La semana pasada se celebró la
reunión de la Asociación de Bancos de México. Dicen que por primera vez, de manera inusual, un secretario de
Hacienda tuvo una encerrona privada con los empleados de angora de los bancos.
Dicen que se sinceró y después inició la convención. Los banqueros criticaron y
agradecieron, pasaron la muleta a placer y le otorgaron indulto al gobierno.
Claro, la plaza les rinde muy buenas ganancias aunque no se refleje
generosamente en el crecimiento del PIB.
Ante ellos, Peña Nieto anunció un
nuevo ajuste de la administración, así inició su mandato lo recuerdan,
ajustando la administración pública y del hecho nunca hubo una evaluación para
comunicar. Después Luis Videgaray retomaría el tema y soltaría el rollo del
presupuesto base cero, un eufemismo para nombrar el recorte presupuestal del
2016. Con el objetivo de siempre y ya rancio: hacer más con menos ¡eficiencia!
¡eficiencia!
Vaya desfiguros, con el rabo
entre las patas, al muerto ya lo resucitaron sus publirrelacionistas ¿por
cuánto tiempo? Los desafíos de la administración siguen ahí: el crecimiento
económico, el combate a la corrupción y la inseguridad. Los dos primeros están
en manos de la autoridad hacendaria y no se le ven maneras, del tercero ya se puede
presumir la caída de capos, al menos, y no es su responsabilidad. Ah pero son
tiempos de incertidumbre, con la pena, pero ya estamos acostumbrados.
Lo importante del evento resultó
didáctico, ilustrar lo que es el Estado liberal oligárquico. Caracterización guardada
bajo tres llaves, eso creen, pues hay que hablar de la república, de la
democracia aunque todos palpamos que el Estado está al servicio de distinguidos
intereses empresariales incrustados en el campo, en constructoras, los fundos
mineros, en las telecomunicaciones y, por supuesto, en el sistema bancario.
Llama mi atención el que no se discuta sobre el Estado que se ha construido en
México en los últimos años, el proceso diacrónico que llevó del Estado social
corporativo al Estado liberal oligárquico, éste último una fórmula que se
ensayó desde la república restaurada de Benito Juárez y se perfeccionó con
Porfirio Díaz sin regatear loas a la democracia y a la república.
En síntesis, el Estado liberal
oligárquico de hoy se circunscribe a promover y proteger los intereses de un
selecto grupo de empresas en primer lugar. Un Estado para el cual los
ciudadanos son un obstáculo a sortear cada elección periódica, al fin y al cabo
las elecciones no resuelven problemas. Las corporaciones obreras y campesinas
del viejo PRI ya no son consultadas, mucho menos se les hacen concesiones, la
agenda de Los Pinos está ocupada en atender a los empresarios. Mientras la
oposición está engolfada disfrutando de sus canonjías y de sus moches. No
existe en el horizonte de los partidos una agenda de construcción del Estado
social democrático.
(Hace
muchos años la discusión política dentro de la izquierda iniciaba por formular
la caracterización del Estado y la coyuntura. Eso ya no existe, el oportunismo
y el acceso a recursos públicos, sobre todo, la han hecho prescindir de esas
disquisiciones sin rendimiento contante y sonante. En estos tiempos la
izquierda oficial se allana fácilmente al lenguaje de empresarios y tecnócratas.
Por otro lado, los activistas no hicieron aportaciones más allá de la estridencia, se limitaron a
repetir dogmas, a reproducir una comunicación panfletaria. Un ejemplo de ése
activismo lo fue Cecilia Soto, su marido y el desaparecido y nunca bien
establecido “Partido Laboral”. Lugares comunes, clichés, caudillismo, denuncia
del “neoliberalismo”, reciclaje de priístas tránsfugas)
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Para los que no me siguen en
Facebook pongo al tanto de esta recomendación que ha sido apoyo para elaborar
este artículo, el libro de Pittman, D. Kennieth. Hacendados, campesinos y políticos. Las clases agrarias y la
instalación del Estado oligárquico en México, 1869-1876. (FCE, 1994)
Sugerente investigación sobre la política en Morelos durante la república
restaurada, también se podría volver a titular como El Dieciocho Brumario de
Francisco Leyva (primer gobernador constitucional del estado de Morelos).
Cualquier semejanza con la realidad política nacional es la terca coincidencia.
Aquí una breve descripción del
contexto en el que surge dicho Estado:
“Las elecciones habían dejado
pocas posibilidades de cambio para los campesinos. Sus inquietudes ni siquiera
habían sido uno de los temas de la campaña. Para los hacendados que habían
soportado lo más arduo de los ataques, los siguientes cuatro años no les
ofrecían nada salvo que se perpetuara un gobierno que ellos habían tenido que sostener
y sobre el cual no ejercían influencia alguna.
“Los impuestos existentes eran
irritantes, pero no constituían una carga imposible. Aun al empezar a
incrementarse en el transcurso de los últimos años, seguían siendo comparables
con los asignados a los más pequeños intereses industriales y comerciales que
tenían todavía menos posibilidades de pagar. En realidad, la cuota fija
asignada a la producción favorecía a los más importantes hacendados en
comparación con los que estaban luchando por sobrevivir. De todas maneras, los
impuestos eran siempre molestos…Ni la creación del estado ni el gobierno que
pretendía regir habían sido elección de los hacendados, y resentían que
estuvieran suministrando la gran mayoría de los fondos de la tesorería y que al
mismo tiempo se les negara su acostumbrada influencia. Los hacendados veían
como los impuestos que gravaban sus propiedades sostenían el esfuerzo de
arrancarles el control que ejercían”p.74.
Y esto sucedía en el siglo XIX.