente Calderón se reunió en Villahermosa con gobernadores de la región para alentar la integración en lo que coloquialmente se le llama Plan Sur – Sureste. Una reunión como las de siempre, no hay transición que valga, los elogios mutuos y el ojo puesto de los gobernadores en las promesas presupuestales. Todo era cordialidad. Incluso el columnista Carlos Ramírez apuntó que el gobernador Andrés Granier Melo simbólicamente había sido tocado por la deferencia presidencial como líder del plan, borrar del mapa a López Obrador y a Roberto Madrazo. Muy diferentes fueron las caras veinticuatro días después, el viernes pasado. El gobernador de Tabasco y Felipe Calderón discrepaban sobre la causa del desastre. Fue el manejo de las presas que tiene a cargo la Comisión Federal de Electricidad, a lo que el Presidente replicó molesto, es el cambio climático.
Los dos yerran porque el desastre obedece a variadas causas, pero la base se encuentra en las diferencias entre algunos contenidos del desarrollo (la urbanización y la quema de hidrocarburos, entre otros) y el curso natural del medio ambiente. Dotar de pavimento e infraestructura urbana a un pantano tarde o temprano se iba a encontrar desastrosamente con el cauce de las aguas, incluso ya lo había hecho, pero como toda obra e inversión pública no se cumple al cien por ciento, por eso el relumbrón aparece para ocultar la generosa comisión del diez por ciento. También habría que apuntar, como diría el clásico Padilla y Aragón, la combinación de desarrollo con pobreza, por eso ahora el desastre se magnifica en las costas del Caribe, en Chiapas, Acapulco o en centros urbanos, como le ocurrió a Monterrey con el huracán Gilberto.
Como quiera que se le vea, la responsabilidad del Estado en materia de prevención y planeación no puede ser transferida. Es el Estado o es el Estado, la conjunción de gobierno y sociedad. Prevenir y planear son imposibles sin memoria, pero los tiempos presentes se empeñan en borrar toda memoria, se ha dislocado el presente del pasado en una quijotesca andanada contra los mitos. Se vive desbocado en el presente sin darle lugar al futuro, la otra dislocación de los tiempos.
El Estado tiene que ir a lo básico: la seguridad, la alimentación, la educación y la salud, a esos fines debe estar orientada la planeación y la prevención, aunque la tachen de populismo. Del mercado que se encargue la mano invisible o la ley de la oferta y la demanda. Lo que debe quedar claro es que todo mexicano desde su nacimiento nace en un Estado que le ofrece seguridad, alimentación, educación y salud. Si eso no se cumple el Estado es inexistente. Si los fines del Estado no quedan claros su reforma será vana.
Lo de Tabasco, como el fatal accidente de PEMEX, cimbran a la nación, atisban peligrosamente su viabilidad. La responsabilidad histórica de Felipe Calderón será la de asumirse como el último Presidente de la era tecnocrática.
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