Todos los pasos que da el
presidente López Obrador están en una misma ruta: desmontar el régimen depredador
de los recursos públicos y empobrecedor de millones de mexicanos, el neoliberalismo.
Por doquier encuentra abusos, más de los que imaginó. Ahora abrió debate al
criticar el silencio de la UNAM frente a la embestida de las reformas
estructurales hechas por los gobiernos anteriores y le ha llamado derechización
a la posición de sucesivas autoridades universitarias. Los que saben a qué se
refiere disimulan acusando recibo de un ataque. Los que ignoran el tema por
cuestión generacional tendrían que documentarse. La derecha siente en sus manos
una bandera cuando durante mucho tiempo ha sido la detractora de la educación
laica y gratuita. Los progres dicen que la UNAM es requeteplural. Para mi la
UNAM, salvo excepciones, siempre ha estado en manos de la derecha. La verdad,
sólo hubo un veranillo izquierdista o una época, de 1968 a 1986.
Para sostener lo escrito ofrezco un contexto histórico documental que no quede desapercibido dentro del debate.
Una vez que el movimiento
estudiantil de 1968 fue golpeado y se le exigía la devolución de instalaciones
de la educación media y superior involucrada, la retirada adquirió la forma de
un manifiesto a la nación difundido los primeros días de diciembre, teniendo el
aval del Consejo Nacional de Huelga y como responsables de su divulgación a
Gerardo Estrada y Roberto Escudero. Es un documento que funcionaría como
oración cívica de la educación superior si se lo propusieran. Encontré una
versión resumida del documento y extraigo lo siguiente:
“El Movimiento Estudiantil ha
surgido como resultado de viejos problemas planteados a un régimen que los
ignora, los niega o que pretendiendo resolverlos, sólo consigue agravarlos y ha
evidenciado ante el mundo la situación de miseria y falta de libertades
políticas en las que viven la mayoría de los mexicanos.
“El Movimiento es expresión de
profundas desigualdades en la distribución del ingreso, consecuencia de la
concentración en unas pocas manos de la riqueza generada por el pueblo; de la
dependencia de la economía mexicana del imperialismo norteamericano; de una
política que ampara los grandes capitales; de un gobierno que elude actuar en
beneficio de las grandes mayorías de campesinos y obreros quienes aún no
encuentran satisfechas sus necesidades vitales de alimentación, vestido y
vivienda; de una política que se hace al margen de las mayorías populares, de
sus aspiraciones, intereses y exigencias, que obstaculiza la participación
política del pueblo.”
“El Movimiento ha sido resultado
espontáneo de la indignación sentida por amplios sectores del pueblo de México
ante la arbitrariedad y brutalidad policiacas al agredir a grupos estudiantiles
que hacen uso de un derecho consagrado en la Constitución al manifestarse
públicamente en protesta a anteriores agresiones ordenadas por funcionarios
irresponsables, es expresión del descontento y la protesta latente del pueblo
frente a la injusticia.”
“El Movimiento ha abierto en el país una etapa de discusión, de crítica y de reflexión política revelando las lacras del sistema, promoviendo que amplios sectores del pueblo tomaran conciencia de esos problemas y estuvieran dispuestos a luchar por su solución. Ha demostrado que en México es posible la movilización de grandes sectores del pueblo en manifestaciones y mítines, participación por convicción y no por presiones o recompensas.”
https://m68.dgb.unam.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=236
Lo que siguió en la educación superior,
no de manera generalizada, fue la instalación de una corriente académica en
ciertos ámbitos del campus: ciencias, ciencias políticas, economía, filosofía y
humanidades. Toda la década de los setenta hasta mediados de la siguiente
década campeó el materialismo histórico en todas sus presentaciones. Leninistas,
estalinistas, trotskistas, maoístas, estructuralistas, gramscianos, teoría
crítica, bueno, hasta hubo marxismo guadalupano.
La ola de la izquierda no paró hasta
darle forma al sindicalismo universitario. La derecha se escandalizó y comenzó la
andanada de desprestigio en contra de la UNAM. Empresarios reaccionarios y sus
medios afines no se cansaban de golpear a la UNAM. Uno llegó a declarar que las
universidades públicas eran “lúmpenes de degradación”, como la ven.
Llegó el día en el que la derecha
tuvo un rector providencial, Jorge Carpizo. En abril de 1986, él hizo su manifiesto
tecnocrático intitulado Fortalezas y debilidades, donde hacia suyas las
críticas de la derecha. He aquí algunas perlas de ese documento.
“Por una parte, la Universidad en
conjunto cumple sus funciones con eficacia y con claridad; por otra, hay
rezagos graves que se traducen en el hecho de que no todos nuestros
profesionistas y técnicos egresa suficientemente preparados.”
“La Universidad se viene
transformando continuamente para dar respuesta a necesidades del país. En la década
de los setenta, su población estudiantil creció mucho porque en ese momento así
lo requirió México. Es una Institución estrechamente ligada a la vida del país
y trata de ser cada día más propositiva, más participativa, protagonista y
anticipante de los cambios que están por venir.”
“La Universidad ha diseñado
muchos de sus planes de estudio en forma tradicional, orientándolos a la
formación de profesionistas cuyo enfoque de los problemas que plantea la
realidad es fragmentario y está desvinculado de otras carreras y
especialidades. Algunos alumnos reciben patentes profesionales, sin que se
plantee abierta y racionalmente si tienen una función que cumplir en la
realidad nacional, o si van a estar en condiciones de ocupar un lugar
productivo en la fuerza de trabajo. Pareciera en estos casos que la Universidad
se conforma con identificar a sus egresados con marbetes profesionales, sin
preguntarse por la índole de los profesionistas que requiere la sociedad.”
Desde la máxima autoridad
universitaria la derecha vio reconocida su prédica. Vendría la revancha para
imponer la universidad meritocrática*, falazmente proclamada sin atisbo
ideológico y cien por cien plural. Apoyado en ese documento Carpizo propuso el
cobro de cuotas. Ya sabemos lo que sucedió: una huelga estudiantil echó abajo
la propuesta. Eso no detuvo la derechización, empezando por neutralizar a los
sindicatos. Enseguida desde el Estado se promovió la separación entre
académicos y trabajadores de servicios. Al mismo tiempo se procuró la división entre
los académicos con el sistema de estímulos institucionales, para segregar a los
malos de los buenos. Lo cual no los hizo más buenos, ni más malos precisamente.
Se instaló la simulación del puntismo.
Además, las profesiones netamente
académicas que difícilmente atiende el mercado fueron beneficiadas por una
suerte creíble a las llamadas profesiones liberales. Transferencias del erario,
programas universitarios, consultorías, asesorías y, no podían faltar, puestos
públicos cebados en los órganos autónomos.
Así se
diluyó a la izquierda del campus universitario.
1968-2018, y la izquierda dejó de ser sólo estudiantil para convertirse en un movimiento nacional. Cincuenta años transcurrieron.
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*La universidad meritocrática no
fue un inventó de Carpizo, fue una extrapolación (una mala copia) de las
afamadas universidades privadas de los Estados Unidos. Para tal reflexión ver
el libro del profesor de Harvard, Michael J. Sandel, La tiranía del mérito
¿Qué ha sido del bien común?