jueves, 10 de marzo de 2011

El Presidente fantasma



La gestión de la actual presidencia en manos del Lic. Felipe Calderón sólo aparece en los comerciales, pero no se materializa en hechos que den prueba de su existencia. Su aspecto es fantasmal en situaciones donde su peso específico sería evidente. Hay ocasiones en los que la falta de contacto con la realidad se sustituye con el chiste, que es malo las más de las veces. Una especie de fuga frente a responsabilidades que, convertidas en infierno, son insoportables.

 
Tenemos el caso de las líneas áreas comerciales de empresarios mexicanos, que se conducen inevitablemente hacia el monopolio doméstico. Un servicio próspero en condiciones de competitividad es inasible o está alicaído. Se cayó Aviacsa y no volvió a despegar. Lo mismo le está ocurriendo a Mexicana de Aviación que está detenida desde el año pasado. La autoridad no haya manera o no está interesada en poner orden. El caso de Mexicana es ya expresión de la indolencia gubernamental, despreocupada por los trabajadores de esa empresa y sin el menor ánimo por sancionar de alguna manera a los anteriores dueños que la dejaron caer. La empresarial irresponsabilidad no merece sanción y goza de protección legaloide (Es el modelo del empresario minero, Germán Larrea, un ejemplo de clase mundial)


En otro de campo, el de las telecomunicaciones, el pleito por el mercado sigue creciendo y la autoridad se mantiene en la inmaterialidad. Tal vez, cuando dé el manotazo el gobierno sea demasiado tarde y la solución signifique un desarreglo mayor. El gobierno no quiere gobernar sobre los prestadores de servicios en telecomunicaciones (Telmex, Televisa, TV Azteca y demás) de ahí que la salida se vaya deslizando hacia otro recipiendario de gobierno, el Poder Judicial.


Desde enero de este año se vino calentando la presentación de un documental, Presunto culpable, para su exhibición en salas cinematográficas del país. Se estrenó el mes pasado y sin preverlo la autoridad, el documental ha engrosado los litigios que se ventilan en el Poder Judicial no sin dar lugar a escandaloso debate de incierto beneficio. ¿Por qué sucede esto? Pues porque la autoridad, en este caso Gobernación, no está atento a lo que es de su competencia. De tal incapacidad van resultando ocurrencias como las de videograbar todos los procesos judiciales. Si así vamos, porque no videograbar todas las actividades del Ejecutivo y su gabinete, también de los gobernadores y su séquito respectivo. Si tal es la incredulidad y la desconfianza que se les tiene a los altos responsables del gobierno, por qué no establecer un reality Big Brother monumental que haga palidecer los cables de WikiLeaks.

Para cerrar, en la cuenta de apariciones del fantasma presidencial, la visita de la semana pasada de Felipe Calderón a los Estados Unidos es otro ejemplo. Curioso mundo este, de lo que parece y de lo que es. Se trataron asuntos de seguridad y de autotransporte de carga, entre otros, en una agenda que no incluyó formalmente la solicitud de retiro del actual embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual. Asunto que se trató, seguramente, y no fue concedido por Barack Obama. Pues un berrinche mediatizado no puede tomarse en serio. A fin de cuentas el embajador hace su chamba, son los empleados de Calderón los que no hacen la suya y ese es el tema de fondo que rehúye el Presidente. Las famosas filtraciones ya mencionadas sólo dieron mayor visibilidad, nada más, pues lo que ahí quedó plasmado ya se conocía por la prensa escrita y ya circulaba en los blogs.



lunes, 7 de marzo de 2011

Después del 4 de marzo



El viernes no sólo se trató de una efeméride y de un cambio de personas en la conducción del instituto político fundado en 1929. Metió de lleno a los priístas en su deliberación interna para definir candidato presidencial.


Antes de ponerle bigote o copete al candidato del Partido Revolucionario Institucional, con pasos firmes, tiene que hacer un examen de lo ha sido su relación con los gobiernos panistas desde su experiencia opositora. Es un examen complejo que no puede ser animado por reflejos autoritarios y afán vengativo. Un examen que no sólo atañe a la cúpula, ni de cara exclusiva hacia la emotiva militancia, sino que tiene que hacerse extensivo a la ciudadanía, al elector. La contienda del 2012 no será fácil, pues enfrentarán todos los recursos de Estado y la infaltable operación de los poderes fácticos que se aprovechan del debilitamiento de la autoridad del Estado.


Previamente, en un esfuerzo autocrítico tiene que aclarar cómo diluyendo, clausurando el Estado del Bienestar, el PRI perdió base de su legitimidad a cambio de vivir bajo un esquema de competencia electoral más creíble (Cómo se regocijaban los panistas por la transformación priísta contraria a su identidad, afirmando los del PAN que su programa había sido adoptado por el PRI) Hacer un balance de qué parte del reformismo de fin de siglo fue un avance para la sociedad mexicana y hasta dónde ha significado retroceso en la calidad de vida de muchos, en comparación con el fantástico progreso material de una minoría. Contribuyendo al orden neoliberal que ha conducido al establecimiento, en el momento actual, del Estado Policíaco que ahora se impone como justificación del combate al crimen organizado por parte del PAN-gobierno. Si el Estado del Bienestar no pudo más, eso no es argumento para instaurar el Estado Policía del siglo XIX.


Regresando al punto central, al interés de acciones del pasado reciente y no debidamente iluminadas. Reitero que es definitorio para proponerse como alternativa ante el electorado, poner en claro el resultado de una decisión, la de facilitar la toma de protesta de Felipe Calderón como presidente de México el primero de diciembre de 2006. Desde el PRI se ha justificado que el propósito de allanar la formalidad de la protesta de Felipe Calderón fue el de evitar una ruptura del orden constitucional. De ser así, a la luz de la gestión de Calderón, hasta dónde se puede asegurar que ese propósito quedó cumplido de manera permanente. No se puede. Desde que se asumió como presidente, Calderón no tardó mucho para ser el promotor de la ruptura al ordenar, sin el mejor sustento legal, la salida del Ejército a las calles. De ahí en adelante ha forzado la legalidad para sacar sus propósitos de grupo, que no son precisamente los de la nación. Acaso se quiere justificar con el manido ejercicio de las facultades metaconstitucionales de la presidencia, eufemismo para hacer digerible la ilegalidad.


De qué cálculo o arreglo se sirvió el PRI - sus máximos representantes- para mantener un trato con quien no respeta su palabra, tampoco la ley y, además, no deja de mostrar su inquina y desprecio por sus adversarios, acusándolos de todos los males del país.


Un esclarecimiento de ese tamaño sería tan refrescante como la lluvia que envolvió a la ciudad de México el fin de semana. El principio de una vocación de poder para servir a las mayorías.





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