En un mes han ocurrido asesinatos, ya es costumbre. Multihomicidios estremecedores en dos sentidos: uno la frialdad en su ejecución criminal. Dos, la respuesta desarticulada de la autoridad. Primero fue el poblado de Creel, en Chihuahua. El asesinato de trece jóvenes que todavía no alcanza esclarecimiento alguno. Le siguió el hallazgo de doce policías decapitados cerca de Mérida, en Yucatán. Después se encontraron los cuerpos sin vida de veinticuatro personas en Ocoyoacac, Estado de México, veintidós de ellos tenían por oficio la albañilería o faenas asimilables.
Por si no hubiera hartazgo, el 15 de septiembre, en plena celebración de El Grito de la Independencia, estallan dos granadas ante la multitud reunida en la plaza principal de Morelia en Michoacán. Se cuentan siete muertos y 101 heridos, de los cuales ocho son de gravedad. Esa es la verdad oficial. Precisamente en Michoacán, donde comenzaron los operativos contra el crimen organizado y la delincuencia. Ese dato indica que los operativos no han servido.
Al día siguiente, el presidente Felipe Calderón habla de los enemigos de México y de la impostergable unidad nacional. No da nombres, ni ubica a los enemigos. Una acusación en abstracto que arroja otro dato. La Plataforma México, el sistema de inteligencia para detectar y encontrar a los criminales con el que cuenta la SSP no está funcionando, es un elefante blanco.
Y si el Presidente no tiene información estamos perdidos. No habrá Ejército, ni policía, ni presupuesto suficiente para combatir a la delincuencia organizada si no se revisa a fondo la estrategia, a menos que se quiera imponer la suspensión de garantías constitucionales. Es frustrante que la autoridad no pueda señalar, ubicar y echarle el guante a por lo menos diez miembros distinguidos del hampa, descabezarlos ¿Quién los protege? ¿Y si no fuera el hampa?
El caso de Michoacán, como el de casi todos los estados, le debería ser perfectamente diagnosticado a Felipe Calderón. Que le sirvan de algo sus economistas para percatarse de la desproporción entre lo que produce el aparato productivo del estado y la riqueza que se ostenta en plazas como Morelia o Zamora. Que le sirvan de algo los fiscalistas de Hacienda, para elaborar un operativo semejante al que llevó a la cárcel a Al Capone en los Estados Unidos.
Se invoca la unidad nacional como un recurso desesperado ante la incapacidad propia. Convocatoria bien recibida por el editorial de El Universal, objetada en su maña por el editorial de La Jornada. El Presidente tiene que ser específico y contundente cuando habla de enemigos y traidores a la patria, no dar lugar a interpretaciones que den cauce al linchamiento sin fundamento. Ya se publica que el discurso presidencial lleva dedicatoria para López Obrador, como queriendo poner en un mismo saco a la oposición con la delincuencia.
Si por casualidad en un clóset de la residencia presidencial, Felipe Calderón dio con el calzado de Gustavo Díaz Ordaz más vale que los aparte de su entorno, no vaya a ser que se lo quieran hacer calzar. La explosión de las granadas debe investigarse con la certeza y cuidado justos para no caer en la perversa emulación de George Bush.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario