sábado, 20 de septiembre de 2008

Desgracia


Dos consensos se extienden a lo largo y ancho del país. Uno se refiere a la disposición de gobierno y sociedad para rechazar las agresiones del crimen organizado. En eso todos están de acuerdo, más ahora que la violencia ha involucrado a inocentes. Es un consenso que el miedo ha terminado por rubricar y, a excepción de la delincuencia organizada, la lucha tiene el apoyo de todos, nadie la rechaza.

Lo que está en cuestión, y ese es el otro consenso plasmado en la opinión de la prensa escrita, es la estrategia gubernamental para combatir al crimen organizado. En ese punto la opinión es casi unánimemente adversa al presidente Calderón, salvo las cúpulas que albergan el Consejo Coordinador Empresarial, la mayoría muestra desacuerdo con la forma como hasta ahora el gobierno ha conducido este combate. El mismo secretario en gobernación insiste en afirmar que la estrategia está bien y no se va a modificar, lo que equivale a aceptar que las consecuencias sangrientas estaban previstas hasta en hechos como los ocurridos la noche del 15 de septiembre en Morelia, Michoacán. Pero no se dice hasta cuando se puede mantener la actual estrategia.

Con esa falta de humildad que muestra Felipe Calderón y sus cercanos, nunca alcanzarán la estrella de la redención. El orgullo no puede ser tan grande como para dar cabida a la desvergüenza. Sin atender la amplia opinión adversa, se limitan a proponer leyes, burocracia y presupuesto para combatir al crimen organizado, sin mirar hacia el cómo se construyó, inconscientemente, el proceso que llevó al país a caer en manos del crimen organizado. Como si se tratara de una maldición divina para obviarse las explicaciones.

Y así está el país, mirándose el ombligo de sus desgracias, atado a un modelo globalizador que hace agua desde el centro de sus promotores. El modelo se acabó, reconoce Carlos Elizondo Mayer-Serra (Reforma). El sistema financiero autorregulado no aguantó más y el presidente George W. Bush ha tomado medidas de salvataje estatal para rescatar porciones del sistema financiero asentadas en los Estados Unidos: hipotecarias, bancos, aseguradoras.

Ese modelo de acumulación que tenía entre sus tesis centrales la degradación del interés público ante los apetitos privados y el consecuente desmantelamiento del aparato público, para demostrar la bondad de la mano invisible, sin sospechar que la mano ensangrentada de la delincuencia operaría en paralelo al debilitamiento del Estado que cedía responsabilidades al mercado.

Para desgracia, esta apreciación de muchos es ignorada un día sí y otro también por el gobierno.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Granadas


En un mes han ocurrido asesinatos, ya es costumbre. Multihomicidios estremecedores en dos sentidos: uno la frialdad en su ejecución criminal. Dos, la respuesta desarticulada de la autoridad. Primero fue el poblado de Creel, en Chihuahua. El asesinato de trece jóvenes que todavía no alcanza esclarecimiento alguno. Le siguió el hallazgo de doce policías decapitados cerca de Mérida, en Yucatán. Después se encontraron los cuerpos sin vida de veinticuatro personas en Ocoyoacac, Estado de México, veintidós de ellos tenían por oficio la albañilería o faenas asimilables.

Por si no hubiera hartazgo, el 15 de septiembre, en plena celebración de El Grito de la Independencia, estallan dos granadas ante la multitud reunida en la plaza principal de Morelia en Michoacán. Se cuentan siete muertos y 101 heridos, de los cuales ocho son de gravedad. Esa es la verdad oficial. Precisamente en Michoacán, donde comenzaron los operativos contra el crimen organizado y la delincuencia. Ese dato indica que los operativos no han servido.

Al día siguiente, el presidente Felipe Calderón habla de los enemigos de México y de la impostergable unidad nacional. No da nombres, ni ubica a los enemigos. Una acusación en abstracto que arroja otro dato. La Plataforma México, el sistema de inteligencia para detectar y encontrar a los criminales con el que cuenta la SSP no está funcionando, es un elefante blanco.

Y si el Presidente no tiene información estamos perdidos. No habrá Ejército, ni policía, ni presupuesto suficiente para combatir a la delincuencia organizada si no se revisa a fondo la estrategia, a menos que se quiera imponer la suspensión de garantías constitucionales. Es frustrante que la autoridad no pueda señalar, ubicar y echarle el guante a por lo menos diez miembros distinguidos del hampa, descabezarlos ¿Quién los protege? ¿Y si no fuera el hampa?

