martes, 10 de marzo de 2015

Es el régimen

“Pero en medio de la desmoralización de aquel lugar, el hombre conservaba su elegancia. Eso se llama temple. Sus cuellos almidonados y la pulcritud de sus camisas eran triunfos del carácter”.
Joseph Conrad

Cuando el presidente Enrique Peña Nieto reconoció en la incredulidad y la desconfianza como los aspectos característicos de la sensibilidad (lo que sienten) y la actitud (como se expresan) de la sociedad mexicana, lo hizo con el aplomo de quien afirma de que en México hay costas, planicies y sierras, como algo natural, fuera de discusión y, por ende, aceptable. A los británicos, a los que regaló un arrebato de sinceridad descafeinada, les importa un bledo, lo que quieren es tener una nueva oportunidad de depredación de recursos naturales sean del país que se deje. Ése fue el fondo de la visita de Estado de la semana pasada.

Ha regresado Peña Nieto y no hay mayor mención a lo reconocido al otro lado del Atlántico. La incredulidad y la desconfianza, a fin de cuentas, son un problema de comunicación social, cambiemos al responsable y reiniciemos la narrativa de las reformas. Así de sencillo.

Con o sin cambios, los desafíos presidenciales siguen siendo los mismos: crecimiento económico, seguridad pública y rendición de cuentas. Sin avanzar en por lo menos estos temas, la incredulidad y la desconfianza no tienen para cuando disminuir.

Pero, realmente, es de la mayor preocupación para los gobernantes la incredulidad y la desconfianza que les dispensa la ciudadanía. Ni siquiera les quita el sueño, la centralidad está perfilada a mantener un régimen oligárquico, donde unos pocos deciden el destino del país y de sus habitantes. Para hacerlo eficazmente están convencidos de inarticular discursos revolucionarios, de no convocar a los otrora poderosos tres sectores. Para el pragmatismo rampante le es suficiente asimilarse y pregonar la imbatibilidad del mercado aunque nada entiendan de sus consecuencias. Si de consultar se trata, para eso está el oráculo del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios. Las propuestas presidenciales pasan por ahí, la bendición que ostenta la flamante procuradora Arely Gómez González Blanco, y el no menos agraciado Eduardo Medina Mora Icaza, al cual la guerra de Calderón, de la cual fue coautor con sus miles de muertes violentas, nunca le calentó la cabeza.

Un régimen oligárquico de mercado torcido, el cual lejos de generar empleos y mejorar los ingresos de la población, tiene que habilitar una política social vergonzante –lo es en tanto detesta en teoría todo género de subsidio-  que regala cobijas, comida, televisores, a falta de consolidar una economía fuerte en lo interno.

Un régimen exitoso para sus beneficiarios, hay que reconocerlo. La exclusividad de su éxito incompartible radica en la habilidad para revolcar a la misma gata, lo mismo pero con otro nombre. Con qué cuidado los oligarcas se han aplicado en el arte de renombrar. Los defectos del capitalismo pasan ahora como las maravillas de la globalización, por eso las empresas trasnacionales son hoy bienvenidas como empresas globales. A la simulación se le agradece travestida bajo el nombre de empatía. Al cínico impune hoy se le aprecia como una persona esplendentemente asertiva. Y qué decir del maldecido régimen del partido hegemónico, ya nada, el pluralismo obliga a la democracia electoral, no más farsa electoral.


Pero tú ciudadano no decides, las decisiones públicas tienen otro camino, es otra la sede, a la que nunca serás invitado.
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Interesante el reportaje en serie hecho por Sandra Rodríguez Nieto en Sin embargo, para que vean lo que es mover el abanico. Eh aquí los enlaces: http://www.sinembargo.mx/09-03-2015/1264665 y http://www.sinembargo.mx/10-03-2015/1275766

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