Si queremos realmente darle un nuevo impulso al país, es importante reconocer que la liberalización ha sido capturada por la derecha deteriorando su contenido democrático y radicalizando el fundamentalismo económico de mercado. Esto ha significado una gran dificultad para llegar a acuerdos y evitar la descomposición social. No es una situación inesperada o espontánea, comenzó desde la presión de las organizaciones cúpula de los empresarios, seguido de la incrustación de los tecnócratas en el aparato público, hasta el encumbramiento político del partido de la derecha. En el correr de tres décadas, México ha venido formando un caldo de cultivo para el encono por la falta de justicia social y por la creación de nuevas formas de opresión. Desaparecer todo sentido de justicia social es la vocación del orden imperante, la expresión de justicia social no es parte del lenguaje del grupo gobernante.
Todo un terreno abandonado por las instancias oficiales que ha sido fértil para la germinación y florecimiento del lopezobradorismo. Esta corriente política volvió a llenar la plaza el domingo pasado pues tiene un tema que el gobierno no quiere o no sabe atender, el de la confrontación de la injusticia social. Programas y recursos los hay, pero no responden a la hora de reducir la pobreza, por el contrario, esta aumenta. Adicionalmente, el movimiento de López Obrador sigue usufructuando el monopolio de la movilización de masas porque el gobierno, el PAN y el PRI no tienen interés por disputárselo.
La derecha tan está en lo suyo, proseguir y mantener su esquema en el que todo se resuelve bajo un paradigma gerencial-empresarial-mercantil, en un ánimo de destruir lo que no coincida con su particular percepción de la realidad. Lo sucedido en torno a la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza es ejemplo de su torpeza. No sabemos si efectivamente hay una rectificación después del encuentro entre la secretaría de gobernación y el SME, que sirvió para concluir la huelga de hambre que sostenía un puñado de electricistas.
No hay que desviarse sobre si los huelguistas fingían su condición o sí Martín Esparza sólo persigue sus intereses personales. Lo importante es que con lo sucedido el gobierno dio cauce a su fantasía de lo que es su perfil del movimiento obrero: conformista, autolimitado y sumiso hasta la indignidad, propio de un sindicalismo doblegado ante la patronal, que no se atreve a plantear demandas de sus agremiados y que se limita a controlar la oferta de mano de obra en una rama o especialidad de trabajo y, sobre todo, que no ose aspirar a tener expresión política propia y se resigne a los postulados de la obsoleta encíclica Rerum Novarum.
Por eso el gobierno dio un golpe salvaje argumentado corrupción de los electricistas sin proceder penalmente, pues la denuncia no tenía asideros fulminantes. Si realmente esa era la justificación, porqué no se han prodigado más decretos para acabar con la corrupción que se da en otros sindicatos y en otros ámbitos. ¿Se puede acabar la corrupción por decreto? Si es así, porqué no se inicia por la casa propia. Sólo fue un pretexto para liquidar a un gremio que no le tenía afecto. Felipe Calderón se fue por el camino del decretazo sin sustanciar documentalmente la liquidación y sin buscar la participación legalmente establecida del Legislativo.
Bien o mal ejecutadas, el ciclo de las llamadas reformas estructurales se ha desgastado y se empantana por el embate del crimen organizado y la creciente militarización de su combate. Las fuerzas políticas que quieran asumir un rol dirigente en los próximos años tienen que pensar la reforma social que haga de la inclusión un principio de la convivencia nacional. Para esta orientación reformadora la derecha se ha autoexcluido. Por su parte, el movimiento de López Obrador ya dio un paso en ese sentido ¿Lo harán los demás partidos de izquierda? Incluso el PRI podría optar por asumir una posición reformadora si abrevara de su historia, sería un error de su parte considerar que su éxito futuro descansa exclusivamente en evitar la división interna. Sin abanderar causas sociales el PRI está liquidado.