El caso de Michoacán, como el de casi todos los estados, le debería ser perfectamente diagnosticado a Felipe Calderón. Que le sirvan de algo sus economistas para percatarse de la desproporción entre lo que produce el aparato productivo del estado y la riqueza que se ostenta en plazas como Morelia o Zamora. Que le sirvan de algo los fiscalistas de Hacienda, para elaborar un operativo semejante al que llevó a la cárcel a Al Capone en los Estados Unidos.

Se invoca la unidad nacional como un recurso desesperado ante la incapacidad propia. Convocatoria bien recibida por el editorial de El Universal, objetada en su maña por el editorial de La Jornada. El Presidente tiene que ser específico y contundente cuando habla de enemigos y traidores a la patria, no dar lugar a interpretaciones que den cauce al linchamiento sin fundamento. Ya se publica que el discurso presidencial lleva dedicatoria para López Obrador, como queriendo poner en un mismo saco a la oposición con la delincuencia.

Si por casualidad en un clóset de la residencia presidencial, Felipe Calderón dio con el calzado de Gustavo Díaz Ordaz más vale que los aparte de su entorno, no vaya a ser que se lo quieran hacer calzar. La explosión de las granadas debe investigarse con la certeza y cuidado justos para no caer en la perversa emulación de George Bush.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Veinticuatro


La ceremonia de clausura y de apertura de cursos del sistema educativo militar del pasado día 12 de septiembre, presidida por el presidente Calderón, fue ocasión para reiterar el combate a la delincuencia. Una convocatoria hecha ante una audiencia que lleva sobre sus espaldas, por instrucciones de su comandante supremo, el combate al narcotráfico. Sería alrededor del mediodía. Para ese entonces, la respuesta provocadora del crimen organizado se había consumado o estaba en marcha.

Después de la siete de la noche se daría con el paradero de veinticuatro cuerpos, de hombres ejecutados, de entre 25 y 35 años de edad. En un bosque colindante con el parque nacional de La Marquesa, cerca de donde entronca la autopista y el camino libre a Toluca, donde está la desviación a Chalma. A treinta kilómetros, más menos, de la residencia presidencial de Los Pinos. No es una casualidad, es un desafío más, una demostración de que la guerra entre las bandas de narcotraficantes está por encima de las estrategias gubernamentales.

Hasta ahora, el gobierno no se ha hecho las preguntas que lo lleven a dilucidar el arraigo que ha adquirido el crimen organizado dentro de las instituciones de seguridad y el mercado, así como de poblados. No ha entendido que una cultura consumista que alegremente se pavonea por todos los medios y un mercado dominado por unas cuantas familias se contrasta con la pobreza y el desempleo.

En medio de ese contraste, la delincuencia organizada es un atajo brutal para quienes marginados del modelo están dispuestos a conquistarlo para su satisfacción. No importa que se acorten sus vidas, menos les apura la ilegalidad. Felipe Calderón es de Michoacán y debería tener claro que es lo que pasa. La narcoeconomía corrompe autoridades y seduce habitantes. No se combate sólo con mayor presupuesto en seguridad sino en educación, con más empleos y mejores salarios. Pero ese tipo de combate no se lo imaginan en el gobierno. Eso es populismo y por tanto no tiene cabida en las decisiones gubernamentales del partido en el poder.

Con este país arribamos a una celebración de la casi bicentenaria Independencia de México. Con una plaza de la Constitución fragmentada por barricadas que vacían el significado original de los símbolos patrios, sin tránsito libre, dando rodeos. Ejemplo de una sociedad dividida, que no encuentra en sus actuales liderazgos quien sea capaz de reconciliar. Por el contrario, parecen estar en una única aptitud, la de polarizar.

Mientras tanto, estremece la cifra de veinticuatro muertos en una cuenta que se hace interminable. Veinticuatro muertos que dan pie a una investigación policial, distante del contenido económico y social que ha desatado el baño de sangre. Tal vez algún día, mucho años después, alguien retomará la corta vida de estos asesinados y los recobre en un audiovisual o en una narración. Entonces tal vez sepamos realmente quiénes fueron, lo cual ya interesará a muy pocos.
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