“Cuán vanas son nuestras ínfulas de astucia y perspicacia política.”
Víktor Shklovski
Con los pies sobre la Tierra,
tres son los hechos ajenos a la reforma electoral que quiero destacar de la
marcha del 13 de noviembre.
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Fue una multitud, mucho más de lo que contó una
oficina de CDMX.
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Los partidos de oposición, separados, no
condujeron la marcha.
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La ultraderecha fue la estrella de la marcha,
hizo del INE su satélite.
El impacto del 13N lo recibió
directamente el presidente López Obrador. Por eso es entendible la convocatoria
a una marcha de celebración de los logros de la 4T para el domingo 27 de
noviembre. La marcha opositora reprogramó el informe del primero de diciembre y
adicionó la agenda del presidente con la convocatoria a la marcha. Eso es una
demostración de fuerza.
Si alguien no tiene claro qué es
la ultraderecha, revise por favor las proclamas del cónclave realizado la semana
pasada en un hotel de Santa Fe, CDMX. El llamado a la patria como sumisión
clasista, a la familia como base del fundamentalismo religioso. Reminiscencias
de la decimonónica encíclica Rerum novarum. Nada liberal, ni
socialdemócrata, tampoco progresista sino todo lo contrario.
Pero sería un error sobre analizar
a los reaccionarios y pasar por alto lo que está ocurriendo en el espectro
obradorista.
Es claro que el AMLO pragmático
se ha transformado en un político monocromático, acuciado sin duda por la
sucesión. Durante este año ha iniciado anticipadamente su despedida, su retiro.
Hizo movimientos en el gabinete a manera de cierre de filas. Obedecer y callar.
La sucesión le consume energías
al presidente. Se acabó el tiempo de repartir indulgencias, lo que le queda en
el portafolios son excomuniones. El caso es despejar la candidatura de MORENA a
la presidencia. La persona que la obtenga ¿Tendrá tiempo para desarrollar
fuerza propia? Mínimo para agrupar fuerzas como en el 2018. Además, cómo manejar
el capital ocioso de un presidente en retiro absoluto si el partido gobernante
gana las elecciones. Aunque lo peor sería una oposición triunfante que lo
obligue a salir del retiro.
AMLO ha tomado una ruta
descarada, una ruta plausible mientras su popularidad se mantenga por lo alto
hasta el 2024. La apuesta está hecha. Dentro de dos años se tendrá en México una
nueva presidencia en funciones, un nuevo gobierno, difícilmente una calca del
actual. Hasta entonces veremos lo acertado de la apuesta. Es mucho tiempo, no
para un presidente fajador que alguna vez fue estilista.