Pasan los días, las semanas y los meses, también los años. En este correr del tiempo, Felipe Calderón no alcanzó a remontar el déficit de legitimidad de su arribo al poder presidencial por gracia de un dictamen judicial del Tribunal Electoral. Cuesta bajo en su rodada, al “jefe de las instituciones” ya ni para tener credibilidad le alcanza. Su presencia fugaz en la Universidad de Stanford ha sido la lección distancia más impresionante que haya realizado ésa universidad.
Allá fue a describir según él un pasado “autocrático”, aquí ha demostrado lo que es un presente de esa naturaleza. El enredo que representó y representa el propósito gubernamental de someter a juicio a Jorge Hank Rhon es ejemplo claro de lo que es un autócrata, queriendo hacer Calderón de su voluntad suprema ley. Un procedimiento tan mal armado, sin rigor legal, como para que una jueza lo despachara sin obsequiar el auto de formal prisión. Este proceder sólo tiene sentido, así sea vesánico, en el origen de la acción: la voluntad de Calderón que quiso hacer las veces de suprema ley.
Alguien va a creer que el comando militar que realizó el operativo de aprehensión de Hank actuó sin informar a sus jefes y éstos sin hacer lo propio con el comandante supremo. Se puede creer que la Procuraduría General de la República haya actuado sin recibir instrucciones o se atrevió a mantener desinformado al jefe. Si Calderón no estuvo detrás, entonces ya no está en ningún lado.
Y de este proceder autocrático Ernesto Cordero se atrevió a decir: “se está limpiando la casa”. Vaya forma de limpiar la casa, qué veríamos si quisieran ensuciarla. Pues la irregularidad que ya vemos y acompaña la estrategia anticrimen del actual gobierno; vemos las concesiones de la voluntad suprema a consorcios como el de Sempra Energy en Ensenada, que con la Gasera Costa Azul es un verdadero Guantánamo energético en la costa del Pacífico en Baja California. Qué más vemos, que por la voluntad suprema de la noche a la mañana algunos políticos panistas resultaron muy buenos para hacer negocios privados, al grado de parafrasear al Profe. Hank: un panista pobre, es un pobre panista.
Así nomás, desde Stanford, Felipe hizo su autoperfil de autócrata, que desde la infancia o la pubertad, ya se dejaba dominar por la ira y le confesaba a su padre el malestar que le proporcionaba el orden de cosas, no por imaginar un mundo mejor, sino por pura envidia ¿Cuándo le tocaría él desempeñar el protagonismo del autócrata?
Bien le dice el sicólogo al paciente: lo que te choca te checa.